viernes, 18 de septiembre de 2015

El irremplazable

Roberto Aguilar es el Ministro de Educación de Bolivia. Es economista, intelectual, docente y exrector de una de las más importantes universidades del país. Ha sido uno de los integrantes más estables del gabinete, cargo que le permitió impulsar una de las tantas reformas educativas que ha llevado adelante nuestra querida nación, donde no terminan de hacer experimentos con los niños. Quien lo escucha a Aguilar comprende la supuesta intención de mejorar las cosas y llevar a los estudiantes a los paradigmas más modernos del aprendizaje; hacia la autonomía de la educación, la revolución de las ideas, la enseñanza liberadora, etc. etc. A cualquier niño que se eduque en una escuela con las características que suele propalar el ministro Aguilar se le dirá que los libros, el conocimiento, la reflexión y los pensamientos, pueden llevarlos hacia el progreso personal y social, bla, bla, bla. Sin embargo, el ministro Aguilar acaba de darle la peor lección que se le puede dar a un niño: ha dicho que el presidente Evo Morales es irreemplazable. A lo mejor eso es lo que piensan muchos, pero eso suena mejor en la boca de algún dirigente del Conalcam, de un sindicalista alcoholizado o una rabiosa Bartolina. Escucharlo de un ministro de EDUCACIÓN es muy triste para Bolivia.

Ama Qhella

No hay duda que se trata de un enorme triunfo diplomático haber logrado el reconocimiento internacional de los valores "Ama Sua, Ama Llulla y Ama Qhella” que tanto enarbola el Gobierno boliviano. Pero tampoco hay que negar la necesidad de ser más sinceros a la hora de hablar de estos preceptos que significan “No seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojo”. Fieles a su estilo de fabricar trucos lingüísticos, los impulsores de esta iniciativa ante la ONU los vendieron como “principios andinos”, cuando en realidad se trata de leyes del imperio incaico utilizadas por la clase dominante de aquella época para cohesionar a los súbditos de los pueblos conquistados. Desde el punto de vista jurídico pertenecen al campo del Derecho Positivo, es decir, normas escritas por un órgano legislativo superior que busca corregir conductas que se suponen desviadas y atentatorias contra el sistema establecido. La ONU es precisamente un organismo mundial que responde a los grandes poderes de hoy y de siempre cuya misión es uniformizar las leyes e imponerlas en los cinco continentes. Aceptar el “Ama Sua, Ama Llulla y Ama Qhella” responde a ese mismo objetivo y los que están en contra flecha son, por el contrario, quienes creen haber impulsado una hazaña cultural.

Nuestros futbolistas

Los futbolistas bolivianos están acostumbrados a trabajar dos o tres horas al día. Eso es todo el tiempo que entrenan. No van al gimnasio, no miran videos, no tienen charlas técnicas, no estudian tácticas ni reciben ningún tipo de motivación psicológica. Actúan como cualquier individuo normal y muchos de ellos beben alcohol con tanta asiduidad y abundancia como cualquiera borrachín consumado. Ganan muy bien y se dan lujos de nuevo rico; concurren a lugares nocturnos, se desvelan y confían demasiado en su talento, que termina opacado hasta la humillación cuando tienen que enfrentar un compromiso internacional, donde lucen como verdaderos amateurs. Los resultados de nuestros clubes, que no son más que comparsas de aficionados al dinero, son precisamente la expresión de la conducta de nuestros atletas, tolerados por directivos y técnicos, porque hacer lo contrario sería exponerse a enfrentar lo de Julio César Baldivieso, quien busca “cambiar de chip”, pero no es aceptado, porque justamente él fue uno de los mejores cultores del “estilo boliviano”. Siempre es bueno pensar que lo pasado es pisado y si Baldivieso quiere cambiar para bien hay que apoyarlo. En una de esas le va bien.  

