jueves, 27 de febrero de 2014

Cuando el barco se hunde…

Hay algo que los gobernantes, especialmente los autoritarios, temen más que a los opositores y a la prensa libre: los librepensantes y disidentes internos, pues son los que dan la mejor idea de la situación del barco frente al temporal. Es lo dice el refrán sobre los primeros en huir cuando hay peligro de hundimiento y eso es precisamente lo que está comenzando a ocurrir en Venezuela, donde surgen fuertes críticas al presidente Maduro desde el interior de sus filas. Los ataques más fuertes han venido del gobernador del estado de Táchira, uno de los más afectados por las protestas. Allí, el chavista José Gregorio Vielma, quien ha invocado la memoria de Hugo Chávez, ha manifestado su desacuerdo con la detención del dirigente Leopoldo López, también fustigó la militarización y el trato que se les da a los jóvenes que protestan, hecho que ha calificado como un “grave error”. Luego de la orden de arresto contra el militar retirado Ángel Vivas, acusado de incitar las protestas en Venezuela, también se ha conocido un pronunciamiento de un sector de las Fuerzas Armadas en retiro que no solo piden frenar la represión de la población, sino parar con la injerencia cubana en el país caribeño, cuyo gobierno es considerado hoy un títere del régimen castrista de La Habana.

El Carnaval de la desgracia

Una de las noticias más importantes y comentadas de la semana ha sido la suspensión de las actividades carnavaleras en la ciudad de Trinidad, donde hasta parece humor negro hablar de estos temas cuando el ochenta por ciento del departamento del Beni está con el agua al cuello. Algunas autoridades han anunciado que no van a participar de las actividades festivas que comienzan este sábado, un asunto que cae de lógico, pero en la política nada parece tener razón, como sucede en Venezuela, donde el presidente Maduro, tal cual lo hizo con la Navidad, ha decidido adelantar la celebración del Carnaval, cuando ya suman trece los muertos por las protestas y más de 700 personas permanecen detenidas en las cárceles, donde se han denunciado actos de tortura. En La Paz, el rector de la Universidad Mayor de San Andrés, Waldo Albarracín, le ha pedido al presidente Morales que suspenda todas las actividades carnavaleras en el país porque considera un gesto antipatriótico e inmoral, ponerse a bailar mientras algunos hermanos bolivianos están sumidos en la desgracia por las lluvias. Lamentablemente Albarracín no sabe para qué sirve el Carnaval. Esta fiesta es la más colonialista y política de todas, porque actúa como amnésico. Ni que fuera tonto.

martes, 25 de febrero de 2014

'El Chapo' Guzmán y la guerra contra las drogas

El famoso narcotraficante colombiano Pablo Escobar había construido un imperio parecido al de los jeques árabes para cuando las autoridades decidieron meterlo a la cárcel, de donde escapó con cierta facilidad gracias a la red de lealtades policiales, sociales, políticas y militares que había creado.  Su encarcelamiento no fue simplemente el resultado de una complicada operación de inteligencia y el minucioso seguimiento que le hicieron las fuerzas de seguridad de su país en combinación con agentes norteamericanos. Fue la derivación de una decisión política que se adoptó en Colombia, cuando el conjunto de la sociedad llegó al consenso de que el narcotráfico iba a destruir el país.

Y tuvieron razón, desde que la nación de la cumbia, el café y las bachatas decidió embestir con fuerza a los cárteles de la droga, la situación económica, el crecimiento, la industrialización, las exportaciones, la educación, la competitividad y casi todos los indicadores han mejorado sustancialmente.

Para tomar la decisión de arremeter contra los reyes de la droga, los colombianos debieron llegar a un consenso general en un momento en el que muchos estaban pensando que un país se puede construir sobre la base de una economía ilegal, con florecientes industrias como el secuestro, el tráfico de armas, la narcoguerrilla y cuando sujetos como Pablo Escobar tenían tomado medio país con un amplio apoyo popular que le sirvió para zafar de sus perseguidores que finalmente lo volvieron a localizar y lo mataron.

En Colombia, como en México y muchos otros países con alta incidencia de las actividades ilícitas, había políticos que defendían casi abiertamente las drogas con argumentos sociales, económicos y porque la “plata fácil” siempre ha sido caldo de cultivo para la politiquería populista.

La captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán tampoco es una casualidad. Llega en el momento en el que se ponen en marcha las reformas más importantes de los últimos 30 años en México, cuando el presidente  Enrique Peña Nieto está empeñado en modernizar la economía, abrirla a los capitales internacionales, cuando está decidido a combatir la corrupción, barrer con la burocracia espuria, el sindicalismo paralizante; cuando introduce verdaderos cambios en la educación y cuando genera transformaciones en las Fuerzas Armadas y la Policía, donde ha realizado purgas dirigidas a acabar con las mafias incrustadas en esas organizaciones. La captura del peligroso narco, protegido durante más de una década por el mismo tejido político, económico y social que mantuvo bajo resguardo a Escobar en Colombia, se produce cuando hay una decisión del conjunto de la sociedad para combatir a las drogas y dejar sentado que es posible ganar la guerra cuando se la encara de frente.

El crecimiento del narcotráfico en México, donde floreció después de que fue arrinconado en Colombia, ha tenido amplias repercusiones en toda América Latina, donde se han extendido los tentáculos de organizaciones comandadas por sujetos como el "Chapo" Guzmán. No cabe duda que su captura también tendrá secuelas importantes en todos los campos. Ojalá que sea para iniciar el mismo proceso que dio frutos en Colombia y que comienza a notarse en México.

De otro planeta

Una reportera de radio informaba ayer desde La Paz y a bordo de uno de los buses Puma Katari sobre el estreno de este moderno servicio en la sede de Gobierno. Hablaba de la limpieza, del orden, de conductores uniformados, de boletos, de respeto a las normas de tránsito, de paradas, de pasajeros que tocan el timbre antes de bajar y que esperan civilizadamente en lugares asignados antes de subir. Si hasta parecía otro país, otro planeta, pero era La Paz, que al igual que Santa Cruz y otras ciudades del país, tienen un sistema de transporte en manos de mafias sindicales que viven del caos y del desorden. Es más, eso que estaba sucediendo ayer en la ciudad del Illimani, se parece un poco al sistema de colectivos que teníamos hace treinta años ¿recuerda?, cuando por lo menos había vehículos en los que la gente podía viajar algo más cómoda, no agachada y amontonada como pollos de granja rumbo al matadero. Lo triste es que en lugar de evolucionar, en algunas cosas marchamos como el cangrejo. Menos mal que tenemos "el mejor alcalde del país" y en cualquier momento se le ocurre dejar lejos a su colega paceño Luis Revilla.

lunes, 24 de febrero de 2014

Amadísimo señor Presidente

Percy Fernández Añez lleva más de 40 años de vigencia en la caníbal política boliviana, con capacidad de jubilar precozmente al más pintado de los líderes. Para poder sobrevivir en política, la sonrisa y el carisma no alcanzan; tampoco las obras ni la capacidad de gestión; hace falta entenderse con el que venga y en eso el Alcalde cruceño ha sido de lo más versátil, cosa que en Bolivia no debería sorprender, pues las convicciones ideológicas suelen ser como una veleta que se orienta según cómo sopla el viento. Santa Cruz siempre ha sido un hueso duro de roer para el centralismo y en las últimas décadas Percy ha sido algo así como el amuleto indispensable para los políticos nacionales que querían ganarse a muchos cruceños que se identifican con “el loco”. Los militares, los emenerristas, Goni, todos a su turno han tenido que intercambiar piropos con Percy, aliarse con él para conseguir la simpatía local. Evo Morales pensó que eso no iba a ser necesario, que se ganaría a Santa Cruz sin apelar a los viejos trucos. Sin embargo, no tuvo más remedio que apelar al alcalde en un momento crítico, para tratar de frenar las críticas por la indolencia con el Beni, factor que seguramente ya se nota en las encuestas.

El Estado fracasado

Antes decíamos que el Estado boliviano era invisible. Ahora aparece por todos lados, copa todos los espacios de televisión y se lo ve en abultados suplementos de la prensa; vuela en helicóptero de un lado para otro, inaugura obras en los cuatro polos del país en un mismo día, entrega cheques, juega fútbol, un día está en Nueva York y a la mañana siguiente en Caracas, tiene más ministerios, más empresas, más funcionarios; el Estado boliviano tiene nombres rimbombantes, rostros que supuestamente representan todas las etnias, culturas, pueblos y naciones del territorio; tiene una de las constituciones más extensas y con más derechos del mundo, centenares de nuevas leyes aprobadas y el doble de decretos promulgados en los últimos ocho años; el Estado dispone hoy de siete veces más recursos que el pasado; tiene más amigos en el exterior, más admiradores, más adulones, más votos, más adeptos y muchos otros que están a punto de sumarse al “proceso de cambio” por la vía del amedrentamiento, porque también tiene más fuerza, más policías, más militares, más armas y más regimientos.

