martes, 15 de diciembre de 2015

Los niños del barrio

No hace falta imaginar que la política en América Latina se parece a un juego de niños, lleno de trucos infantiles, posturas caprichosas, rabietas y cambios de reglas, como el gordito de la pelota que siempre quiere imponerse. Solo basta con mirar lo que hizo Cristina Fernández en los últimos días para constatar lo que estamos diciendo. Durante las últimas décadas hubo una banda de niños que se dedicó a hacerle bullying al resto de los chicos, a los pocos "nerds" del barrio que se dedicaron a trabajar mientras los muchachos socialistas estaban de juerga. Como todo en la vida se acaba, como se terminó la herencia del hijo pródigo, ahora la gente se inclina por aquellos que saben poner orden, que dominan ese raro y desconocido arte llamado "trabajo". El presidente Morales ahora dice que él y su amiguito Nicolás Maduro se sienten solos y por eso es que ha decidido buscar cómo entenderse con el argentino Mauricio Macri, con quien espera hacer amistad. El problema es que el nuevo mandatario ha dicho que una de sus prioridades será la lucha contra el narcotráfico. Veremos qué cara ponen los niñitos del Chapare, los dueños de la pelota en este país.

Salpicaduras del Fondo Indígena

La estrategia 'caiga quien caiga' que está aplicando el Gobierno en el escándalo del Fondo Indígena ha comenzado a complicarse. El encarcelamiento de algunos dirigentes indígenas y campesinos que se farrearon millonadas que debían servir para el desarrollo de sus comunidades, amenaza con salpicar cada vez más alto. Los que parecían intocables hoy son llamados a declarar, como lo es la exministra Nemesia Achacollo, señalada por sus mismos compañeros como una de las principales responsables de los malos manejos, porque ella era quien aprobaba los proyectos y los desembolsos. Todo ha surgido a raíz de los comentarios de la exministra Julia Ramos, quien desde su celda preguntó qué privilegios tenía Achacollo y otro sindicalista que también la señaló directamente. Este ataque de transparencia del régimen se activó con el objetivo de mejorar en las encuestas camino del referéndum del 21 de febrero de 2016 y al parecer le está dando buenos resultados. El problema es que, de acuerdo a los testimonios de los últimos detenidos, parte de la plata del Fondo Indígena se usó para la ceremonia de posesión del presidente Morales en Tiahuanaco y que cuando el Primer Mandatario se  enteró de algunas cosas oscuras, habría pedido silencio. La encrucijada es parar la salpicadura o ver si no rebalsa todo hasta febrero.

Justicia: 'Límites intolerables'