El Estado en tiempos de crisis


Un famoso pensador liberal cuestionaba el proverbio chino que dice “No le des pescado, enséñale a pescar”. “A la gente no hay que enseñarle nada; todos ya saben trabajar, producir e inventar”, retrucaba el intelectual, para quien el desafío está en no entorpecer la iniciativa privada, no ponerle obstáculos a la producción, no truncar las ideas de los jóvenes, de los empresarios, de los comerciantes, de los pequeños y los grandes, de los que crean y se las ingenian para salir de pobres, crear riqueza y dar trabajo a los demás.
Esta idea hay que tenerla muy en cuenta ahora que se viene una crisis y el Estado ya no va a tener todo el dinero para dar y prestar, para malcriar a la gente, acostumbrarla a recibir el pescado ya cocido en la mesa y echarse a esperar que otros piensen, que otros produzcan, razonamiento que se vuelve generalizado y da como resultado una sociedad chata, carente de amor propio, aplastada por los caciques que se benefician de esa pasividad.
Resulta patético ver cómo los empresarios se ponen en la lista de los que quieren recibir las migajas del Estado que comienza a hacer las cuentas con lo que le va sobrando en la caja para encarar un nuevo modelo de repartija muy parecido al que se puso en práctica en el saqueado Fondo Indígena, que también ya tiene reemplazante.
Lamentablemente nunca falta la creatividad para crear este tipo de entidades, comités, directorios, agrupaciones, lobbies y cámaras, destinados casi siempre a buscar la forma de obtener privilegios, ventajas, recursos para convertir al Estado en el eterno padrino de parásitos y aventureros, cuando deberían estar presionando a los líderes, a las autoridades e instituciones del Estado para que cumplan su rol de facilitador, de generador de oportunidades, de impulsor de las ventajas competitivas del país, de explorador de nuevos mercados, de auxiliar de los bolivianos que tienen ganas de trabajar, pero que muchas veces tropiezan con la burocracia, con la corrupción, con las trabas y muros artificiales creados por los gobernantes para eternizar este sistema público que siempre está buscando medrar con la coima, con el papel sellado, con el trámite y tantas formas que se inventan todos los días para darle pega a su militancia.
Se viene la crisis y lo primero que se les ocurre a los gobernantes es crear nuevos impuestos, inventar cuadrillas de acosadores que salen a las calles a vaciarles los bolsillos al ciudadano, al emprendedor, al que está buscando cómo vender más, producir más y evitar que caiga su empresa y con ello mandar más gente a las calles, seguramente a pedirle al Estado que solucione su problema. La crisis debe ser vista siempre como una oportunidad para inventar cualquier fórmula que sirva precisamente para superar las dificultades y la sociedad necesita de un Estado que le ayude a salir. Lo peor que se puede hacer es tratar de disimular, buscar la forma de acomodarse y peor aún, ponerse en el camino de quienes toman la delantera con su iniciativa.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Dibujo libre

El Gobierno nacional está dispuesto a jugar dibujo libre para seguir pintando “El País de las Maravillas” mientras mantiene a la gente entretenida con la agenda de la reelección indefinida y olvide de que existe la crisis económica. La primera medida anunciada para que la población siga creyendo en el blindaje es la autorización para el uso de las Reservas Internacionales Netas en la mitigación del impacto de la caída de los precios internacionales del petróleo, que este año podría alcanzar los tres mil millones de dólares. Según los pronósticos, el año que viene el impacto de las “vacas flacas” será mucho mayor así que es posible que los 15 mil millones de dólares de reservas queden chicos si es que los genios que nos gobiernan no inventan algo más creativo. Decimos esto porque la austeridad no está en los planes de las autoridades que también han ideado la creación de un fideicomiso de alrededor de 400 millones de dólares para entregar a las gobernaciones cuyos ingresos han bajado. Eso de los fideicomisos es casi lo mismo que el Fondo Indígena pero con un nombre más elegante y en este caso está dirigido a tranquilizar a las regiones que podrían manifestar algún rechazo a los apetitos prorroguistas del régimen.