Pero lamentablemente los benianos y muchos otros siguen preguntándose dónde está el Estado. Lo siguen haciendo como hace 50 o 100 años cuando el oriente boliviano era un territorio desconocido, como si fuera una reservación y cuando tuvo que ser la cooperación internacional la que le advierta al poderío andinocentrista que Bolivia tiene futuro solo si es capaz de formar un Estado que abarque todo el territorio, no con fines policiacos o colonialistas, como se lo ha hecho siempre, sino con un enfoque incluyente, sostenible y democrático y con la visión puesta en el desarrollo integral.

El Gobierno cree estar dándole una lección ejemplar a los benianos y los resentidos deben estar frotándose las manos con semejante acto de venganza, pero no se dan cuenta de que  toda esta indolencia representa un nuevo fracaso del Estado boliviano, un nuevo fiasco del modelo centralista y monopolizador del poder y de los recursos del país, que pese a toda su parafernalia, sus discursos de cambio y su simbolismo hueco, mantiene en el mismo abandono en el que incurrieron la colonia y el estado republicano.

Es difícil para las autoridades nacionales salir airosas después de la respuesta que le han dado al Beni y eso se notará en las urnas. Pero el problema mayor es que han hecho tropezar a todo un sistema, un esquema de poder, un Estado que ha reforzado su condición anacrónica, inoperante, ineficiente y totalmente ausente de los problemas reales y que por lo tanto, está condenado a la desaparición.

Pero hay algo peor todavía con el Estado Boliviano, ese que no defendió el Pacífico, que no luchó por el Acre, que regaló el Mato Grosso y que hizo muy poco por el Chaco, pero que siempre ha sido muy ágil y enérgico cuando se ha tratado de reprimir a los que en ciertas ocasiones han cuestionado el centralismo reinante. La tragedia beniana empezó hace seis años, cuando el Brasil de Lula da Silva comenzó la construcción de dos represas en el río Madera, encargado de evacuar las aguas que hoy están estancadas en las llanuras benianas. La sumisión de este Estado que en el pasado llegó al extremo de ser entreguista con los países vecinos, mantuvo las cosas en silencio, calló como un lacayo frente al mandamás del continente y optó por conservar los negocios que alimentan un aparato estatal inservible por encima del interés nacional.

'El Chapo' Guzmán tras las rejas

Las autoridades mexicanas han confirmado la detención de Joaquín Guzmán, el narcotraficante más buscado del mundo y que ha estado haciendo noticia en los últimos años, no sólo por la gran cantidad de muertes atribuidas a su organización, sino porque se convirtió en uno de los hombres más ricos de mundo, según la revista Forbes. Como todo delincuente de su calaña, “El Chapo” Guzmán se hizo famoso por sus excentricidades, por sus gustos estrafalarios y por extender su estructura delictiva, el Cártel de Sinaloa, a diferentes partes del mundo, incluida Bolivia, donde constantemente se ha reportado la presencia de “emisarios” (como dice el Gobierno) de sujetos ligados a las multinacionales de la droga de México. El año pasado, cuando comenzó a hablarse con mucha preocupación sobre el avance del narcotráfico en nuestro país, los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Colombia y México aseguraron que “El Chapo” estuvo en Bolivia y que su hijo estudió en una academia de pilotos con oficinas en el aeropuerto El Trompillo. Si fuera cierto esto no hay duda que se conocerán muchos detalles sobre la presunta vinculación de los cárteles de la droga con algunos regímenes sudamericanos. En este momento hay preocupación en el vecindario por lo que ocurre en Venezuela. La noticia del Chapo es como para agregarle leña al fuego.

