viernes, 25 de abril de 2014

Hablemos de trabajo


Cada año, cuando está por definirse el porcentaje de aumento salarial en el país, la población contiene el aliento como si se tratara del sorteo del número gordo de la lotería. Habitualmente, la revelación de la dichosa cifra viene precedida de arduas negociaciones, movilizaciones, dinamitazos, marchas y huelgas, por lo que al final, el monto  fijado es considerado como una conquista por unos y una derrota por otros.

Esa es la manera cómo la sociedad boliviana ejerce cada año una labor pedagógica hacia las nuevas generaciones. Es la manera cómo le dice a los trabajadores, que las cosas se ganan peleando en las calles, convenciendo a los otros con raros artilugios y amenazando con paralizar, boicotear y perjudicar las labores productivas. Algo debe haber de malo en esta estrategia, pues en Japón los obreros hacen todo lo contrario cuando buscan un aumento: trabajan horas extras.

Vamos al aumento definido en estos días. El salario mínimo ha sido fijado en 1.440 bolivianos y supongamos que de aquí en adelante, si la economía sigue tan boyante y bien manejada como la pintan nuestros gobernantes, el incremento se mantiene en 10 por ciento por año. En 20 años, ese trabajador, que todos los años soñará y peleará por su “diezmo”, que rogará para que el Gobierno exprima a los empresarios y que venderá su alma al diablo si es necesario para obtener su aumento, no llegará a los siete mil bolivianos, que en 2034 seguramente seguirá siendo un sueldo de hambre, como bien lo definen los dirigentes, algunos de los cuales pelean hoy en el 2014 un sueldo de ocho mil bolivianos, porque según ellos, esa cifra es adecuada al costo de vida.

Cómo debería pensar un trabajador del Siglo XXI, que no considere el aumento salarial como una dádiva que le llega del Gobierno, como una victoria política o como un acto de resentimiento hacia la “clase empresarial” a la que siempre han mostrado en Bolivia como el gran enemigo. Necesitamos cambiar de mentalidad y pensar que el aumento viene en función de nuestra capacidad productiva individual. El incremento debería ser sinónimo de ascenso, de crecimiento, de aprendizaje y promoción, de aumento de las habilidades y competencias y en ese sentido, un trabajador que empiece ganando hoy esos 1.440 bolivianos, no solo que llegará mucho más rápido a los siete mil bolivianos, sino que en su camino habrá producido más, habrá ayudado a crecer a las empresas y aportado a la generación de más empleos y de mayor calidad para sus hijos y sus nietos.

Obviamente, un trabajador de esas características surge de un Estado abocado a mejorar las escuelas, a promover la capacitación y a invertir más en ciencia y tecnología para que tanto obreros como empresas gocen de mejores perspectivas productivas que ayuden al crecimiento sostenible, a la industrialización y la competitividad. Para un obrero con ese discernimiento, pensar en un aumento del 10 por ciento, que mide por igual a los empeñosos, a los vagos y a los borrachos, es nada más que la señal de un tercermundismo impulsado por líderes políticos que se creen dioses por haber aprobado un incremento salarial que desfachatadamente llaman “digno”.

Radio cocina ministerial


La política boliviana ha sido siempre carente de escrúpulos, como en cualquier parte del mundo. El que se escandaliza es porque no lee los periódicos o no mira los noticieros. Pero siempre ha tenido algo de bueno nuestra política criolla y es que siempre ha dejado a un lado la vida privada de las personas y los dirigentes. Y cuando se ha producido un desliz, como el que ocurrió con la supuesta paternidad de la hija de una ministra, la opinión pública reaccionó con notoria aprensión y en todo caso el que salió mal parado fue el autor del rumor. Lamentablemente el gobierno actual -tan revolucionario él-, parece estar cambiando las cosas y lo estamos viendo en el conflicto con los suboficiales de las Fuerzas Armadas, que salen todos los días a marchar exigiendo la “descolonización” de la institución castrense. El ministro de Defensa Rubén Saavedra convocó el miércoles a una conferencia de prensa para hacer gala de su capacidad de hacer “radio cocina” y se las dio de chimentero sobre los líos de faldas de cierto uniformado y los enredos de otra dama con numerosos caballeros. Tal vez el proceso de cambio quiera cambiar también las reglas del decoro y la decencia en este país o es nomás como dicen los suboficiales, que todo es cuestión de discriminación.

¿De qué se quejan los militares"

Las movilizaciones de los maestros y de los trabajadores de salud ya no llaman la atención en Bolivia pese a que tienen sueldos de hambre. Ellos piden hasta ocho mil bolivianos de sueldo, algo que sí suena estrafalario, sobre todo porque los presupuestos de educación y de salud son  ínfimos en comparación con el de Defensa, que se lleva una de las porciones más grandes de los ingresos del país.

En efecto, el gasto militar es uno de los más altos en el país y ha crecido exponencialmente en los últimos años, al punto de que países vecinos como Paraguay han denunciado un creciente proceso armamentista en Bolivia. Se han creado cuarteles, se han comprado aviones e incluso el presidente Morales habla de incrementar sustancialmente el número de efectivos del Ejército.

Si las Fuerzas Armadas están en auge, porque obviamente un régimen como el actual necesita tener a los militares más que nunca pegado al poder político, cómo es que estamos asistiendo al insólito espectáculo de los suboficiales de las distintas unidades castrenses, saliendo a las calles vestidos de uniforme, protestando por su bajos salarios, por el maltrato, la discriminación y las malas condiciones de vida y de trabajo que desempeñan.

En teoría, el Gobierno había transformado a las Fuerzas Armadas, las había convertido en socialistas, anticapitalistas y socias absolutas del proceso de cambio, siempre dispuestas a levantar el brazo, a gritar “Patria o Muerte”, a ensalzar al invasor argentino-cubano "Che" Guevara y hacer de panaderos y diligencieros cuando haga falta. Se podría haber entendido que los militares hacían eso por convicción y “patriotismo”, pero lo más probable es que ha sido por una serie de privilegios, buenos sueldos y ventajas, como el derecho a una jubilación diferente al resto de los bolivianos.

