martes, 15 de diciembre de 2015

Los niños del barrio

No hace falta imaginar que la política en América Latina se parece a un juego de niños, lleno de trucos infantiles, posturas caprichosas, rabietas y cambios de reglas, como el gordito de la pelota que siempre quiere imponerse. Solo basta con mirar lo que hizo Cristina Fernández en los últimos días para constatar lo que estamos diciendo. Durante las últimas décadas hubo una banda de niños que se dedicó a hacerle bullying al resto de los chicos, a los pocos "nerds" del barrio que se dedicaron a trabajar mientras los muchachos socialistas estaban de juerga. Como todo en la vida se acaba, como se terminó la herencia del hijo pródigo, ahora la gente se inclina por aquellos que saben poner orden, que dominan ese raro y desconocido arte llamado "trabajo". El presidente Morales ahora dice que él y su amiguito Nicolás Maduro se sienten solos y por eso es que ha decidido buscar cómo entenderse con el argentino Mauricio Macri, con quien espera hacer amistad. El problema es que el nuevo mandatario ha dicho que una de sus prioridades será la lucha contra el narcotráfico. Veremos qué cara ponen los niñitos del Chapare, los dueños de la pelota en este país.

Salpicaduras del Fondo Indígena

La estrategia 'caiga quien caiga' que está aplicando el Gobierno en el escándalo del Fondo Indígena ha comenzado a complicarse. El encarcelamiento de algunos dirigentes indígenas y campesinos que se farrearon millonadas que debían servir para el desarrollo de sus comunidades, amenaza con salpicar cada vez más alto. Los que parecían intocables hoy son llamados a declarar, como lo es la exministra Nemesia Achacollo, señalada por sus mismos compañeros como una de las principales responsables de los malos manejos, porque ella era quien aprobaba los proyectos y los desembolsos. Todo ha surgido a raíz de los comentarios de la exministra Julia Ramos, quien desde su celda preguntó qué privilegios tenía Achacollo y otro sindicalista que también la señaló directamente. Este ataque de transparencia del régimen se activó con el objetivo de mejorar en las encuestas camino del referéndum del 21 de febrero de 2016 y al parecer le está dando buenos resultados. El problema es que, de acuerdo a los testimonios de los últimos detenidos, parte de la plata del Fondo Indígena se usó para la ceremonia de posesión del presidente Morales en Tiahuanaco y que cuando el Primer Mandatario se  enteró de algunas cosas oscuras, habría pedido silencio. La encrucijada es parar la salpicadura o ver si no rebalsa todo hasta febrero.

Justicia: 'Límites intolerables'

Un coronel de la Policía es hallado con 42 kilos de cocaína en su poder y al día siguiente está en su casa por orden de una jueza que lo =benefició con arresto domiciliario y una fianza irrisoria para un narcotraficante de ese tamaño. El Gobierno ha calificado el hecho como intolerable y no hay duda que así es, pero la ciudadanía quiere saber cuánto más tendremos que aguantar este tipo de casos que no es nuevo y tampoco el más grave.
Semanas atrás, el general Óscar Nina, ex comandante nacional de la Policía, organizó una gran fiesta en la cárcel de Palmasola para celebrar su cumpleaños, lo que evidenció que el exoficial, acusado de proteger a bandas de narcos, goza de buena salud económica y excelentes contactos políticos e institucionales.
A estos escándalos hay que sumarle el arresto en septiembre de un capitán de la Fuerza Aérea con casi 400 kilos de droga, el caso del “narcocontratista” de YPFB,  José Luis Sejas, que llevaba toneladas de cocaína a la Argentina y numerosos hechos que han colocado a Bolivia en el centro de la sospecha continental, con el agravante de que en el país funciona toda una estructura política y judicial destinada a proteger a las mafias.
El arresto de los miembros del denominado “Clan Terán”, con elevados vínculos políticos; la detención del famoso “narcoamauta” Valentín Mejillones, el caso del general Sanabria, del mayor Ormachea, el escándalo Ostreicher, la red de abogados extorsionadores que operaban a órdenes de varios ministerios, debieron servir hace mucho tiempo para marcar un “límite intolerable”, pero lamentablemente se hizo poco y nada para frenar las acciones de este inmenso aparato institucional que ahora actúa descaradamente, como lo hizo aquella jueza con el coronel Juan Carlos Tapia.
El presidente Morales se ha quejado públicamente de la situación de la justicia; en reiteradas ocasiones ha mencionado a los jueces que liberan a los narcos y también a los oficiales de la Policía que les venden información a los traficantes. El mismo ha lamentado la protección que operan en las llamadas “narco-comunidades”, donde dirigentes ligados al partido gobernante ejercen presión para que los negocios turbios prosperen. Hay cientos de jueces y fiscales procesados por este tipo de acciones y en los pasillos de los tribunales los abogados suelen mencionar a los “consorcios” que están perfectamente organizados para favorecer a ciertos criminales que tienen el pulgar levantado del poder.
El Gobierno tiene toda la fuerza para cambiar las cosas. Goza de la capacidad política, de dos tercios en el Congreso, ha tenido abundantes recursos y el tiempo necesario para enfrentar las reformas que ayuden a levantar la justicia, pero el problema no ha hecho más que empeorar, lo que lleva a la conclusión de que no hay respuestas sencillamente porque no existe la voluntad de modificar la situación.
El presidente argentino Mauricio Macri ha dicho que una de sus tres prioridades será luchar contra el narcotráfico y en Brasil cada vez suena más fuerte la idea de frenarle el carro a Bolivia en esta materia. Tal vez tengamos que esperar nuevamente a que los cambios vengan impuestos de afuera, como sucedió en los años a finales de los años '80, cuando llegamos a los umbrales de lo intolerable.