Un coronel de la Policía es hallado con 42 kilos de cocaína en su poder y al día siguiente está en su casa por orden de una jueza que lo =benefició con arresto domiciliario y una fianza irrisoria para un narcotraficante de ese tamaño. El Gobierno ha calificado el hecho como intolerable y no hay duda que así es, pero la ciudadanía quiere saber cuánto más tendremos que aguantar este tipo de casos que no es nuevo y tampoco el más grave.
Semanas atrás, el general Óscar Nina, ex comandante nacional de la Policía, organizó una gran fiesta en la cárcel de Palmasola para celebrar su cumpleaños, lo que evidenció que el exoficial, acusado de proteger a bandas de narcos, goza de buena salud económica y excelentes contactos políticos e institucionales.
A estos escándalos hay que sumarle el arresto en septiembre de un capitán de la Fuerza Aérea con casi 400 kilos de droga, el caso del “narcocontratista” de YPFB,  José Luis Sejas, que llevaba toneladas de cocaína a la Argentina y numerosos hechos que han colocado a Bolivia en el centro de la sospecha continental, con el agravante de que en el país funciona toda una estructura política y judicial destinada a proteger a las mafias.
El arresto de los miembros del denominado “Clan Terán”, con elevados vínculos políticos; la detención del famoso “narcoamauta” Valentín Mejillones, el caso del general Sanabria, del mayor Ormachea, el escándalo Ostreicher, la red de abogados extorsionadores que operaban a órdenes de varios ministerios, debieron servir hace mucho tiempo para marcar un “límite intolerable”, pero lamentablemente se hizo poco y nada para frenar las acciones de este inmenso aparato institucional que ahora actúa descaradamente, como lo hizo aquella jueza con el coronel Juan Carlos Tapia.
El presidente Morales se ha quejado públicamente de la situación de la justicia; en reiteradas ocasiones ha mencionado a los jueces que liberan a los narcos y también a los oficiales de la Policía que les venden información a los traficantes. El mismo ha lamentado la protección que operan en las llamadas “narco-comunidades”, donde dirigentes ligados al partido gobernante ejercen presión para que los negocios turbios prosperen. Hay cientos de jueces y fiscales procesados por este tipo de acciones y en los pasillos de los tribunales los abogados suelen mencionar a los “consorcios” que están perfectamente organizados para favorecer a ciertos criminales que tienen el pulgar levantado del poder.
El Gobierno tiene toda la fuerza para cambiar las cosas. Goza de la capacidad política, de dos tercios en el Congreso, ha tenido abundantes recursos y el tiempo necesario para enfrentar las reformas que ayuden a levantar la justicia, pero el problema no ha hecho más que empeorar, lo que lleva a la conclusión de que no hay respuestas sencillamente porque no existe la voluntad de modificar la situación.
El presidente argentino Mauricio Macri ha dicho que una de sus tres prioridades será luchar contra el narcotráfico y en Brasil cada vez suena más fuerte la idea de frenarle el carro a Bolivia en esta materia. Tal vez tengamos que esperar nuevamente a que los cambios vengan impuestos de afuera, como sucedió en los años a finales de los años '80, cuando llegamos a los umbrales de lo intolerable.

El que en vida fue: Lago Poopó

Nunca como en estos diez años se había escuchado hablar tanto de ecología en Bolivia. El medio ambiente, la madre tierra, la Pachamama, los derechos de las plantas y los animales, las piedras con alma y todos los mensajes favorables hacia el cuidado de la naturaleza. Nuestros gobernantes han cobrado fama mundial por las leyes ecológicas, por sus discursos en cada una de las conferencias internacionales y por su decidido apoyo a las medidas planetarias a favor de la reducción del impacto sobre los recursos agua, tierra, flora y fauna. Pero hay un dicho muy cierto y tiene que ver con la coherencia: “Por los frutos los conoceréis” y en verdad, las palabras son muy livianas, tanto que se las lleva el viento y son los hechos los que suelen pasar a la historia. En el futuro tal vez el “Proceso de Cambio” sea recordado porque fue el primero en partir un parque en dos para construir una sospechosa carretera; por haberle abierto las puertas de las reservas naturales a las empresas petroleras y tal vez lo recuerden también por haber sido el periodo en el que se secó un lago, el segundo más grande del país.  

jueves, 10 de diciembre de 2015

¿Cambiará Venezuela? ¿Cambiará Argentina?