Cuando se produjo el escándalo de los “gastos reservados” y el Gobierno actual decidió eliminarlos, se comprobó que gran parte de esas millonadas derrochadas en un ítem que se podría llamar “gobernabilidad” se iba en pagar a los dirigentes de los movimientos sociales con gran capacidad de reclutamiento y de bloqueo y también en costear la lealtad de los altos mandos militares, que si bien han perdido su capacidad para tomar el poder, siguen siendo claves para mantener el orden establecido y ciertos niveles de paz social gracias a la capacidad persuasiva de sus armas. Las quejas de los suboficiales, el silencio de los altos jerarcas y la torpeza con la que están actuando algunas autoridades civiles hace pensar que está ocurriendo lo mismo y que la discriminación que se denuncia, en realidad es una desigual distribución de esas cuotas de fidelidad. En otras palabras, la torta es suculenta, pero se la podrían estar llevando unos cuantos, como ha sucedido siempre.

Los suboficiales, a quienes les han escarbado sus vidas privadas como a nadie en el país, han pedido “descolonizar” las Fuerzas Armadas. ¿Qué significa eso? Ocurre que en las sociedades imperiales como la inglesa o como la española, era tradicional que en cada familia “bien” siempre haya un cura y un oficial militar. Era la manera que tenían los regímenes conservadores de mantener el statu quo, de evitar las revoluciones y conservar ciertos privilegios. Es obvio que ese se mantiene exactamente igual pese a todos los maquillajes.

miércoles, 23 de abril de 2014

La mentira del aumento salarial


A partir del incremento salarial dispuesto por el Gobierno, nadie en Bolivia debería ganar menos de 1.440 bolivianos, algo que en sí mismo parece una gran victoria para los trabajadores, pero lamentablemente esconde más defectos que virtudes.

1.440 bolivianos puede ser una cifra pequeña, pero no lo es para un trabajador novato, un joven que recién empieza un oficio, que está aprendiendo y que necesita que su empleador le brinde el derecho a equivocarse mientras termina de formarse. Si Bolivia tuviera buenas escuelas e institutos técnicos, eso no hará falta, pero desgraciadamente, son las empresas las que tienen que pagar los costos más altos de la capacitación.

En la lógica de un empresario al que obligan a pagar un salario mínimo cada vez más alto, resulta contraproducente contratar novatos y obviamente se inclinará por los experimentados, que rinden más y sus salarios no se inflan en la misma medida. Naturalmente, la peor parte se la llevan los trabajadores jóvenes, que terminarán en algún empleo informal, sin beneficios, sin seguro, sin jubilación y con un salario menor a los 1.440 bolivianos. Lo tomas o lo dejas.

Las autoridades que conducen la economía en complicidad con los dirigentes de la Central Obrera Boliviana, quieren hacer creer que el aumento salarial  superior al porcentaje de la inflación oficial es algo digno y positivo, pero no es más que demagogia barata. No solo porque el incremento apenas llega al 30 por ciento de los trabajadores del país, sino porque está basado en un cálculo mentiroso del Índice de Precios al Consumidor, que de acuerdo a cómputos más serios, ha bordeado el 12 por ciento en el 2013.

Obviamente, el incremento es alto para el sector formal de la economía, que no fue consultado y menos incorporado en las negociaciones. Las empresas que pagan impuestos y que sostienen al Estado vienen sufriendo un fuerte acoso impositivo y una carga cada vez mayor de compromisos y responsabilidades, que a la larga terminan por perjudicar a los mismos asalariados, pues de achica la oferta laboral y se deteriora la calidad del trabajo. En otras palabras, estas políticas constituyen una presión para que los emprendedores migren hacia la informalidad, se vuelvan contrabandistas o, lo que es peor, se inclinen por alguna de las actividades ilegales que están en boga en el país  y que generan la sensación de bonanza que tanto proclaman las autoridades.

El incremento es la parte más fácil para el Gobierno, es una salida electoralista y demagógica, pues el esfuerzo que se debería hacer pasa por incrementar la producción que frena la inflación, generar más empleos dignos y aportar para que se genere una cualificación del trabajo.

El aumento a secas es un arma de doble filo, pues si bien mejora el poder adquisitivo de una parte de la población, genera una presión inflacionaria sobre los productos básicos que consumen la porción más grande del salario de los pobres. Este “impuesto” lo pagan en su mayoría quienes no reciben ningún aumento.

En otras palabras, de qué puede servir un buen aumento, si la escasez convierte ese incremento en nada; si el mayor perjudicado es el empresario que opta por despedir parte de sus trabajadores; si la calidad del trabajo no aumenta y lo que crece es la informalidad, sinónimo de precariedad.

Llenos de goteras


Los más memoriosos y asustadizos pensaron ayer que se repetía el tristemente célebre 18 de marzo de 1983, cuando un inmenso turbión arrasó con buena parte de la ciudad de Santa Cruz y sus alrededores, sobre todo las comunidades ribereñas del Piraí. Hasta las obras estrella de la Alcaldía de Santa Cruz tambalearon con la lluvia que azotó nuestra capital desde las 9:30 de la mañana y que se prolongó hasta el final de la tarde. No vamos a mencionar los canales de drenaje que se desbordaron y que pusieron a flotar a los automóviles en varias avenidas. Esto ha sucedido en numerosas ocasiones últimamente. Había que ver lo que ocurrió en el túnel que atraviesa la pista de aterrizaje de El Trompillo, descrita por algunos como una verdadera catarata que inundó la faja de circulación. No hubo obra que quede libre de las oleadas de agua, mercados, escuelas, viviendas, universidades, todo bajo el azote inclemente del temporal. Quejarse de la precariedad de las obras, del aparente maquillaje que se observa en algunos casos, parece una vieja cantaleta. Hace mucho se cometieron errores en el diseño de la ciudad que lamentablemente costará mucho corregir. El problema más grave es que las lluvias son cada vez más intensas y seguimos en las mismas con tendencia a empeorar.