El que en vida fue: Lago Poopó

Nunca como en estos diez años se había escuchado hablar tanto de ecología en Bolivia. El medio ambiente, la madre tierra, la Pachamama, los derechos de las plantas y los animales, las piedras con alma y todos los mensajes favorables hacia el cuidado de la naturaleza. Nuestros gobernantes han cobrado fama mundial por las leyes ecológicas, por sus discursos en cada una de las conferencias internacionales y por su decidido apoyo a las medidas planetarias a favor de la reducción del impacto sobre los recursos agua, tierra, flora y fauna. Pero hay un dicho muy cierto y tiene que ver con la coherencia: “Por los frutos los conoceréis” y en verdad, las palabras son muy livianas, tanto que se las lleva el viento y son los hechos los que suelen pasar a la historia. En el futuro tal vez el “Proceso de Cambio” sea recordado porque fue el primero en partir un parque en dos para construir una sospechosa carretera; por haberle abierto las puertas de las reservas naturales a las empresas petroleras y tal vez lo recuerden también por haber sido el periodo en el que se secó un lago, el segundo más grande del país.  

jueves, 10 de diciembre de 2015

¿Cambiará Venezuela? ¿Cambiará Argentina?

Muchos de los argentinos que sueñan con un cambio genuino esperan que Mauricio Macri pueda llegar con la receta justa para devolver al país a su época dorada, cuando ostentaba el título de potencia planetaria, líder internacional en exportaciones, el granero del mundo, con lingotes de oro amontonados en  los pasillos el Banco Central.
La otra porción de los habitantes sigue esperando la reencarnación de Juan Domingo Perón y Evita, con todos sus beneficios, regalos, ventajas para la clase obrera, expropiaciones, guerra contra los ricos y un derroche de favores y socorros para la gente, para los descalzos y descamisados.
En el caso de los venezolanos existe un consenso muy bien establecido en la realidad de un país que es dueño de una de las reservas petroleras más importantes del mundo: todos, absolutamente todos, sienten que tienen derecho a vivir de esa riqueza y reclaman una porción de su torta, que ahora ha disminuido y que ya no alcanza para mantener los niveles de repartija que manejaba Hugo Chávez.
En los tres casos, se trata de sociedades tuteladas, la potencia exportadora Argentina fue producto de una era postcolonial conducida por Inglaterra; el peronismo fue una fuerza político-militar arraigada en el nacionalismo que se benefició de varias décadas de acumulación de riqueza y finalmente, la realidad venezolana está anclada en los recursos naturales que han dado como resultado una población inerte, a expensas de las élites que hoy, como siempre, proponen cambiar.
¿Qué tanto puede cambiar una sociedad que depende casi exclusivamente de un solo recurso? ¿Qué tiempo le pueden dar a un gobierno para que busque un modelo de sostenibilidad?
Macri dice tener una estrategia lista contra la inflación, los precios y algunos otros indicadores. En Bolivia podríamos darle cátedra de todos los trucos monetarios que se pueden aplicar para conseguir estabilidad macroeconómica, una virtud que ostentamos desde 1985, sin que ello implique una verdadera transformación hacia la competitividad, es decir, hacia un sistema productivo que funcione sin sobresaltos, con mayor independencia y que sea capaz de asegurar un mínimo de bienestar a la población, amenazada constantemente por la precariedad socioeconómica.
Y cuando nos preguntamos si pueden cambiar Venezuela o Argentina, deberíamos mirar también a la situación de Chile o Brasil, por citar los países mejor posicionados, que también sufren la fragilidad de un modelo altamente dependiente de las materias primas, con sociedades de mentalidad caudillista y mesiánica, esperanzadas en que un día vendrá un Perón, un Chávez, un Evo o un Lula a cambiar radicalmente la situación, a ponerle comida al plato y llenarle el tanque de gasolina.
Si los diputados que han ganado en Venezuela o el nuevo presidente de Argentina no le dicen la verdad a la gente, es decir, que la única forma de conseguir la prosperidad de un país es con el trabajo individual, con emprendedores, con la inteligencia y el conocimiento de todos, no existen posibilidades de hacer transformaciones significativas.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cuerpo y figura del 'Proceso de Cambio'

