martes, 13 de diciembre de 2011

Los pasos de la Cumbre

La Cumbre Social convocada por el Gobierno de Evo Morales no podía tener una peor apertura. El vicepresidente García repartiendo insultos y destilando odio entre bolivianos, una característica esencial de este régimen, que precisamente lo ha llevado a la crisis actual que lo obliga a tratar de recuperar el oxígeno político que se le ha escapado vertiginosamente en estos seis años.

Si hubiera un único tema para la cumbre, ese debería ser la búsqueda de la unidad entre los bolivianos, pues los enfrentamientos, las diferencias y los egoísmos se han acentuado en el último lustro, porque el Gobierno creyó que esa era la mejor forma de apuntalar su hegemonía, sobre la base de la división y la confrontación que ha llegado al extremo de la lucha violenta en varias ocasiones.

¿Dónde estamos? Sin duda alguna estamos peor que en el 2006. En ese momento se hablaba de un empate catastrófico, de las dos Bolivias, de dos visiones contrapuestas que desataron una pugna interna que tuvo su expresión más dura en el 2008, cuando Evo Morales se declaró vencedor por haber aplastado las reivindicaciones de la mitad del país, con miras a conseguir la plenitud del poder republicano y la capacidad para construir un modelo diferente de país.

La paradoja es que, con la Cumbre, no solo se vuelve a poner de manifiesto que aquel punto de bifurcación jamás se produjo en el país, sino que el empate catastrófico ahora tiene a los indígenas, a los obreros y a muchos sectores populares de la población en el bando opuesto al Gobierno, que apenas está acompañado por los cocaleros, burócratas, organizaciones que se benefician de la economía ilegal y movimientos que están gozando del monstruoso prebendalismo masista.

¿Qué agenda puede salir de esta reunión? El MAS ha demostrado que su único interés es la conservación del poder a cualquier costo y es obvio que apenas busca la ratificación de su rumbo, la cohesión con los grupos leales, acciones que sin duda alguna vendrán a incentivar aún más la división entre los bolivianos. Al vicepresidente García Linera se le han acabado los términos para descalificar a sus oponentes y ahora los llama “escupidos” y “escupidores”, como si de esa forma pudiera borrar la historia reciente que justamente dio origen a la mayor manifestación de fraternidad entre ciudadanos bolivianos que se hubiera producido en la historia del país.

¿Puede cambiar el rumbo el Gobierno? Eso equivaldría a recuperar el camino democrático, algo a lo que este régimen ha renunciado de manera definitiva. Un golpe de timón también debería significar el destrabamiento del proceso autonómico, pues de la manera actual, es imposible conseguir la viabilidad del país. Si Evo Morales quisiera realmente escuchar al pueblo, debería frenar la persecución política, restaurar el Estado de Derecho en Bolivia, instaurar un modelo de justicia libre de intervención política y dejar a un lado los ataques a la libertad de expresión. La verdadera agenda tiene que incluir el respeto a la propiedad privada, el incentivo a las inversiones y el levantamiento de las restricciones impuestas a los productores, que se sienten presos en su propio país, sin posibilidades de desarrollar todo su potencial.

Una verdadera cumbre tiene que hablar del narcotráfico, del contrabando, de la ilegalidad y la corrupción que están consumiendo los valores de la sociedad y socavando las estructuras del Estado, con graves amenazas de liquidarlo definitivamente.

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