martes, 22 de abril de 2014

No sólo de inglés vive el hombre


Los indígenas bolivianos han recibido la cordial e inteligente invitación a aprender inglés para poder ganarse becas de estudio en el exterior. Es una de las ideas más sensatas que se les ha dado en los últimos años a nuestros originarios, acostumbrados a que se los incite de manera no muy cuerda. El problema no será irse y ganarse las becas, sino volver, pues está claro que, según las más recientes estadísticas, los bolivianos siguen con unas ganas locas de emigrar. ¿Serán los genes? ¿Será la ideología? Parece que no, pues este impulso suele repetirse en países con índices económicos muy parecidos al boliviano, aunque los discursos insistan que la cosa es de maravillas. Antes de prepararlos para el viaje de ida, habría que pintarles el panorama que encontrarán al retorno. Es muy probable que además de perfeccionar el inglés, esos jóvenes aprenderán muchas cosas, sobre todo a ser emprendedores e innovadores, los dos grandes retos de cualquier profesional moderno. Ellos serán entrenados a tener iniciativa propia, a inventar algo útil que seguramente los hará famosos y millonarios, como ocurre con bolivianos ilustres como Marcelo Claure, el rey de los celulares o el adolescente Michael Sayman, inventor de aplicaciones para la gigante Apple. Cuando vuelvan ellos no estarán preparados para trabajar para un Estado que les impide ganar más que el presidente, que les prohíbe exportar y que en cualquier momento los amenazará con nacionalizarlos. Tampoco estarán listos para enfrentar a un gobierno que dice odiar a los capitalistas, que les hace la guerra, los hace huir, para luego quedarse con sus negocios.

lunes, 21 de abril de 2014

Tarija y el desarrollo nacional


Pasados los ruidos de la fiesta de Tarija conviene hablar del modelo de desarrollo de Bolivia, del “proyecto país” que subyace detrás de nuestro medio de vida más importante -el gas-, cuya porción más grande sale precisamente del subsuelo tarijeño. Se han dicho muchas cosas en estos días y principalmente, que Tarija no tiene un proyecto de desarrollo, que habría que dotarle de uno para que sirva de modelo a nivel nacional y lo más importante: que así como se acabó el petróleo en Camiri, disminuyó el gas en Santa Cruz y Cochabamba, de la misma manera llegará el día en que los tarijeños se topen con sus campos secos.

¿Qué pasará entonces? En los años 50, cuando Santa Cruz era el centro petrolero nacional y se ganó con sangre el derecho a las regalías, consiguió con esos ingresos construir un proyecto de desarrollo que a la postre se convirtió en la salvación de un país minero fracasado, que hasta ahora no encuentra su norte. Solo hay que ver las migajas que dejan los minerales para darse cuenta de lo que ocurre. 

La hecatombe de las minas que explosionó en 1985 les dejó a los habitantes de las tierras altas la alternativa de convertirse en cocaleros o trasladarse a Santa Cruz, a transformarse en propietarios y a producir ya sea como agricultores, comerciantes, industriales, artesanos y toda una diversidad de actividades que surgieron gracias a que la autogestión y la iniciativa privada permitieron volcar la renta petrolera en un modelo sostenible, desligado del rentismo, heterogéneo y globalizado. 

Si hacemos cuentas, lo que recibió Santa Cruz en términos de regalías en más de treinta años es cinco veces menor a lo que ha recibido en menos de una década desde que existe el sistema de distribución del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) y por supuesto, es una minucia comparado con lo que está recibiendo Tarija en este momento, convertido en el centro de producción de hidrocarburos, lo que le permite tener un mayor crecimiento, recibir una fuerte ola inmigratoria y mostrar ante todos obras faraónicas, puentes, pavimentación, etc. ¿Pero es ese un modelo de desarrollo? 

Unas cuántas preguntas nos hacen ver que Tarija simplemente está derrochando lo que no ha sembrado, tal como lo ordena el contexto nacional de despilfarro, de ostentación y gastos superfluos en que el incurre el régimen que nos gobierna. Las obras son buenas, pero ¿cuánto del dinero que le ingresa a los tarijeños se reinvierte en producir? ¿Cuánto de ese dinero se inyecta en obras como la dotación de energía, un motor que le sirvió al norte cruceño para transformarse en el polo productivo más grande de Bolivia? 

¿Acaso usan los recursos para modernizar la producción vitivinícola por ejemplo? ¿Se ha creado algún comité que ayude a priorizar las obras? ¿Se están construyendo escuelas e institutos de formación técnica? ¿Se está pensando de qué van a vivir los tarijeños cuando se acabe el gas y se está trabajando en ello? ¿Están peleando los tarijeños para que parte del gas que producen se quede en el departamento y que sirva para hacer industria, para crear empresas o cuando menos para que la gente no siga cocinando a leña como sucede hoy en día? 

Si a Santa Cruz le quitaran los recursos del gas el impacto sería menor, pues tiene de qué vivir y si lo dejan, puede producir más, exportar y seguir sirviendo de colchón para soportar los sucesivos experimentos políticos y económicos del andinocentrismo. Pero si a Tarija se le acabara el gas, sucederá lo mismo que a Potosí, cuya única alternativa es llorar por los socavones vacíos de su emblemático cerro.