jueves, 20 de febrero de 2014

Nosotros los soberbios

Con su cara de señora buenita y hacendosa, quién creería que Michelle Bachelet tuvo una actitud muy parecida a la del Gobierno boliviano que se niega a declarar zona de desastre al Beni para no dejar caer la tesis de que "nos estamos convirtiendo en potencia" que lanzó no hace mucho el vicepresidente Álvaro García Linera. Si hasta plata prestada andábamos ofreciéndole al mundo y nos damos el lujo de meter dólares en Wall Street. Es mucha pose para después clamar por ayuda. Pero volvamos a la Bachelet. A la buena señora le tocó enfrentar el terremoto del 2010 justo cuando tenía que dejar su cargo. "Todo está en orden, no pasó nada, no necesitamos ayuda", fue la respuesta de la mandataria, que habló un poco por soberbia y otro poco porque no evaluó bien los daños causados. Triste fue para ella saber después que hasta Bolivia envió ayuda y con nosotros, toda la comunidad internacional, pues hasta el "gran Chile" necesitó de los demás.
El año pasado fue el turno de otra señora, más bien la señorona Cristina Fernández, quien se vio en apuros para minimizar el desastre de La Plata, donde hasta escondieron los cadáveres para no dar la cifra real de víctimas y no admitir el desastre en sí y la desastrosa respuesta gubernamental. Con estas experiencias, la ayuda internacional ya no espera que la llamen y viene calladita. Lo estamos viendo con los helicópteros peruanos, la cooperación española y los envíos de la ONU.

miércoles, 19 de febrero de 2014

La pobreza de las naciones

Es triste ver a un país tan pobre, pero tan pobre como Venezuela, que lo único que tiene es dinero. Algunos no logran entender cómo es que una nación con las reservas más grandes de petróleo del mundo, que hace funcionar a la potencia más poderosa del planeta, enfrente hoy problemas tan básicos.

A los bolivianos nos conviene seguir muy de cerca el ejemplo venezolano porque corremos el riesgo de seguir su camino, no solo porque hemos estado poniendo al régimen chavista como modelo a imitar en la última década, sino porque compartimos la misma historia, que nos negamos a abandonar, pese a que hay excelentes modelos en América Latina, como Perú, Chile, Uruguay, Salvador, Colombia y otros, que decidieron  hacer un cambio radical.

Los revolucionarios latinoamericanos hablaron siempre de que el problema central que explicaba nuestro atraso era financiero. Esas teorías han quedado totalmente sobrepasadas, pues lo que sobra hoy en nuestros países son recursos para financiar cualquier proyecto social y de desarrollo, para combatir la pobreza y construir un aparato productivo acorde a las necesidades de la población.

También se decía que la mayor dificultad era política, pues los recursos nacionales estaban en manos de oligarquías que respondían a intereses del imperialismo norteamericano. Hoy, no solo es cierto que la hegemonía estadounidense está en declive, sino que quienes conducen las naciones de la región, son líderes contestatarios, algunos revolucionarios y cuando menos, tienen libertad de acción y de disponer del poder y de conducir la economía como mejor les parezca sin mayores consecuencias. En el mundo actual es impensable concebir por ejemplo, una situación de embargo como la de Cuba pese a que muchos intentan emular el régimen castrista.

La crisis de Venezuela no es política y tampoco es financiera. El país caribeño, sometido a un esquema supuestamente socialista desde hace 14 años, está complicado por otro tipo de crisis que ha sido incapaz de atacar y que en todo caso, ha tratado de disimular con patética insistencia. La primera es la crisis alimentaria que afecta a todo el mundo, pero con mucho mayor rigor a los que no han sido capaces de solucionar la producción agraria, que han descuidado o que la mantienen acorralada a nombre de una ideología ineficaz y totalmente errada. Esta crisis acarrea inflación, escasez y por supuesto el malestar ciudadano que hoy quieren atribuir a supuestos afanes golpistas.

La segunda crisis está muy vinculada a la anterior y tiene que ver con el clima, con la falta de respuestas de nuestras naciones al cambio climático y a los desastres que este acarrea. En Bolivia estamos viviendo el azote despiadado que desnuda la ausencia de previsión y planificación de un Estado que, según lo prometieron los autores del cambio, iba a encargarse de todo y que nos conduciría a una vida más digna y abundante. Se nos asegura en estas circunstancias que los desastres no van a repercutir en la producción y el abastecimiento. Esa es una presunción que no tiene asideros teóricos y menos reales.

Finalmente está la crisis de inseguridad, del imperio de la delincuencia, el narcotráfico y de la violencia que crece sin control en los países que solo piensan en seguridad cuando se trata de control político, persecución y violación de derechos humanos. Nuestra pobreza no agudiza en la medida que no sabemos cómo atacar esos problemas.