Muchos de los argentinos que sueñan con un cambio genuino esperan que Mauricio Macri pueda llegar con la receta justa para devolver al país a su época dorada, cuando ostentaba el título de potencia planetaria, líder internacional en exportaciones, el granero del mundo, con lingotes de oro amontonados en  los pasillos el Banco Central.
La otra porción de los habitantes sigue esperando la reencarnación de Juan Domingo Perón y Evita, con todos sus beneficios, regalos, ventajas para la clase obrera, expropiaciones, guerra contra los ricos y un derroche de favores y socorros para la gente, para los descalzos y descamisados.
En el caso de los venezolanos existe un consenso muy bien establecido en la realidad de un país que es dueño de una de las reservas petroleras más importantes del mundo: todos, absolutamente todos, sienten que tienen derecho a vivir de esa riqueza y reclaman una porción de su torta, que ahora ha disminuido y que ya no alcanza para mantener los niveles de repartija que manejaba Hugo Chávez.
En los tres casos, se trata de sociedades tuteladas, la potencia exportadora Argentina fue producto de una era postcolonial conducida por Inglaterra; el peronismo fue una fuerza político-militar arraigada en el nacionalismo que se benefició de varias décadas de acumulación de riqueza y finalmente, la realidad venezolana está anclada en los recursos naturales que han dado como resultado una población inerte, a expensas de las élites que hoy, como siempre, proponen cambiar.
¿Qué tanto puede cambiar una sociedad que depende casi exclusivamente de un solo recurso? ¿Qué tiempo le pueden dar a un gobierno para que busque un modelo de sostenibilidad?
Macri dice tener una estrategia lista contra la inflación, los precios y algunos otros indicadores. En Bolivia podríamos darle cátedra de todos los trucos monetarios que se pueden aplicar para conseguir estabilidad macroeconómica, una virtud que ostentamos desde 1985, sin que ello implique una verdadera transformación hacia la competitividad, es decir, hacia un sistema productivo que funcione sin sobresaltos, con mayor independencia y que sea capaz de asegurar un mínimo de bienestar a la población, amenazada constantemente por la precariedad socioeconómica.
Y cuando nos preguntamos si pueden cambiar Venezuela o Argentina, deberíamos mirar también a la situación de Chile o Brasil, por citar los países mejor posicionados, que también sufren la fragilidad de un modelo altamente dependiente de las materias primas, con sociedades de mentalidad caudillista y mesiánica, esperanzadas en que un día vendrá un Perón, un Chávez, un Evo o un Lula a cambiar radicalmente la situación, a ponerle comida al plato y llenarle el tanque de gasolina.
Si los diputados que han ganado en Venezuela o el nuevo presidente de Argentina no le dicen la verdad a la gente, es decir, que la única forma de conseguir la prosperidad de un país es con el trabajo individual, con emprendedores, con la inteligencia y el conocimiento de todos, no existen posibilidades de hacer transformaciones significativas.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cuerpo y figura del 'Proceso de Cambio'

El escándalo del Fondo Indígena está sirviendo para constatar con lujo de detalles de qué madera está hecho el “proceso de cambio”. Hace unos días, el ex viceministro Rafael Puente se rasgaba las vestiduras frente al encarcelamiento de la exministra Julia Ramos, preguntándose cómo es que una especie de santa vendió su alma al diablo. El mismo comentarista decía que al mes de inaugurada la “revolución moral” una dirigente oficialista decía que había que repartir pegas en función del aporte  que se había hecho en campaña, para que recuperen su platita. Posteriormente, la exministra Nemesia Achacollo también dio luces sobre cómo funciona todo esto. Según argumenta, ella se cansó de reclamar, denunciar, observar e informar sobre la farra que estaba ocurriendo en el Fondo Indígena y todos le respondían más o menos como aquel carnavalito “Soy soltero”, cuyo estribillo dice “Si me emborracho es con mi plata”. A lo mejor alguien, tal vez don Rafael Puente, que estuvo mucho más de un mes en el Gobierno y nunca denunció tales cosas, tenía la misión de recordarles a sus compañeros que esto es un Estado y no una farra. Por último nos quedamos con las palabras de Julia Ramos: “¿quién protege a Nemesia Achacollo?”.