Humor negro


En la época del Apartheid, circulaban piezas de humor negro que ilustraban el oprobio, la vergüenza, pero también la desfachatez de los abusivos. Decían que en Sudáfrica, cuando un blanco atropellaba a un negro, este último era acusado por destrucción a la propiedad privada. Esto sonaría increíble si no estuviéramos en la Bolivia del cambio, donde ocurren casos insospechados y sobre todo, explicaciones nunca antes vistas. A propósito de la golpiza que recibieron algunos detenidos en Palmasola, nada menos que el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, Rodolfo Calle, dijo que los supuestos agredidos deben presentar un certificado forense para determinar los días de impedimento porque –dice el legislador- “no es lo mismo ser agredido que lesionado”. O sea que moretón más, moretón menos, no interesa el hecho grave consistente el escarmiento que le da un Gobierno sospechoso a unos individuos que tienen mucho para revelar. Pero aún hay más, pues el parlamentario no deja de poner en duda la agresión de la que fueron víctimas los detenidos supuestamente de parte de policías encapuchados que actuaron por orden de un viceministro. “Los privados de libertad están exagerando, a lo mejor han sido empujados nomás y ellos dicen que ha sido agresión”. Qué dirá Mandela.

Siguen las amenazas


El aparato de comunicación del Gobierno no se midió en gastos al cumplirse el quinto año de la masacre del hotel Las Américas, el pasado 16 de abril. Tal vez sospechaba que los medios de comunicación independientes iban a realizar un despliegue especial, destacando en cada caso la falta de credibilidad del proceso judicial que impulsa el Gobierno, sin importar pruebas inventadas y la violación de todos los procedimientos establecidos por ley. El más llamativo fue un anuncio con tintes de amenaza que se publicó en algunos diarios. En el aviso se indicaba que la célula terrorista que supuestamente intentó dividir al país sigue activa y en la parte superior aparecían las fotografías de parlamentarios opositores y masistas librepensantes que han estado denunciando la patraña gubernamental. Recordemos que el régimen impulsó el proceso contra 39 personas y luego abrió el caso Terrorismo II para dar con los presuntos financiadores del grupo de Eduardo Rózsa. Tal vez ahora quiere procesar a los que no creen, a los que desconfían y a los que tratan de que se conozca la verdad, por supuesto, la que el Gobierno quiere esconder. El Ministro de Gobierno ha dicho que va ir por todos ellos. Habrá que preparar espacio en todas las cárceles del país porque seguramente son muchos. De hecho, una reciente encuesta afirma que son la mayoría de los bolivianos los que están convencidos de que todo fue un montaje.

Los idiotas y sus libros

El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, reconoció la semana pasada en Brasil que no volvería a leer jamás su obra más conocida “Las venas abiertas de América Latina” debido a que es “pesadísima”, ya que fue escrita sin conocer debidamente sobre economía y política. El libro de Galeano, escrito en 1971, ha envenenado varias generaciones de idealistas y teóricos con su tesis de que todos, absolutamente todos los problemas de nuestro continente se originan en una suerte de conspiración malévola de los imperios, que durante siglos han trabajado insistentemente para someternos y condenarnos a la miseria. Las teorías de Galeano tienen su origen en leyendas como las que suele repetir nuestro presidente y que dicen que a los indígenas les cortaban las manos y les sacaban los ojos para que no lean ni escriban. Todo lo publicado por el uruguayo en aquel libro, fue calificado como una completa idiotez por tres autores que hicieron una suerte de inventario del veneno abrevado por nuestros jóvenes. El libro, denominado “El Manual del perfecto idiota latinoamericano” fue rechazado por Galeano y otros que se han dedicado a repetir sus historias, muchos de ellos, ilustres bolivianos que reciben títulos de doctor y escriben libros. ¿Los leerán?

lunes, 14 de abril de 2014

Negocios plurinacionales


Hace unos días Bolivia se convirtió en una de las 11 naciones (de un total de 193) que votaron a favor del separatismo de Crimea, región de Ucrania que se mantiene bajo ocupación militar de Rusia, país que ha estado desestabilizando a la república del este europeo con el objetivo de restablecer el imperialismo zarista. La ONU convocó a una sesión para tratar el referéndum separatista de Crimea y emitió una resolución de rechazo apoyada por una abrumadora mayoría, mientras que nuestro embajador en Nueva York, Sacha Llorentty, llevó la postura de apoyar la secesión y respaldar el expansionismo del despótico Vladimir Putin. La prepotencia rusa en contra de Ucrania y de toda Europa en realidad, se asienta sobre la hegemonía energética que ejerce sobre el Viejo Mundo, que depende en gran parte de la provisión de gas de Rusia. Lo insólito de la postura boliviana no está en apoyar a un tirano como Putin, sino en la contradicción que ha sido expresada recientemente. El vicepresidente García Linera acaba de afirmar en Europa que Bolivia podría venderles gas, así reducen la dependencia de los suministros que vienen de los campos rusos. Una de dos, o la coherencia no es la mejor materia del Estado Plurinacional o tal vez el capitalismo y los negocios que se le han metido hasta los huesos a algunos agentes del proceso de cambio.

El capitalismo vive


Durante años venimos escuchando acerca de teorías sacadas del cementerio como el Socialismo; otras que parecen adefesios salidos del laboratorio de algún científico loco como el Socialismo del Siglo XXI y otras que surgieron de las elucubraciones mentales autóctonas, típicas del más cínico de los sofistas o del más inescrupuloso de los fariseos: "comunitarismo indígena", "capitalismo andino", "economía comunitaria", "cooperativismo originario", etc., etc.

Es curioso que ninguno de los propietarios de la empresa Air Catering, muy cercanos al autor y propalador de dichas teorías, haya apelado a alguna de esas figuras de índole colectivista para hacer negocios con el Estado Plurinacional, que gustoso aceptó la modalidad del contrato con una empresa absolutamente liberal, con accionistas, con sistemas de outsourcing y demás detalles que confirman que el capitalismo está más vivo que nunca en Bolivia.