La dignidad y los excedentes de gas

Una de las páginas más negras de la Capitalización fue la venta de una parte de YPFB a la petrolera norteamericana Enron, tristemente célebre por su cultura de corrupción que la llevó a la quiebra. En Bolivia una de las matufias más conocidas de la Enron fue la construcción del gasoducto a Cuiabá, violando todas las normas ambientales que causaron graves daños al bosque seco chiquitano. La obra se hizo en tiempo récord pues el objetivo era abastecer con urgencia a una planta termoeléctrica en el Mato Grosso donde tenía intereses la compañía estadounidense. Para ello  se tendió un ramal lateral del gasoducto Santa Cruz-Puerto Suárez, posibilidad que se le ha negado a ciudades como San Ignacio y otras zonas de la Chiquitania, a empresas importante de la zona que necesitan el energético y por qué no mencionarlo, al gigantesco del Mutún que fue aplazado por falta de gas. Cuando todo indicaba que después de mucho esperar le había llegado el turno a una de las cementeras que viene esperando hace años, el Gobierno recibe una solicitud de Cuiabá para abastecerla con gas. Esa provisión fue suspendida hace años, un poco por dignidad y otro poco porque no había excedentes. A estas alturas ya no se puede hablar de dignidad y de excedentes de gas, solo si usted no es boliviano.

martes, 18 de febrero de 2014

La mentira de los recursos naturales

El Gobierno dice estar empeñado en buscar más recursos naturales. Está en proyecto la compra de un segundo satélite dedicado justamente a la prospección, a la búsqueda de cualquier tipo de riqueza natural que esté esperando ser explotada y aprovechada. Al Estado Plurinacional parece no importarle si esas nuevas canteras están en los parques, en las reservas o en los territorios indígenas y de hecho existe la plena seguridad de que el petróleo brota del Madidi y allá irán a recogerlo.

La historia puede mostrarnos con claridad que no importa quién sea el dueño de los recursos naturales o quién sea quién los encontró pues lo fundamental es quién los explota y quién los aprovecha en forma de energía o para transformarlos en productos industriales.

Las fábulas nos cuentan que los españoles sacaron tanta plata de Potosí, que todo ese mineral serviría para unir América y Europa por medio de un puente. Lamentablemente, lo ocurrido en la última década no es un cuento y se trata del mayor auge de la historia de los recursos naturales de Bolivia, apogeo que alienta a los gobernantes a seguir castigando a la Pachamama, pero con muy pocas probabilidades de que alguna vez aspiremos a vivir como los españoles, como los chinos, como los brasileños o cualquiera de los que aprovecharon o siguen beneficiándose de nuestras riquezas.

Los tercermundistas de siempre aseguran que lo de España fue un robo, un saqueo y no lo ven así lo que ocurre hoy, no solo porque los precios de los minerales y el gas son excelentes, sino porque quienes manejan ese dinero (120 mil millones de dólares en los últimos ocho años) tienen pinta de progresistas, de indígenas, de gente de pueblo que supuestamente está volcando ese dinero en bien de las grandes mayorías. A todos los que piensan así les haría bien calcular cuánto de ese monto se ha invertido en bonos, en escuelas, en salud y en todo lo que se considera desarrollo social. Se llevarán una gran decepción.

El debate no consiste solo en tomar en cuenta qué se hace con el dinero de los recursos naturales, sino la gran mentira que esconde el argumento de nuestra riqueza natural, que está presente en nuestra bandera y en todos los discursos chauvinistas de hoy y de siempre. Todos ellos aseguran que la riqueza es una sola, que es finita, no renovable y que la clave está en ponerla en buenas manos para repartirla con justicia. En el caso boliviano estamos esperando hace 200 años que aparezca ese buen administrador, capaz de transformar el petróleo, el gas y los minerales en riqueza, para no seguir llorando como lo hacen los potosinos, por sus socavones vacíos y el emblemático cerro cayéndose a pedazos.

Este esquema, además de inútil, es muy frágil ya que en cualquier momento los excelentes precios de nuestros amados recursos naturales se vienen abajo y no hay lágrima ni quejido que pueda remediarlo. Por otro lado, la estrategia consiste en explotar de forma intensiva, para que lo consuma, lo aproveche y lo transforme otro, lo que significa, multiplicación de la riqueza, creación de empleos, valor agregado, tecnología, recursos humanos, algo que jamás tendremos si seguimos pensando que al golpear todas las piedras brotará leche y miel.  Esa es la tara que arrastramos los bolivianos que soñamos con algún día convertirnos en Patiño o en Aramayo, pero no nos damos cuenta que Pizarro sigue en Bolivia. Nunca se fue.