La expresión del pueblo venezolano

Es verdad que la derrota chavista del domingo es la más significativa de los últimos 17 años, pero no ha sido la única. Cuando Hugo Chávez estaba vivo y rebosante de salud, la “revolución bolivariana” perdió un referéndum en 2007 y fue derrotado en reiteradas ocasiones en bastiones importantes, incluyendo la capital y en numerosos municipios.
En cada caso, el régimen se encargó de aplastar esos resultados,  ya sea creando superestructuras destinadas a pasar por encima de las autoridades electas, nombrando delegados presidenciales o simplemente desatando persecución judicial contra los líderes de la oposición que desafiaron la hegemonía chavista.
Lo ocurrido recientemente no solo ha sido el golpe más contundente, sino también, el más extendido a nivel nacional y sobre todo, es necesario analizar el fondo que hay detrás de semejante demostración popular.
Una vez más tienen razón los que aseguran que mientras haya “pan y circo” la población inmadura y acostumbrada a asociar política con caudillismo, a la manera de las tribus primitivas, se mantendrá pegada a la seguridad que le brindan los sistemas que promueven el clientelismo como forma de administración de la cosa pública.
La crisis de Brasil, la derrota de Cristina Fernández y la debacle del chavismo en Venezuela tienen un mismo origen, de la misma forma que el encumbramiento socialista en la última década tiene su explicación en la bonanza económica que propició una repartija nunca vista en la historia de nuestros países. Lamentablemente, para ellos, la piñata ya se acabó y eso se refleja en el estado de ánimo de la gente que se expresa en las urnas.
Los venezolanos que votaron contra Maduro no lo hicieron en defensa de la democracia, por los derechos humanos o por rechazar la persecución y los ataques a la libertad. Desgraciadamente eso todavía suena a extravagancia de primer mundo, pues en nuestro medio la clave de la política sigue siendo “barriga llena corazón contento”.
La oposición ganó en Venezuela porque la gran mayoría se cansó de hacer colas en los supermercados y en las farmacias, se hartó de la escasez y la inseguridad y siente que las cosas tienden a empeorar. Eso es lo que ha pasado en Argentina y por eso es que se lo ve a Mauricio Macri haciendo todos los movimientos necesarios para asegurar acciones efectivas y rápidas contra la crisis, la inflación, el costo de la vida, la producción, etc.
Haría mal el nuevo gobierno en priorizar el revanchismo y meterse en peleas con los adversarios, sabiendo que el tiempo es corto y la urgencia es grande por mostrarles a los votantes que confiaron en el cambio, las ventajas que prometieron en campaña.
Para los ganadores de Venezuela será complicado  lograr la capacidad de influir para que se produzca un cambio de rumbo en materia económica, no solo porque el régimen puede ignorar la actividad parlamentaria donde ha perdido la mayoría, sino porque Maduro todavía tiene en sus manos todo el poder republicano, la justicia, las fuerzas armadas y una inmensa capacidad de movilización de movimientos sociales y milicias que han anunciado que desde ahora la democracia se resuelve en las calles. Ojalá los pronósticos fallen, pero es ahora cuando tendremos la oportunidad de constatar cuán dictador es Nicolás Maduro.

El monstruo que devora a sus hijos

Algunas respuestas que dan los jerarcas del “Proceso de cambio” en relación a la corrupción nos dan una idea del escaso conocimiento que han desarrollado acerca del manejo de la cosa pública. Diez años deberían ser suficientes para exigirles respuestas más coherentes, pero a lo mejor no es falta de sapiencia y son otras cosas nomás, como decía el poeta uruguayo Zitarrosa.
Ojalá alcanzara con crucificar a todos los corruptos y aunque existiera una norma al respecto, habría que ver quién, en este bendito país, es el responsable de aplicar semejante sanción, contra quiénes y con qué fines. Mejor pensemos en otra forma porque, tal como marcha la justicia, es probable que los martirizados no sean los enemigos de lo ajeno, sino precisamente los que suelen pedir cuentas y demandar transparencia.
Uno de los fundadores del régimen que ha opinado sobre el escándalo del Fondo Indígena ha llevado las cosas a la cuestión étnica, preguntándose cómo es posible que una campesina de pollera pueda cometer actos espurios, cómo se puede admitir que una dirigente de tanta trayectoria se manche las manos. Exceso de candidez o cinismo en su máxima expresión.
La exministra Nemesia Achacollo, una de las que más tiempo se mantuvo en el gabinete debería ensayar una explicación más creíble para convencer de que no tiene responsabilidad en los malos manejos del Fondo Indígena. Con tanta experiencia como servidora pública y al menos un par de décadas en el plano sindical, pretende hacernos creer que no pudo hacer nada con una gavilla de corruptos que según ella le respondían como niños malcriados en plena farra. ¿Tanta trayectoria en el liderazgo no le sirvió para imponer su autoridad, al menos para salvar la imagen de los indígenas que ahora está más manchada que nunca?
Los que ahora se muestran ingenuos y se rasgan las vestiduras, fueron muy inteligentes, astutos y sistemáticos a la hora de desmantelar el aparato estatal y jurídico destinado a salvaguardar los bienes públicos. En los diez años de gestión jamás han aplicado las leyes que garantizan la supervisión, tampoco incurren en prácticas como la licitación, las convocatorias, los concursos de mérito y la institucionalización de los cargos. Se burlan de todo eso y pasan por alto constantemente.
Fueron muy calculadores a la hora de modificar la Constitución y poner al presidente por encima de los poderes republicanos, con la potestad de nombrar, designar, poner, proteger, encubrir y destituir, algo que en teoría política se llama absolutismo, pero que aquí se lo bautizó con el rimbombante Estado Plurinacional, un adefesio hecho para practicar toda clase de desmanes administrativos. Eso sí, la fiscalización, el control y la persecución funciona solo para los enemigos, como sucedía en los viejos estados medievales.
Este inmenso artefacto en el que meten mano movimientos sociales, sindicatos, compadres, “vacas sagradas”, avalados y bendecidos del régimen solo podía dar como resultado un monstruo indomable que ahora está comenzando a devorarse a sus propios hijos. Y si no lo detienen, terminará destruyendo a todos.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Un parche (más) para la industria petrolera