El escándalo del Fondo Indígena está sirviendo para constatar con lujo de detalles de qué madera está hecho el “proceso de cambio”. Hace unos días, el ex viceministro Rafael Puente se rasgaba las vestiduras frente al encarcelamiento de la exministra Julia Ramos, preguntándose cómo es que una especie de santa vendió su alma al diablo. El mismo comentarista decía que al mes de inaugurada la “revolución moral” una dirigente oficialista decía que había que repartir pegas en función del aporte  que se había hecho en campaña, para que recuperen su platita. Posteriormente, la exministra Nemesia Achacollo también dio luces sobre cómo funciona todo esto. Según argumenta, ella se cansó de reclamar, denunciar, observar e informar sobre la farra que estaba ocurriendo en el Fondo Indígena y todos le respondían más o menos como aquel carnavalito “Soy soltero”, cuyo estribillo dice “Si me emborracho es con mi plata”. A lo mejor alguien, tal vez don Rafael Puente, que estuvo mucho más de un mes en el Gobierno y nunca denunció tales cosas, tenía la misión de recordarles a sus compañeros que esto es un Estado y no una farra. Por último nos quedamos con las palabras de Julia Ramos: “¿quién protege a Nemesia Achacollo?”.

La expresión del pueblo venezolano

Es verdad que la derrota chavista del domingo es la más significativa de los últimos 17 años, pero no ha sido la única. Cuando Hugo Chávez estaba vivo y rebosante de salud, la “revolución bolivariana” perdió un referéndum en 2007 y fue derrotado en reiteradas ocasiones en bastiones importantes, incluyendo la capital y en numerosos municipios.
En cada caso, el régimen se encargó de aplastar esos resultados,  ya sea creando superestructuras destinadas a pasar por encima de las autoridades electas, nombrando delegados presidenciales o simplemente desatando persecución judicial contra los líderes de la oposición que desafiaron la hegemonía chavista.
Lo ocurrido recientemente no solo ha sido el golpe más contundente, sino también, el más extendido a nivel nacional y sobre todo, es necesario analizar el fondo que hay detrás de semejante demostración popular.
Una vez más tienen razón los que aseguran que mientras haya “pan y circo” la población inmadura y acostumbrada a asociar política con caudillismo, a la manera de las tribus primitivas, se mantendrá pegada a la seguridad que le brindan los sistemas que promueven el clientelismo como forma de administración de la cosa pública.
La crisis de Brasil, la derrota de Cristina Fernández y la debacle del chavismo en Venezuela tienen un mismo origen, de la misma forma que el encumbramiento socialista en la última década tiene su explicación en la bonanza económica que propició una repartija nunca vista en la historia de nuestros países. Lamentablemente, para ellos, la piñata ya se acabó y eso se refleja en el estado de ánimo de la gente que se expresa en las urnas.
Los venezolanos que votaron contra Maduro no lo hicieron en defensa de la democracia, por los derechos humanos o por rechazar la persecución y los ataques a la libertad. Desgraciadamente eso todavía suena a extravagancia de primer mundo, pues en nuestro medio la clave de la política sigue siendo “barriga llena corazón contento”.
La oposición ganó en Venezuela porque la gran mayoría se cansó de hacer colas en los supermercados y en las farmacias, se hartó de la escasez y la inseguridad y siente que las cosas tienden a empeorar. Eso es lo que ha pasado en Argentina y por eso es que se lo ve a Mauricio Macri haciendo todos los movimientos necesarios para asegurar acciones efectivas y rápidas contra la crisis, la inflación, el costo de la vida, la producción, etc.
Haría mal el nuevo gobierno en priorizar el revanchismo y meterse en peleas con los adversarios, sabiendo que el tiempo es corto y la urgencia es grande por mostrarles a los votantes que confiaron en el cambio, las ventajas que prometieron en campaña.
Para los ganadores de Venezuela será complicado  lograr la capacidad de influir para que se produzca un cambio de rumbo en materia económica, no solo porque el régimen puede ignorar la actividad parlamentaria donde ha perdido la mayoría, sino porque Maduro todavía tiene en sus manos todo el poder republicano, la justicia, las fuerzas armadas y una inmensa capacidad de movilización de movimientos sociales y milicias que han anunciado que desde ahora la democracia se resuelve en las calles. Ojalá los pronósticos fallen, pero es ahora cuando tendremos la oportunidad de constatar cuán dictador es Nicolás Maduro.