Política pura y dura

Casi 200 municipios del país están en graves problemas por las lluvias. Eso equivale a más de la mitad del país y entre todos tienen alrededor de dos mil millones de dólares en los bancos. Se trata de dinero que no han podido ejecutar por distintos problemas, entre ellos por la “burocracia” de las licitaciones y toda esa “molestosa transparencia” que afecta a todos menos al Gobierno central que saca dinero, dispone, firma cheques, suscribe contratos y adjudica obras sin necesidad del menor trámite burocrático. Si en este momento el Gobierno permitiera que alguno de esos municipios o el calamitoso departamento del Beni declarara “estado de desastre” todo ese dinero pudiera fluir con mayor rapidez y beneficiar a toda esa pobre gente que está sufriendo la peor de las tragedias. Pero lamentablemente para esos ciudadanos, estamos viviendo un año electoral y si el Gobierno se portara tan generoso, le daría la oportunidad a muchos opositores de hacer campaña con la desgracia de la gente en la misma proporción que lo están haciendo las autoridades nacionales. Ese es un privilegio o más bien un lujo que solo los dueños del centralismo se pueden dar. Precisamente en esta época es cuando la gente se puede dar cuenta que la política no tiene absolutamente nada que ver con la solución de los problemas.

Desastrosa política

El león es el rey de la selva, pero se guía por las leyes de la naturaleza. Si actuara bajo las reglas de la política hace mucho hubiera condenado a la inanición a los miembros de su especie, pues para poder comer debería tener el consenso de las hienas, la aprobación del sindicato de gacelas y las cebras ya hubieran formado un movimiento social o un partido político cuyo respaldo sería imprescindible para evitar que los búfalos tomaran el poder.

El mayor desastre de los benianos no ha sido la lluvia, tres veces más intensa que lo habitual, sino que los temporales le hubieran tocado en un año electoral. En consecuencia, los políticos, con más vocación por la búsqueda del poder y del voto que por el servicio público están conduciendo la emergencia de la forma más desastrosa que se podría imaginar, no porque sean ineficientes, torpes o les falte creatividad, sino porque la política en nuestro país sigue siendo contradictoria con la búsqueda de soluciones a los problemas, un verdadero antónimo de del bien común.

Existen registros de reuniones sostenidas en el mes de agosto del año pasado entre los responsables del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) y las autoridades relacionadas con el campo, la producción, con defensa civil y todos quienes en el Gobierno deberían tener perfectamente aceitado el nervio de la previsión. En esos encuentros los expertos en el clima advirtieron sobre el tamaño del fenómeno que se venía y sobre las posibles consecuencias. Mucho antes, los ambientalistas, aunque no todos, porque los ecologistas del oficialismo no vieron nada, habían anunciado el desastre que ocasionaría en las llanuras benianas la construcción de las represas sobre el río Madeira, las mismas que, según algunos pronósticos, han convertido al Beni en un inmenso lago del que las aguas tardarán mucho en salir o tal vez nunca lo hagan.

Con el agua al cuello, los benianos han podido ser testigos del cálculo político más brutal y de la mayor indolencia que hayan podido imaginar en estas circunstancias. Los políticos llegaban muy rápido a los sitios inundados, pero en lugar de acarrear alimentos y medicinas, se preocupaban más de llevar a los equipos de prensa de los medios oficialistas que puedan registrar cada movimiento de los mandamases en campaña. Ahora sabemos muy bien los bolivianos para que compraron todos esos aviones, helicópteros y demás apartados caros, para qué han equipado tan bien a los militares y sobre todo, por qué se han ocupado tanto de mejorar los canales de comunicación y propaganda estatal. Los benianos saben mejor que nadie que todos esos "costosos juguetes" son para el uso y servicio exclusivo de la política y la prueba es que para atender las emergencias la única salida será el alquiler de naves del sector privado. Cómo no recordar con estos sucesos lo ocurrido durante el terremoto de Aiquile y Totora. Veremos si corren la misma suerte los responsables del desastre actual.

Pero hay algo que le sobra a los políticos y eso es arrogancia, soberbia, autosuficiencia. "Que no cunda el pánico, todo está controlado ¿cuál desastre?". Parecen héroes de mentirillas, cuando lo que buscan es no arruinar el cuento de hadas que le han pintado a la comunidad internacional, donde todos se preguntan cómo es que políticos de semejante nivel pretenden reunir a ciento treintaitantos gobernantes para mostrarles el paraíso que han creado y darles lecciones de cómo hacerlo.

viernes, 7 de febrero de 2014

La conciencia de un pueblo

El año pasado, Las Piedras, un pequeño pueblo colombiano se convirtió en noticia mundial cuando sus pobladores sometieron a consulta popular el ingreso de una empresa minera para la explotación de los yacimientos de oro de la región. Pese a las promesas de entregar inmensas regalías, la gente rechazó la inversión y la compañía tuvo que irse con sus máquinas y sus dólares a otro lado. 