Las empresas petroleras y cualquiera que entienda mínimamente de la industria energética deben estar sorprendidas  al ver que el Gobierno boliviano quiere armar un plan de exploración y explotación de hidrocarburos con un fondo de 200 millones de dólares. Y al mejor estilo de los charlatanes de plaza, les ofrece a los municipios, gobernaciones y universidades públicas que por cada dólar que inviertan le van a devolver cuatro.
Buscar gas y petróleo es una tarea muy costosa, la más onerosa de todas y encima es la más riesgosa, porque toma años y decenas de pozos perforados dar con los yacimientos productivos, lo que implica muchísimo más que ese dinero que pretende confiscar y que significa menos escuelas, menos hospitales, menos desarrollo productivo y menos seguridad ciudadana, destinos que hoy tienen los recursos del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH).
Para darse una idea del tamaño del problema que debe resolver el gobierno para recuperar la capacidad productiva en el sector hidrocarburos, en 1998, cuando se alcanzó el pico más alto de la etapa exploratoria que permitió ampliar la producción (y despertar el apetito nacionalizador), se invirtieron más de 600 millones de dólares y se perforaron 65 pozos. Hoy, con ese dinero que herirá de muerte al desarrollo social del país, se pretende recuperar más de diez años perdidos en los que se dilapidaron decenas de millones de dólares que pudieron servir para la reactivación; sin embargo, llegamos a la ínfima cantidad de 6 perforaciones por año, lo que nos pone en una grave situación frente a los compradores de nuestro gas.
Las autoridades saben el desafío que tienen al frente y es por eso que el año pasado anunciaron una inversión superior a los 16 mil millones de dólares en hidrocarburos hasta 2025. Se supone que una novedad de esa envergadura viene acompañada del adecuado respaldo financiero, por lo que no se sabe qué pueden aportar 200 millones a semejante cifra.
La sospecha que tienen los críticos de esta propuesta es que ese dinero restado al IDH simplemente servirá para seguir parchando el problema, es decir, para continuar “sobornando” a algunas petroleras oportunistas que han ingresado en el juego de las compensaciones, un mecanismo que, lejos de atacar la raíz de nuestras dificultades, está bastardeando la industria, enrareciendo el panorama y ahuyentando aún más a las empresas que se han estado negando a venir a Bolivia durante la última década por la inseguridad jurídica y por todo este contexto de inestabilidad, aspectos inadmisibles en una industria de esta naturaleza.
El tema de fondo no es plata y si fuera así, el Gobierno tiene de sobra de dónde sacar mucho más que esos 200 millones de dólares. La dificultad estriba en la inoperancia, la falta de previsión y de visión para reconocer el fracaso de la política hidrocarburífera que empezó en el 2006 y poner en marcha un plan de recuperación que implique el cambio de reglas de juego que permita atraer inversiones reales y sostenidas. Mientras no se produzca este sinceramiento, los paliativos no harán más que postergar la grave crisis que se avecina.