El problema es que el capitalismo vigente sobrevive en su estado más salvaje, aquel que coimea, que no compite en igualdad de condiciones y que se vale del poder para hacer empresa, algo que termina por degradar la política y por supuesto al propio capitalismo, que necesita de reglas claras que permitan la innovación y la multiplicación de la riqueza, valores fundamentales de un sistema económico saludable.

En realidad, la versión que se mantiene en Bolivia es el imbatible capitalismo de Estado, que consiste no en generar y multiplicar la riqueza, sino en tejer la mejor red de contactos y privilegios que da como resultado una sociedad espuria entre empresarios y políticos, modalidad que en países con reglas muy bien establecidas tiene un nombre muy claro: mafia.

Esta es precisamente la manera cómo han entendido el nuevo capitalismo los mineros cooperativistas, que durante años se dedicaron a capitalizar ventajas políticas y ahora las ofrecen al mejor postor, es decir, a empresas mineras, nacionales y extranjeras con las que han firmado contratos de explotación de recursos naturales que supuestamente son de todos los bolivianos.

En el caso de los mineros, el Gobierno se ha dado cuenta de la amenaza que significa esta intrincada relación con el oportunismo capitalista y les ha declarado la guerra, insinuando incluso que se trata de una traición a la patria, pese a que en el primer caso, las autoridades se niegan a actuar para ajustar por lo menos las cosas y hacer algunas correcciones. Como sabemos, hasta los grupos mafiosos tienen sus reglas y obviamente los cooperativistas no van a retroceder mientras las leyes no sean parejas. Y de persistir los negocios que han forjado los mineros, la denominada rosca de los barones del estaño quedará como la asociación de las Carmelitas Descalzas en comparación con lo que se nos viene.

El capitalismo debe vivir en Bolivia, porque insistir en el socialismo es condenarnos al fracaso. Pero debe vivir con reglas claras, modernas y sobre todo equitativas. Lo que está sucediendo no solo es la prueba de que no ha cambiado nada en el país, sino que estamos involucionando hacia estadios más primitivos del capitalismo espoliador y saqueador. A este paso, dentro de muy poco tiempo necesitaremos una revolución mucho más profunda que la del 52 para recuperarnos.

Chileno bueno, chileno malo


El Gobierno se ha gastado millonadas en la difusión de anuncios de radio y televisión en los que algunos ciudadanos chilenos le echan flores al presidente y su gestión. Para eso son buenos los chilenos, diría alguien, cuando hablan bien, adulan y aplauden. En primer lugar habría que preguntarle a las autoridades nacionales por qué no difunden esa propaganda en Santiago, en Valparaíso o cuando menos en Antofagasta. Seguramente ahí se convertirán en malos, en un insulto, como ha sucedido con el periodista Raúl Peñaranda, autor de un libro que revela el impresionante control de los medios de comunicación que lleva adelante el régimen del MAS y cuya punta de lanza se encuentra en la vicepresidencia. Al mejor estilo de las turbas de linchamiento, diferentes voceros gubernamentales han salido a gritar "chileno, chileno" contra Peñaranda, un gesto que ha desnudado un sentimiento de xenofobia nunca antes visto en el país. Con esta actitud, no pretendamos que se vuelvan a repetir aquellas manifestaciones tan abiertas y democráticas como las que se produjeron en Chile y tampoco nos quejemos cuando en los estadios argentinos usen la palabra "boliviano" para denigrar a alguien o en San Pablo traten a nuestros compatriotas como lo peor.

Diálogo, realidad y alucinaciones


La prolongada jornada de diálogo que finalmente se dio entre el oficialismo y la oposición en Venezuela, nos hizo recordar a los bolivianos, aquella reunión que sostuvo el presidente en enero del 2008 con todos los prefectos del país, cuando el mandato de Evo Morales atravesaba por momentos críticos, luego del fracaso de la Asamblea Constituyente y la efervescencia del movimiento autonomista.

 La clave del encuentro era el “diálogo sin concesiones” y en la reunión hubo mucha cordialidad, una aparente voluntad de escuchar al otro, corregir errores y se hicieron promesas de convivir pacíficamente.  Recordemos que en esa reunión estuvieron los prefectos, de La Paz, José Luis Paredes; de Cochabamba, Manfred Reyes Villa; de Santa Cruz, Rubén Costas; de Beni, Ernesto Suárez; de Pando, Leopoldo Fernández y de Tarija, Mario Cossío, por mencionar solo a las autoridades opositoras.

Meses después, el prefecto pandino estaba preso y casi todos los demás huyendo luego de que el oficialismo los destituyó mediante una ley inconstitucional y desató contra ellos una verdadera cacería parajudicial, mediante procedimientos típicos de una dictadura. De esa manera, cientos de autoridades municipales, cívicas y municipales, fueron perseguidas y apartadas de sus cargos y nunca más hubo “diálogo”, entre comillas, porque en realidad todo fue una farsa.

El presidente venezolano Nicolás Maduro les dejó muy claro a los opositores que él no tiene por qué dialogar con ellos por tres simples razones que fueron machacadas hasta el cansancio durante las seis horas de encuentro. Primero, porque si bien reconoció que Venezuela no es “el país de las maravillas” es algo muy parecido a eso y que todas las denuncias de escasez, de desabastecimiento, de inseguridad, de autoritarismo, corrupción, inflación y mal manejo económico son puras alucinaciones de la gente que no reconoce a la revolución bolivariana y sus inmensos logros que supuestamente figuran en una cifras totalmente contradictorias a las que manejan los disidentes, con datos del Banco Central de Venezuela.

En segundo lugar, Maduro no dialoga y simplemente cumple un ritual en el que insiste en su monólogo, porque afirma y una y otra vez que los actos de protesta que se vienen produciendo desde hace dos meses en Venezuela, son en realidad actos de terrorismo, a los que amenaza con seguir reprimiendo, amparado –dice él-, en la Constitución de su país.

