jueves, 19 de julio de 2012

Un completo bochorno

El problema de la Alcaldía de Santa Cruz es que le sobran aliados al oficialismo conducido por Percy Fernández. Y lo que debería ser una ventaja, es decir, la formación de una “megacoalición” indestructible, en la política criolla no funciona, pues no alcanzan las pegas para repartir entre tantos comensales. De ahí que la “solución” al dilema surja por la vía de un juego (también criollo y de nombre grotesco) que los niños  solían llamar “gataparida”.

Con lo sucedido el pasado martes en el Concejo Municipal, Santa Cruz se ha sumado de lleno al golpismo predominante en la nueva democracia nacional, donde el cálculo, las pulseadas y el abuso, se sobreponen a las leyes. Tampoco vamos a decir que todo esto es nuevo, ya que el Municipio de Santa Cruz ostenta el raro honor de haber tenido al primer alcalde ilegal (1987-89) de la naciente democracia, elegido como una “solución salomónica” ante un empantanamiento infranqueable entre dos siglas que decían defender los intereses de la ciudad.

Precisamente el bienestar de la ciudadanía, las obras y el porvenir de este municipio es lo que menos les ha interesado a los miembros del Concejo y de todo el Municipio, que desde hace meses se encuentran enfrascados en un grotesco conflicto, cuya “solución” ha sido más escandalosa todavía.

La telenovela municipal cruceña tiene todos los ingredientes de la vieja política que han resurgido en estos años con ímpetus autoritarios: el chantaje, la oprobiosa instrumentalización de la justicia a favor de las maniobras que han permitido ejecutar un acto de vendetta y el atropello de algunos personajes que usan el transfugio y el camaleonismo con suma facilidad para ponerlo al servicio del abuso.

Durante las últimas semanas se ha estado hablando de la necesidad de buscar la unidad de las fuerzas políticas de Santa Cruz ante las amenazas de golpe que se yerguen desde  el centralismo. Con la última noticia del Concejo, es imposible pensar en otra forma que no sea la impostura, lo que anticipa que en la Gobernación podría ocurrir exactamente lo mismo, con la complicidad de quienes dicen –de la boca para afuera-, defender la autonomía, la democracia y el estado de derecho.

Durante todo este tiempo de conflicto no ha surgido ni el menor atisbo de búsqueda de diálogo, de respeto a la voluntad de la gente y, por lo visto, las leyes tampoco importan para quienes sólo buscan acomodarse y mantener las cuotas de poder que ponen en peligro la continuidad de la gestión municipal.

Es obvio que la ciudad pierde con este tremendo embrollo que no parece tener fin, pues a la vista surge que hay dos concejos paralelos que buscarán mantener su vigencia. El prestigio de Santa Cruz, su posicionamiento como la capital más importante del país, la que ostenta el mayor presupuesto y la que ha estado buscando el liderazgo nacional, se ha ido al tacho del basurero.

Con el bochornoso espectáculo del martes, caen en saco roto todas las esperanzas de gestar un nuevo modelo de país desde Santa Cruz. Con ese episodio, que demuestra inmadurez, falta de vocación democrática de los líderes y altos niveles de corrupción, el Municipio ha quedado a la altura de cualquiera de las alcaldías de pueblo donde reina la inestabilidad.

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