Narcovuelos a la boliviana

La prestigiosa revista “Caretas” de Perú, que se hizo famosa por investigar los abusos del gobierno de Alberto Fujimori, acaba de publicar un reportaje titulado “Narcovuelos a la boliviana”, siguiendo los rastros de muchas de las avionetas accidentadas y secuestradas por la Policía en las selvas peruanas, tratando de trasladar cocaína hacia nuestro territorio. La publicación ha descubierto que muchas de esas aeronaves son de propiedad de un solo dueño, un empresario beniano que en pocos años logró importar de Estados Unidos más de 30 avionetas, supuestamente para crear junto con otros hombres de negocios y familiares, una de las mayores flotas de transporte de droga en el país. La revista sugiere que el sujeto en cuestión tiene contactos de alto nivel que le garantizan la impunidad, no sólo porque es imposible meter al país tantos aparatos sin que nadie se dé cuenta o haga preguntas incómodas, sino porque el hombre sigue en acción pese a todas las evidencias que se han acumulado y que ahora son públicas gracias a Caretas.  Hace unos días atraparon a un capitán de la Fuerza Aérea con casi 400 kilos de droga que llevaba en uno de esos narcovuelos. El gobierno asegura que es un hecho aislado. Parece que no.

La democracia es lo de menos

Cada día que pasa se pone más grotesco y surrealista el espectáculo que brindan los operadores políticos del oficialismo para darle forma a la “estrategia envolvente” que debe terminar en la reelección indefinida del presidente Morales. Eufemismos, trampas lingüísticas, chicanas jurídicas nunca vistas;  tanta creatividad, viveza criolla y un derroche del clásico “olañetismo “, esa tara con la que nacimos y que no ha cambiado en lo absoluto.
Los señores del Gobierno tienen todo el poder y la falta de escrúpulos para “meterle nomás” y hacer las cosas más expeditas, evitándole a la ciudadanía esta triste opereta, pero obviamente, nos quedaríamos sin identidad política, sin comulgar con esa nuestra cultura que ordena complicarlo todo y hacerlo de la forma que nos legaron los conquistadores, siempre con dobleces, atajos, cajas de sorpresas y trampas. Eso nos ha dado fama mundial y obviamente entretiene a un público acostumbrado al circo.
Con todo lo que tienen planeado para que siga la farra, nuestros gobernantes dejarán claro que las leyes no sirven en Bolivia; son de adorno y se pueden obedecer, cambiar y violar cuando a los poderosos de turno se les venga en gana.
Parece una hazaña lo que están haciendo; parece algo digno de orgullo que el presidente pueda quedarse hasta cuando quiera en el gobierno “porque el pueblo así lo quiere”; parece simple burlarse de la democracia, pero diez, veinte o treinta años perdidos; un cacique más dentro de los tantos que hemos tenido; un proceso más de cambio que se tira a la basura, son historias repetidas en la lamentable trayectoria de nuestro país, que siempre cambia, que ha vivido tantas revoluciones, pero que no logra hallar el rumbo que asegure mejores días para la gente.
Las angurrias por la perpetuidad llevarán a los actuales gobernantes a consumar todos los trucos jurídicos posibles para torcer las cosas, pero también a poner en práctica todas las trampas contables para mantener la idea de que el país está blindado y que no sufrirá los efectos de la crisis económica. Ya se anunció que las Reservas Internacionales pasarán a ser la caja chica que compensará la caída de los precios de las materias primas y cuando este dinero se haya acabado, porque así ocurre siempre con estos regímenes en los que reina la fantochería, no hay duda echarán mano a todo lo que esté a su alcance. Antecedentes sobran para respaldar esta afirmación. La idea es mantener al pueblo en la farra prebendalista en la que ha estado durante una década y al parecer, la gente no tiene ninguna conciencia de lo que nos espera cuando la fiesta se haya terminado.
Lo peor de todo no es, sin embargo, el daño que se le hace a la democracia, el saqueo de las arcas públicas que se nos viene, la postergación de los problemas del país y todo lo que se puede considerar con la consolidación de una autocracia. El daño mayor que se la hace a Bolivia es la destrucción o mejor dicho, la nueva eliminación de la posibilidad de que este territorio pueda tener al fin un Estado, hecho que nos sigue poniendo en condición de extrema fragilidad frente a las amenazas externas que en el pasado nos han llevado al desmembramiento. El peligro es la aniquilación total.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Hasta que el pueblo lo decida