Por último, Maduro simplemente asiste a un acto mediático para hacerles saber a sus detractores que se siente más seguro que nunca porque goza del respaldo incondicional de las Fuerzas Armadas, que entre otras cosas, le ayuda a capear una crisis política originada en un dudoso triunfo electoral que sin embargo, le ha impedido mantener la cohesión de su partido y el secuestro pleno del andamiaje institucional, como sucede en cierta forma en Bolivia, con la aparición de los librepensantes por un lado y las disidencias en el seno del Órgano Judicial donde se han originado críticas y sobre todo el bloqueo a ciertas leyes claves para mantener el esquema de persecución.

En Venezuela el diálogo tardó 15 años en llegar y viene cuando el régimen chavista atraviesa problemas que Maduro piensa que puede controlar, algo que algunos creen que se trata de sus clásicas alucinaciones. El populismo boliviano no tiene los mismos problemas, pero podría tenerlos. Todo depende de la realidad que se imponga en Venezuela.

miércoles, 9 de abril de 2014

La pedagogía de la protesta y el efecto bumerang

Alrededor de 8.000 suboficiales y sargentos piden convertirse en oficiales técnicos
 de las Fuerzas Armadas y que cese la discriminación en guarniciones militares. 
Hace unos años, el Gobierno promovió el insólito y primer bloqueo de una vía protagonizado por un regimiento militar. Ocurrió en La Paz, cuando efectivos de la Escuela de Inteligencia llevaron adelante la medida de protesta contra la Alcaldía Municipal, en un claro intento por boicotear los puentes trillizos, la obra estrella del exalcalde Juan del Granado. La pedagogía del bloqueo, del paro y del uso de la fuerza para hacer valer los derechos o supuestos derechos, es algo que puede ocasionar un efecto bumerang para el Gobierno. Lo estamos viendo con los mineros cooperativistas, que no tienen miramientos cuando interrumpen el tráfico en las carreteras, tal como lo hacían cuando actuaban a pedido del oficialismo y también se lo puede observar con los militares, que durante los últimos años han demostrado una obsecuencia nunca vista en la historia nacional. Ese idilio se ha tornado en una situación complicada y prueba de ello es el paro de 24 horas que han llevado adelante los suboficiales de las Fuerzas Armadas en dos regiones, exigiendo mejoras salariales, cambios en su escalafón y el cese de supuestos actos de racismo y discriminación dentro de la institución castrense. En otras palabras, han pedido "descolonizar" el Ejército y el primero en negárselo ha sido el Gobierno.

La era de los drones



"El problema es la mano de obra", me dijo un ganadero cuando hablábamos de la necesidad de introducir nuevas prácticas en la crianza de animales. Tecnología hay, conocimientos también pero lamentablemente es difícil lidiar con "el arreo", no precisamente de los animales. 
Ese justamente debe ser el problema que ha alentado a los creadores de un nuevo robot que es capaz de redactar noticias en tiempo récord, sin errores ortográficos y con suma precisión.
El periodista cibernético desarrollado por un experto en programación debutó en el diario Los Ángeles Times con la primicia de un sismo en California que estuvo al aire en menos de tres minutos, con detalles y todo. Muchos de mis colegas van a pegar el grito al cielo con esta noticia, aunque seguramente tardará un trecho en llegar a nuestro medio. 
Pero los que ya están aquí son otros drones, unos aparatos voladores que pueden hacer todo tipo de trabajos, desde repartir correspondencia (no más carteros) hasta medir terrenos (pobres topógrafos), hacer análisis de suelos (tristes los geólogos) y también proveer servicio de internet a poblaciones alejadas, como lo tiene previsto hacer la empresa Facebook. 
Tal vez un día lleguemos al extremo que relataba aquel cuento, sobre una inmensa fábrica controlada apenas por un hombre y un perro.  El hombre había sido contratado para observar el proceso de producción ¿y el perro? para vigilar al tipo y que no toque nada. Es "la mano de obra", diría mi amigo ganadero, a quien se le terminan los días, de ver crecer sus animales en extensas pasturas libres de agua, de loteadores y politiqueros baratos.

martes, 8 de abril de 2014

Si no puedes con tu enemigo...

El Gobierno ha revelado que los cooperativistas mineros tienen firmados 42 contratos con empresas privadas, nacionales y extranjeras, las mismas que bajo este padrinazgo, han pasado a gozar de los mismos beneficios, entre ellos la exención impositiva. Lo que parece ser algo negativo, podría ser el cumplimiento de aquella máxima que dice: "Si no puedes con tu enemigo, únete a él". En otras palabras, puede que las compañías mineras hayan decidido aliarse con las cooperativas y de esa manera, no solo gozar de las ventajas impositivas, que es lo de menos, sino también, prevenir avasallamientos y también nacionalizaciones, pues como sabemos, este sector que ahora se mantiene en conflicto con el Gobierno ha invadido cientos de predios mineros y algunos de ellos pasaron al Estado vía decreto.  Este mismo pacto podría reproducirse, por ejemplo, entre productores agropecuarios y avasalladores, dueños de grandes ventajas políticas y legales. Una alianza les permitiría a ganaderos y agricultores "blindarse" respecto de prohibiciones para exportar y otras restricciones que el Gobierno suele aplicarle a "los enemigos". ¿Qué tal una alianza entre importadores legales y contrabandistas, entre vendedores de ropa usada e industriales de la textilería? Lo que puede hacer el proceso de cambio.

Hacer negocios con el Estado

Pasando por alto una orden del vicepresidente García Linera, la empresa Air Catering, de propiedad de la cuñada del segundo mandatario, se aferra al contrato de 18 millones de bolivianos que firmó irregularmente con la compañía estatal BoA.