Consecuencias de la politización de nuestro gas

El presidente Morales no podía esconder su gesto de incomodidad cuando mencionaba su viaje a Argentina para asistir a la posesión de Mauricio Macri. Pocas veces se lo ha visto referirse con tanta reverencia hacia un “líder de la derecha”, contra el que hizo campaña y ahora reconoce como genuino triunfador de las elecciones, con quien debe dialogar y entenderse muy bien.
El tema es que con el triunfo de Macri se acrecienta el peligro hacia el gas boliviano, que en realidad está amenazado desde el 2003, cuando las fuerzas que comandaron la denominada “Guerra del gas” acabaron con el proyecto de venta de gas a Chile, la única vía que tenían nuestros yacimientos de conseguir una verdadera expansión continental. Sin mercados asegurados y desarrollados de manera anticipada la industria del gas no puede florecer, pues se trata de un producto que no se puede almacenar y su transporte no es tan simple.
Con ese episodio tan dramático y tan ruin para nuestro futuro como eje distribuidor de energía en Sudamérica, Bolivia se volvió un proveedor poco confiable y la nacionalización no hizo más que confirmar esa situación pues sobrevino una sequía de inversiones que tiró al suelo nuestras reservas, con lo que es complicado conseguir nuevos contratos e inversiones.
Ante esa realidad, en nuestro vecindario comenzaron la búsqueda de proveedores alternativos, incluyendo por supuesto Argentina y Brasil, que instalaron plantas de regasificación del LNG, un producto que ahora circula con mucha más asiduidad por todos lados y cuyo precio ha bajado sustancialmente, al punto de generar una peligrosa competencia al gas que se transporta por gasoductos.
En ese contexto surgió el Plan Mejillones, consistente en la importación chilena de gas a través del puerto norteño para suministrarle el energético a Argentina. Y en eso tiene razón el exembajador de Argentina en La Paz, Ariel Basteiro, quien afirmó que fue importante la afinidad política entre Néstor Kirchner y Evo Morales para incrementar el consumo de gas boliviano, abastecimiento que le vino muy bien al vecino país, donde la inoperancia del régimen puso en peligro el abastecimiento. De todas formas la Casa Rosada no cumplió todas las promesas que hizo para elevar sus compras y ahora surge este nuevo riesgo en el que pueden incidir las cuestiones políticas. Analistas chilenos y argentinos creen que Macri simplemente está asustando al gobierno boliviano con el relanzamiento del Plan Mejillones y tal vez trate de usarlo como mecanismo de presión en el tema del narcotráfico. Si fuera así, de todas formas el régimen boliviano está en una grave encrucijada.
En el mejor de los casos no pasará nada: Bolivia mantendrá los volúmenes de exportación de gas a la Argentina y posiblemente pueda aumentarlos, pero los compradores exigirán mejores precios, hecho que incidirá seguramente en la renegociación del acuerdo de compra-venta que tiene con Brasil, proceso que está a la vuelta de la esquina. Recordemos que nada menos que Lula Da Silva dijo que su país le compraba gas a nuestro país por un asunto de cooperación, es decir por los mismos asuntos políticos de los que habló Basteiro. Lamentablemente, en la actualidad nuestro país no está en las mejores condiciones para negociar, ni desde el punto de vista de las reservas y tampoco políticamente.