Algunos ven cómo se tambalea el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil; cómo sufre la presidente Bachelet en Chile y cómo se cae el régimen de Otto Pérez en Guatemala y se preguntan qué está pasando en Bolivia, donde ocurren hechos de corrupción similares o tal vez peores y, en vez de hablar de justicia, de investigación y de sanción a los culpables, aquí estamos debatiendo acerca de la posible reelección indefinida del presidente Morales.
Es más, quienes están llevando adelante la propuesta formal de reforma constitucional que podría abrir las puertas a una suerte de monarquía presidencial, son justamente quienes han promovido el saqueo del Fondo Indígena, entidad que ha sido sepultada para garantizar la impunidad de los responsables.
Los observadores y analistas dirán que se trata de un liderazgo fuerte capaz de enfrentar cualquier tipo de vicisitud o que se trata de una estructura política sólida que ha castrado al resto de las opciones dirigenciales; también se menciona el aspecto económico y la impresionante red clientelar que se ha tejido para garantizar lealtades; y se habla por último, de la ausencia de líderes, ya sea dentro o fuera del MAS, que sean capaces de crear una alternativa que permita fortalecer la democracia. Tal vez son esos y muchos otros aspectos, pero quién va a dudar de que Bachelet, Pérez o Rousseff no hayan hecho lo mismo para asegurar la estabilidad y mucho más cuando tienen por detrás aparatos partidarios de gran envergadura que llevan décadas en acción.
Hay un aspecto, sin embargo, que puede estar gravitando significativamente en los países mencionados y que en Bolivia juega a favor de la consolidación de las autocracias, de la inmadurez política, del estancamiento de la democracia, de la falta de solidez institucional, de la ausencia de justicia y muchos otros males de nuestra vida como estado y como país: la ausencia de ciudadanía.
La acción ciudadana es prácticamente nula en Bolivia. Es verdad que hay protestas, conflictos y bloqueos y que la política suele decidirse en las calles, pero eso no deja de ser parte del clásico corporativismo que termina por apuntalar los regímenes populistas que siempre han intentado eternizarse en el poder y cuando menos, volver una y otra vez al mando como lo hicieron “ilustres demócratas” que echaron a perder el proceso democrático boliviano y que hoy reniegan por la búsqueda de la eternización del presidente Morales.
El ciudadano que se indigna en Venezuela, que sale a las calles en Brasil, que bate sus cacerolas en Argentina y que se autoconvoca a través de las redes sociales no existe en nuestro país, no tiene fuerza, carece de conciencia y no es capaz de hacer escuchar su voz para llevar adelante un verdadero cambio, sobre todo una transformación moral que necesita con urgencia nuestro sistema.
El ciudadano boliviano se encoge de hombros, aguanta la justicia malandra que tenemos, se resigna al caudillismo y trata de buscarle alguna virtud a las cosas “porque no hay otra”. Mientras pensemos de esa manera, no queda más salida que darle la razón a los oficialistas que llevan adelante la nueva reelección y concluir que la gente lo quiere así.