La reacción parece un sacrilegio en un continente que supuestamente vive de la exportación de sus materias primas, de la inmensa riqueza natural que ha brindado la madre tierra, pero la historia les ha enseñado que aquello de "vivir" es relativo y puede ser una simple figuración al igual que el concepto de "riqueza". 

Para justificar tan drástica decisión, los colombianos no tienen nada más que mirar a su vecina Venezuela, dueña de una de las riquezas más grandes del planeta, pero que apenas sirve para que vivan bien unos cuantos acomodados con el poder. Lo peor de todo es que el daño es generalizado, pues tanto los que viven bien como los que malviven con bonos y migajas que le caen del Estado extractivista se acomodan a esa situación y por lo general la sociedad se vuelve perezosa e improductiva. En Venezuela nueve de cada diez dólares que ingresan al país provienen del petróleo y con esa lógica no es raro que falte el papel, la leche, el queso y tantos otros productos básicos. 

Pero hay algo peor todavía, cuando los huevos están en una sola canasta el riesgo es grande porque todos quieren apoderarse del cesto y no son pocos los casos en los que se ha matado a la gallina ponedora. Países que llegan a ese extremo necesitan indispensablemente gobiernos autoritarios para controlar la riqueza y en lo posible regímenes populistas, con caudillos muy pintorescos y verborrágicos que den la sensación de que la riqueza alcanza para todos y que se la está distribuyendo con mucha justicia. En época de vacas gordas como la que están atravesando los países que viven de exportar sus materias primas, los caudillos se ponen de moda y se vuelven más populares que nunca. Prometen repartir mejor la riqueza e iniciar procesos revolucionarios imposibles, pues la verdadera revolución consistiría en que la población sea la que aproveche esos recursos naturales o cuando menos figure en primer lugar y no de último, después de satisfacer al apetito del mundo desarrollado, que siempre será primer mundo, mientras naciones como la nuestra sigan asumiendo el papel de proveedores que adquirieron hace más de 500 años.

Enfatizamos en el ejemplo venezolano porque nos parece atroz y por las injustas penurias que está pasando ese pueblo. Pero veamos nuestro caso. Acaban de publicarse las estadísticas de las exportaciones bolivianas que indican que siete de cada diez dólares que ingresan al país provienen del gas y la minería, situación que tiende a mantenerse y tal vez a agudizarse ya que nuestro país produce cada vez menos e importa cada día más. 

El Gobierno no se ha preocupado por cumplir sus promesas de industrializar el gas y de devolvérselo a los bolivianos para que lo usen en la producción de otros bienes, para cocinar o para calentar sus casas, pues los altos precios le han permitido una gran cantidad de ingresos para importar productos y repartir dinero con el fin de mantener a la gente en relativa tranquilidad. Pero todo indica que esa bonanza podría verse afectada por la caída de los precios de las materias primas, lo que nos lleva al último de los factores que tomaron en cuenta aquellos pobladores de Las Piedras para decidirse por echar a la empresa minera: la fragilidad. "Pan para hoy, hambre para mañana", esa es una lección que no terminamos de aprender. Felices los que sí la entendieron.

Pase por caja

Sin mayor análisis y sin hacer el menor reparo, el Gobierno ha decidido pagar un billete sobre otro el monto de la compensación fijada por el Tribunal de Arbitraje de La Haya a la empresa británica Rurelec, cuya participación en la generadora de electricidad de Guaracachi fue expropiada por el Gobierno de Evo Morales. Se trata de casi 29 millones de dólares que deberán ser honrados con la transnacional, pese a que en reiteradas ocasiones el primer mandatario les dijo a las compañías reclamantes que no pagaría ni un solo centavo, porque el Estado Plurinacional Revolucionario Leninista y Antiimperialista no reconocía ninguna de las instancias internacionales, renegaba de la ONU, de la OEA y hasta del Vaticano. El problema es que el mundo da vueltas y frecuentemente viene cargado de muchos sapos para tragar. En este momento, el Gobierno boliviano está más prendido que nunca de La Haya para no hacer el ridículo en la demanda marítima ante Chile y en consecuencia pide respetar sus fallos. El problema es que hay una larga fila de empresas esperando sus pagos y que han recurrido a La Haya. Entre ellas hay una que pide casi 1.500 millones de dólares.