La empresa afirma que defenderá su contrato ante las instancias judiciales, algo que resulta muy cuestionable ya que justicia y legalidad en Bolivia dependen casi exclusivamente de los niveles políticos. Y cuando se habla de "ética", el otro concepto que se puso por delante al momento de hablar de BoA y sus nexos con el poder, lo normal y aceptado en este país ha sido siempre aprovechar las ventajas, las relaciones y la cercanía con los mandamases de turno. Esa ha sido y seguirá siendo la manera de actuar de las empresas y de quienes hacen negocios en nuestro país.

No hay por qué juzgar a BoA ni a Air Catering, ambas entidades han actuado de la manera cómo se ha hecho política y economía desde que llegaron los españoles a América. El que manda lo hace porque pertenece a una casta, a un grupo o a una corte y el que progresa económicamente, el que hace empresa o crea riqueza es porque recibe favores de ese entorno palaciego.

Eso explica en gran parte, el estado primitivo de nuestra democracia, siempre dependiente del uso de la fuerza, de la cooptación de la justicia y del dominio de los medios de producción para ejercer el poder y por otro lado, la precariedad de nuestra economía, dominada por una burguesía excesivamente sometida a los favores del Gobierno, atada a los contratos con el Estado y carente de creatividad, puesto que no hace falta inventar nada, innovar y menos buscar cambios en las relaciones políticas, pues eso implicaría encarar una verdadera revolución y no y un simple cambio de dueño, como fue la Guerra de la Independencia o como fueron todas los "procesos de cambio" de la historia de Bolivia y de casi toda América Latina.

Eso explica -dice el filósofo  español César Vidal-, por qué en América Latina jamás surgirá un Bill Gates o un Steve Jobs, individuos que se han hecho millonarios con la simple iniciativa propia, sin apelar a los favores del Estado. Eso explica -decimos nosotros-, por qué el boliviano Marcelo Claure, apodado el rey de los celulares, puede hacerse millonario en Estados Unidos y es incapaz de montar una pequeña fábrica en Bolivia, porque el poder lo llena de trabas y de obstáculos, coimas y trámites. Eso explica por qué la economía boliviana está atada desde la Colonia al extractivismo, a la explotación de recursos naturales y por qué las puertas de la industrialización están cerradas y por ende, clausurados los caminos de la modernización, la diversificación y la competitividad que nos mantienen en el atraso y la pobreza.

Por eso es que el estatismo no es como lo definen en teoría, un mero modelo económico destinado a aprovechar mejor los recursos en bien de la sociedad. El estatismo es un concepto metido hace 500 años en nuestra mentalidad, en la del niño que no necesita esforzarse para sobresalir; el obrero que cobra su sueldo así sea productivo o no y el empresario que no tiene por qué ser audaz ni asumir riesgos porque su supervivencia está amarrada a los poderosos, a los de hoy y a los que vendrán después. Cambiar eso significará una verdadera revolución.

lunes, 7 de abril de 2014

El Estado-sindicato

Los sindicatos son buenos en cualquier sociedad. Son grupos de presión, son organismos que defienden intereses particulares ya sea de un sector social, de una rama empresarial, de los trabajadores, de una minoría etc. Es bueno que sean agresivos y dinámicos haciendo respetar las leyes, buscando el mayor beneficio posible para sus asociados, exigiendo justicia y reclamando mayores niveles de democracia. Cuando un sindicato obtiene una conquista en forma de derecho, la ganancia suele extenderse hacia otros ámbitos y en ocasiones hasta pueden lograr el ansiado bien común, la razón de ser de cualquier sistema político.

Lo que no es bueno es que los sindicatos sustituyan al Estado. El sistema estatal, independientemente del modelo y de la ideología, representa las leyes, la organización, el territorio y al pleno de la población, que abarca la pluralidad de intereses, diversos y a veces contrapuestos, todos ellos merecedores de consideración, atención y justicia.

Es complicado decir esto cuando el país es conducido por un sindicalista que sigue ejerciendo su cargo sectorial mientras supuestamente gobierna para todos. Es complicado afirmarlo cuando la razón de ser de este régimen y el puntal principal de su autoridad son los movimientos sociales y los sindicatos, que aseguran y lo recuerdan cada vez tienen la ocasión, que el presidente Evo Morales está en el Palacio Quemado gracias a ellos.

Los sindicatos en Bolivia son quienes han tomado más en serio la premisa presidencial "yo le meto por más que sea ilegal" y en ese camino, no solo han contribuido a destruir el aparato institucional (Estado) del país, sino que también están socavando los cimientos del nuevo Estado Plurinacional, lo que lleva a muchos a expresar el viejo refrán "cría cuervos y te sacarán los ojos".

El problema no es solo que los sindicalistas estén conformando su propio Estado o que se hayan apropiado de los restos de Estado que queda en Bolivia. Eso no es ninguna novedad, pues la ausencia de institucionalidad y carencia del principio de autoridad siempre han sido un grave problema para este país, secuestrado por corporaciones y organizaciones de todo tipo. Lo complicado del caso actual es que los sindicatos han rebasado ciertos límites que pueden llevar a la ruptura de un mínimo de orden que necesita un conglomerado social para no caer en el caos y la anarquía.

El accionar de sindicatos y organizaciones sociales de Yapacaní, que consiguieron altos grados de permisividad gubernamental ha posicionado la zona de mayor expansión del narcotráfico de Bolivia y tal vez de América del Sur, que ahora se vuelve incontrolable para los mismos autores del "Estado cocalero" que lucen agredidos y amenazados por sus mismos engendros. Lo mismo pasa con los cooperativistas mineros, que buscan imponer sus métodos, sus pactos y sus formas de trabajar, muy parecidos a la manera de maniobrar de las mafias.

Algunos se sienten cómodos con este juego de toma y daca con los sindicatos que aparentemente deja un balance positivo en las urnas y en la acumulación de poder. Sin embargo, el déficit para el Estado, para el resto de la población y para quienes dicen tener la sartén por el mango es cada vez más grande. Por esta vía, los Estados pierden casi todo, especialmente legalidad, apoyo popular y lo que queda es apenas un territorio dominado por sindicatos devenidos en pandillas.