El llanto de los agropecuarios

Algunos dirigentes del sector agropecuario de Santa Cruz estaban por derramar lágrimas por la renuncia de la ministra de Desarrollo Rural, Nemesia Achacollo, quien ocupó el cargo durante cinco años. Parece increíble que los productores llamen a esta señora “amiga de los ganaderos y agricultores”, después de tantos padecimientos, las tomas de tierras, las torturas del INRA, las prohibiciones a las exportaciones, los cupos, el acoso de las autoridades forestales y el Ministerio de Trabajo, las amenazas de reversión, los saneamientos y la demora en la entrega de títulos de propiedad, entre muchas otras vicisitudes que tuvieron que enfrentar los hombres y mujeres del campo, tratados por este régimen como si fueran delincuentes. Algunos creen que si no hubiera sido por Doña Nemesia, las cosas hubieran sido peores, ya que se trata de una funcionaria que conoce la región y además sabe lo que cuesta sembrar y cosechar. El llanto de los productores se hizo copioso cuando se enteraron del sucesor de Achacollo, a quien tendrán que convencer primero que en Santa Cruz se produce alimentos y esa comida no es para los chanchos, sino para los bolivianos.

martes, 1 de septiembre de 2015

Todo al petróleo: apuesta desquiciada

Las apuestas son siempre irracionales, aunque los jugadores compulsivos frecuentemente buscan alguna señal esotérica de qué agarrarse para arriesgarlo todo: un sueño, alguna cábala o un amuleto. Pero cuando el gobierno boliviano decide apostarlo todo al petróleo no solo podemos creer que se han vuelto locos, sino que están condenando al país al despeñadero.
El Gobierno habla de darles incentivos a las petroleras para que inviertan (recientemente confirmó mil millones de dólares en premios) y también menciona cifras astronómicas que podrían comprometer las reservas internacionales y por último busca cómo dirigir recursos que les corresponden a los municipios y gobernaciones para que sean invertidos en la exploración y la explotación de hidrocarburos.
Demás está mencionar que la apuesta por el petróleo incluye rifar las reservas naturales y los parques nacionales, expulsar a los indígenas de sus territorios “para que no interfieran en el desarrollo del país” y condenarnos para siempre al rentismo, en niveles parecidos a Venezuela, donde la adicción al petróleo ha terminado por paralizar al país, volverlo improductivo, condenado a soportar graves situaciones de escasez de los artículos más elementales.
Las autoridades nacionales, cuya angurria en realidad está dirigida en mantener grueso el chorro de dinero para eternizarse en el poder, podrían conducir al país a extremos de fragilidad y de dependencia nunca experimentados. Bolivia nunca ha estado boyante en términos económicos (los gobiernos sí), pero al menos hemos sido capaces de asegurar mínimamente el abastecimiento interno y eso ha sido posible porque además de apostar por las industrias extractivas (que ha sido una constante en todos los regímenes) se ha buscado cómo diversificar la economía de tal forma de fomentar el empleo y la productividad de los bolivianos, a los que hay que darles los medios de sustento y no dádivas que podrían acabarse en cualquier momento.
En la última década el país ha estado en inmejorables condiciones para destinar gran parte de su renta petrolera a las diferentes cadenas productivas como la madera, la castaña, la industria vitivinícola, la quinua, la soya, cueros, lácteos, frutas, etc., pero lamentablemente el gobierno prácticamente las ha ignorado y en algunos casos les ha hecho la guerra hasta conseguir su destrucción como sucedió con la actividad forestal, de inmenso potencial como generador de riqueza. De acuerdo a los datos de la fundación Jubileo, menos del dos por ciento de los recursos nacionales son destinados a la diversificación económica y eso implica menos oportunidades para la gente para tener un empleo digno o emprender su propia actividad de forma de descargarle el Estado el peso del paternalismo que se ha estado promoviendo.
Obviamente todo eso se podría lograr –y estamos a tiempo-, si nos fijamos metas a largo plazo, si hubiera planificación, visión de conjunto, políticas públicas y gente pensando en el futuro del país y no en las conveniencias electorales dirigidas a la hoy denominada “Repostulación”, que es la misma mona con otro vestido, atuendo que corre el peligro de terminar en harapos si no se toman medidas urgentes.