Pacto fiscal: mucho más que dinero

El Pacto Fiscal no es solo cuestión de plata, aunque no es poca cosa decir que el departamento de Santa Cruz perderá 1.200 millones de bolivianos este año si el centralismo sigue acaparando casi el 85 por ciento de los recursos como lo viene haciendo mediante un falso modelo autonómico. Tampoco son bicoca los 120 mil millones de dólares que han ingresado en ocho años al Estado Boliviano, cinco veces más que el mismo periodo anterior, sin poder afirmar sin embargo, que el país, nuestros niños, hospitales, escuelas, carreteras, estén cinco veces mejor.

Y es que la plata no es sinónimo de desarrollo ni de riqueza y mucho menos cuando está en malas manos, no solo por aquello de la corrupción, sino porque el centralismo -definido como uno de los peores males de América Latina-, es un pésimo administrador. Es ineficiente, excluyente, derrochador y torpe a la hora de definir sus prioridades. No se puede decir si el MAS maneja un esquema más o menos corrupto que el pasado, más o menos ineficaz, pero no cabe duda que el centralismo actual está a la medida del caudillismo y el populismo reinantes y el resultado es que las políticas públicas tienen muy poco impacto en la calidad de vida de la gente.

El Pacto Fiscal no es un mero acto contable de distribución de ingresos, a la manera de repartir una torta en pedazos equitativos, con adulados de por medio y viendo siempre de darle la mejor tajada al más gritón. Eso es lo que hemos visto siempre bajo el  prejuicio de que la torta es sólo una, que está en manos de un Estado y que las regiones, los municipios, las universidades y otros entes públicos son simples comensales que se pelean por los despojos con profusa glotonería. En ese caso debemos decir que también las alcaldías y las gobernaciones son centralistas, son producto de esa misma tara mental que nos impide ver a la función pública no como una repartidora de tortas, sino como una generadora de riqueza, de oportunidades, de proyectos y donde se configura la visión de un país y se definen las soluciones estructurales.

El Pacto Fiscal es un pacto social, político y comunitario que busca primero que nada los mejores hombres y mujeres capaces de administrar el dinero;  las instituciones más idóneas para delinear los proyectos y por supuesto, los mejores planes para atacar los problemas del país. El Pacto Fiscal es la manera de hacer el presupuesto del país a largo plazo, es la gran oportunidad de proyectar a Bolivia hacia el futuro y definir el rumbo nacional al margen de una coyuntura de bonanza, que puede ser fugaz en manos de mesiánicos que se creen iluminados para visualizar el horizonte nacional.

El Pacto Fiscal es un acto de credibilidad y de transparencia, de búsqueda de fortalecer la democracia y hacer que ésta funcione para el bien común. El Pacto Fiscal es un acto de madurez, es el paso adelante que debe dar la política, desde los apetitos insanos por el poder hacia el hallazgo de las competencias necesarias para hacer de Bolivia un país próspero, sostenible y competitivo.

El Pacto Fiscal necesita poner en juego todos esos valores al servicio de la política y de la sociedad: credibilidad, transparencia, concertación, democracia, definición de prioridades, meritocracia. Es obvio que ninguno de estos forma parte del ideario del proceso de cambio, de lo contrario no se lo rechazaría con tanto ahínco.

Los cuentos chinos de la CELAC

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) una instancia internacional que corre el riesgo de deteriorarse como ocurrió con la Unasur, por la acción perniciosa de los gobiernos populistas de la región, cometió el acto de hipocresía más grande que se haya visto en los últimos tiempos. La Celac se dio el lujo de reunirse en Cuba, un estado carcelario, con la dictadura más longeva del continente y ni siquiera mencionó la situación de los Derechos Humanos. Para colmo y como si se hubieran exprimido el cerebro, los jefes de estado emitieron en La Habana un pronunciamiento que declara "zona de paz" a América Latina y el Caribe. El problema es que acaba de publicarse un informe que coloca al continente como uno de los principales compradores de armas rusas. El año pasado, la región gastó más de 1.500 millones de dólares en material bélico de alta tecnología y la corporación Rostec, uno de los proveedores ha calificado como un gran éxito de la industria bélica de Rusia, el suministro de helicópteros, equipos blindados, armas de infantería, sistemas antiaéreos, máquinas de combate y otros equipos militares. Bolivia figura entre los clientes de esta boyante industria pese a que nuestra constitución nos describe como una nación pacifista.