El llanero solitario

El Gobierno ha afirmado que Marcelo Soza es un "delincuente" y un "corrupto", pero falta aclarar si el exfiscal del caso Terrorismo era un "llanero solitario" que actuó por riesgo y cuenta propia. Una parte de la respuesta la dio él mismo cuando dijo que el Gobierno le dio todas las alas para extorsionar, fabricar pruebas y manipular las cosas con el fin de demostrar a cualquier precio que en Santa Cruz hubo terrorismo y separatismo. Es más, la senadora pandina Carmen Eva Gonzales acaba de aportar más evidencias que indican que la Fiscalía General del Estado conocía muy bien los detalles del proceso contra 39 imputados y que llegó a hacer aportes muy importantes para acelerar el juicio y conseguir una sentencia condenatoria contra los acusados. La parlamentaria ha presentado el audio de una reunión que habría sostenido el fiscal general, Ramiro Guerrero y los fiscales que llevan adelante el caso de supuesto terrorismo, Sergio Céspedes, José Rodríguez e Iván Ortiz, además de un asesor, en la que se busca definir una estrategia que incluye la coordinación con el Ministerio de Gobierno. Fue la senadora Gonzales la que acosó con denuncias a Soza y lo hizo huir. A partir de allí, el exfiscal se volvió "delincuente". Hay que aclarar que los individuos mencionados arriba todavía siguen en el país.

Algo huele mal en el norte

Hace unos meses el Gobierno intentó posicionar a la región de Apolo como una zona roja del narcotráfico y se utilizó un misterioso incidente con los cocaleros como excusa para intervenir con fuerza en aquel lugar. Luego se comprobó que el norte de La Paz es poco menos que irrelevante en cuanto a la producción de coca ilegal, sobre todo cuando se la compara con el Chapare. Con algo más de credibilidad, las autoridades han sacado a relucir a Yapacaní donde, no cabe duda, se ha dado un proceso brutal de expansión de la coca y el narcotráfico. Pero de cualquier forma, tanto esa localidad como el resto de la provincia Ichilo está muy lejos de llegar al volumen de producción del Chapare, tanto de coca como sus derivados y por supuesto, tampoco es Yapacaní el "centro de producción de droga" como lo afirma una autoridad que impulsa -con toda razón-, la creación de un cuartel de Umopar en la conflictiva localidad ubicada a la vera de la carretera Santa Cruz-Cochabamba. El proceso de "satanización" de Yapacaní ha sido complementado con la difusión de la noticia (que ya es vieja en realidad) de que hay presencia de "emisarios" de cárteles internacionales. Muy bien todo, el cuartel, la lucha contra los narcos y contra la coca ilegal, pero no hay nada que despeje la duda de que simplemente se trata de la eliminación de la competencia.

El oscurantismo en Bolivia

La Asamblea Plurinacional ya adelantó que por más que se lo pida la Fiscalía, no dará curso a un juicio de responsabilidades por el supuesto tráfico de influencias en la empresa estatal BoA, donde  hay fuertes indicios de contratos irregulares, nepotismo y uso indebido de bienes del Estado. El Ministerio de Transparencia y Lucha Contra la Corrupción no ha dicho absolutamente nada al respecto pese a que han trascurrido casi dos semanas de las denuncias y por último, la Contraloría General, acaba de afirmar que tampoco moverá un solo de dedo para que se esclarezca este caso.

Este hecho es simplemente el reflejo del oscurantismo en el que se mueve el país desde hace años, periodo en el que han desaparecido completamente las nociones de verdad, justicia, vida y democracia, valores elementales de una sociedad medianamente sana .

Acaban de perder la vida dos mineros, asesinados con balazos en la cabeza. Hay una autopsia que lo confirma y que hace pensar en un ajusticiamiento, en un acto deliberado que ha sido calificado como la acción de una "mano negra" por el ministro de Gobierno, Carlos Romero. ¿Se conocerá la verdad de este hecho? ¿Se identificará a los responsables y al que dio la orden de actuar de esa manera tan sañuda?

Por los antecedentes, lo más probable es que esas preguntas se mantengan en la nebulosa. Todavía estamos esperando por las respuestas sobre el asesinato de Christian Urresti en Cochabamba; sobre las víctimas de Porvenir, La Calancha, Huanuni, Caranavi, etc. etc.

La democracia desmantelada, el cinismo de los gobernantes y la discrecionalidad con la que actúan sabiendo que no hay tribunal, entidad o ley que los llegue a tocar, está llevando al país a una peligrosa involución que nos traslada a las dictaduras, a regímenes de fuerza basados en el miedo, la mentira y la manipulación.

Un grupo de parlamentarios ha conformado una comisión que se preocupa por buscar la verdad e identifica una serie de casos que reflejan esta situación de zozobra de la justicia. Hablamos del caso Rózsa, del tema de Ormachea, Ostreicher y toda una serie de extorsiones y operaciones que hablan de un Gobierno actuando en la sombra, con métodos mafieriles que provocan muerte y la violación de los derechos humanos. Los legisladores lo hacen porque no hay manera de movilizar el aparato institucional del Estado para esclarecer ninguno de estos hechos y en todo caso, el pleno del sistema cuya función es el control de los poderes públicos, actúa en connivencia, en complicidad y hace todo para que las cosas sigan en las tinieblas.

Un país a oscuras es una sociedad sin justicia, sin transparencia; es una población que se empobrece y se atrasa, pues así como hay carta blanca para abusar y violar los derechos de las personas, también hay vía libre para manejar los recursos al antojo de los poderosos y continuar con el saqueo de los bienes públicos. El oscurantismo se apropia de la política, de la economía, de la cultura y el resultado el retorno a la era medieval, a la quema de brujas y los señores feudales, dueños de la verdad, de la vida y hacienda. ¿Eso queremos para Bolivia?