En Fondo Indígena en campaña

De la misma manera que ocurrió en las elecciones  subnacionales de 29 de marzo, la corrupción en el Fondo Indígena podría convertirse otra vez en la sombra negra del oficialismo. En aquella ocasión este escándalo fue lapidario especialmente en el departamento de La Paz, donde la candidata Felipa Huanca fue directamente implicada en el caso y terminó vapuleada en las urnas. Algo parecido ocurrió en la Alcaldía de El Alto y para qué vamos a mencionar lo del Municipio paceño. Pese a que el episodio ha socavado la credibilidad del régimen, que se vio obligado a despedir a la influyente ministra Nemesia Achacollo, el Gobierno insistió durante meses con su política de encubrimiento, hecho que ha comenzado a cambiar en estos días con el arresto de importantes personajes de  la casa. Tal vez no alcance con tocar a las ramas, pues la gente sabe quiénes son realmente los responsables de los malos manejos en el Fondo Indígena, en los que también tuvo que ver el intocable Ministerio de Finanzas que, según las denuncias, autorizó el traspaso de dinero a cuentas personales de los sospechosos de malversar millones de bolivianos. Pronto veremos hasta dónde percibe el oficialismo el riesgo de una derrota en el referéndum del 21 de febrero y si en verdad no quiere que se repita lo de marzo.

Primero Cristina, ayer Dilma… hoy Maduro

El dominó político de América Latina ha comenzado a caer y los hechos indican que marcha más rápido de lo que se creía. Cuando todos tenían la mirada puesta en Argentina, donde el Kirchnerismo ya es historia (no así el Peronismo) y la atención fijada en Venezuela, donde se ha producido un golpe electoral muy duro para el Chavismo este domingo, surge algo que parecía sepultado, el juicio político a la presidente brasileña Dilma Rousseff que podría derivar en su destitución.
La interpelación a la mandataria ha sido aprobada por la Cámara de Diputados de Brasil, por considerar que existen indicios de culpabilidad en la violación a las leyes fiscales y la manipulación de las finanzas públicas para beneficiar la reelección el año pasado. Los partidos de oposición que buscan la renuncia de Rousseff presentaron la solicitud de juicio en septiembre y cuando la amenaza parecía disiparse gracias a las maniobras oficialistas, el presidente de los diputados autorizó el proceso, en el que podrían salir todos los sapos y culebras que aún falta por verse desde que Lula Da Silva llegó al poder en enero de 2003.
La crisis política de Brasil luce más grave todavía en el contexto de deterioro económico brasileño que amenaza con profundizarse y prolongar la recesión económica. El juicio a Rousseff podría convertirse en una señal positiva que aliente la recuperación, aunque el mejor camino debería ser el cambio de rumbo, como está sucediendo en Argentina, donde Macri está llamado a inyectar dinamismo a la alicaída situación de su país.
Y en este sentido, el presidente electo argentino ya comenzó su trabajo y lo ha orientado con las mismas armas que actuaron los regímenes pertenecientes al Socialismo del Siglo XXI, cuya mayor virtud fue tejer alianzas continentales que fortalecieron el proyecto liderado por Hugo Chávez y a la vez actuaron como fuerzas constrictoras frente a los opositores. Macri ha anunciado viajes a diferentes países y entre lo más destacado, ha prometido el relanzamiento de un proyecto energético conjunto con Chile, hecho que ha puesto muy nervioso al presidente Morales, pues amenaza las ventas de nuestro gas. El cambio de tono de nuestro mandatario hacia su futuro colega argentino es algo que se convertirá en una constante en el nuevo contexto de América Latina, donde los “revolucionarios” estuvieron hablando muy fuerte durante la última década.
En Venezuela las cosas parecen más difíciles y sin duda alguna la transición será más larga y tal vez muy dura. Lo más claro es que la población parece haber tomado ya una determinación, señal que debería ser suficiente para los militares venezolanos, convocados a respetar las urnas y asumir una conducta más democrática. Fortalecen esta tendencia continental, la arremetida contra la narcopolítica, la nueva actitud de la OEA frente a los abusos de Maduro y los múltiples llamados de actores internacionales a asumir la nueva realidad política que surge en todas las naciones que giraron hacia el socialismo, desde Cuba hasta Chile, donde la presidenta Bachelet no logra remontar el deterioro de su imagen.