Que viva el Carnaval

Cuando llega una crisis en Bolivia solo hay una sola cosa que puede asegurarse: todo puede suspenderse,  recortarse,  postergarse, menos el carnaval. No importa la falta de plata, los desastres ni las muertes o los conflictos, el carnaval es sagrado. A diferencia de lo que suele repetir una y mil veces el ministro de Economía, Luis Arce, por primera vez uno de sus colegas,  el titular de Defensa, Reymi Ferreira, admitió que se están haciendo recortes en el gobierno debido a la caída de los ingresos y se están reajustando prioridades. Por ejemplo y pese a lo grave que se ha puesto el problema de las narcoavionetas en la frontera con Perú, las autoridades han decidido posponer la compra de radares y cumplir la ley que ordena derribar las naves que transportan cocaína. Como decíamos,  en crisis hay otras urgencias y en los tiempos actuales al carnaval hay que sumarle el rally Dakar y el doble aguinaldo.

La propaganda y la realidad

Los que se asombran por el gasto excesivo en propaganda tendrían que esperar para ver lo que ocurrirá si las cosas se ponen feas como se anticipa. Es probable que se intensifique aún más el bombardeo mediático para tratar de fijar en las cabezas de los bolivianos que “todo marcha bien” como lo repite una y otra vez el ministro de Economía y como lo acaba de decir el presidente Morales, quien ha dicho que, como todo anda sobre ruedas él tiene que continuar en el gobierno, usando esta vez el truco lingüístico de la “repostulación”, otra de las “estrategias envolventes” que ha venido usando el régimen en estos años.
Eso de las “estrategias envolventes” fue una técnica muy usada por el estalinismo soviético y el abuso de la propaganda es una herencia que nos ha dejado el nazismo. Ambos regímenes autocráticos deberían estar vigentes en la actualidad si fuera cierto –como lo creían ellos-, que el poder de la comunicación es tal que hasta pueden llegar a transformar la realidad y que la máxima “miente, miente que algo queda” que tanto repetía el estratega de Hitler, Joseph Goebbels se puede usar indefinidamente.
Algunos de los teóricos marxistas de la comunicación social que suelen inspirar todavía a muchos de los actuales propagandistas, especialmente a los del gobierno boliviano, creían que los anuncios hegemónicos funcionan como agujas hipodérmicas que inyectan la ideología en las venas de las masas y que en el caso actual, serían capaces de hacernos sentir bien a todos, convencernos de que estamos blindados frente a la caída de los precios internacionales y que como todo es tan formidable, nos alcanza para pagar doble aguinaldo, organizar el Dakar y en agradecimiento semejantes beneficios, reelegir por tercera vez al presidente.
Esto no tiene ni una pizca de exageración y ha sucedido una y otra vez. Cuando los cañonazos de los rusos ya estallaban en las cercanías de Berlín y los ejércitos aliados terminaban con lo poco que quedaba del ejército alemán en Normandía, en la capital germana los medios seguían difundiendo la propaganda triunfalista elaborada con tanto ahínco por Goebbels como si eso hubiera podido cambiar el destino fatídico que les esperaba.
La propaganda es muy útil, no hay cómo dudarlo, pero solo sirve como refuerzo de las condiciones materiales que la ciudadanía pueda palpar en su vida cotidiana. En el caso de Alemania, no hubiera funcionado de no haber sido porque Hitler pudo consolidar la fuerza militar y de inteligencia más poderosa del mundo que estuvo a punto de cambiar el rumbo de la historia para siempre. En Bolivia ha sido primordial en reforzar la idea del “cambio” en la etapa de auge económico más importante del país, que ha permitido una distribución extraordinaria de la renta nacional a través de distintos canales y que se ha sentido como nunca en los bolsillos de la gente.
Los que tienen una fe ciega en la propaganda suelen menospreciar la inteligencia de la población, especialmente la de quienes disponen de menor capacidad para analizar y reflexionar sobre la realidad y su relación con los mensajes. Justamente esos sectores suelen ser los más sensibles ante el menor cambio en aquellas condiciones reales que hoy están en riesgo.