lunes, 8 de diciembre de 2014

Los moralmente superiores

Dios los cría..
En los años 40 Argentina era una potencia mundial. Pero llegó el Peronismo y el país cayó en manos de una casta política compuesta por sindicalistas, militares ultranacionalistas, intelectuales con facha de izquierdistas que consiguieron reescribir la historia y muchos populistas capaces de sintonizar muy bien el discurso y adaptarse a los cambios ideológicos para seguir saqueando la nación. El mejor ejemplo de esa élite es la dinastía Kirchner que le abrió las puertas del gobierno a los grupos más inescrupulosos, tal como sucedió con Carlos Saúl Menem, otro peronista que se disfrazó de liberal.  Los peronistas creen que son los dueños de la moral y de la batuta argentina, pero con razón han sido descritos muchas veces, como el sector menos productivo del país, conduciendo a los que trabajan y pagan impuestos, pero que lamentablemente no tienen vocación política. En Bolivia hay quienes se creen superiores y predestinados para mandar, al igual que los peronistas y dicen que, los otros, los que producen y contribuyen, deben hacer solo eso, sin aspiraciones de liderazgo. Los nuestros dicen que van a convertir a Bolivia en una gran potencia, pero desafortunadamente no hay un solo ejemplo en el mundo que nos ayude a creer en eso. Solo tenemos a Argentina y los peronistas, que transformaron una potencia en un país del montón.

Haz lo que digo...

La Ministra Teresa Morales pidiendo a la población que por
favor le ayuden a salvar la nacionalizada Enatex.
Es muy conocido el refrán de los fariseos, a quienes Jesucristo llamó “hipócritas, sepulcros blanqueados”: “Haz lo que digo y no lo que hago”, y esa parece ser la política del régimen que obliga a pagar el doble aguinaldo (que en realidad es triple, porque se pagará tres veces en un solo año) a las empresas e instituciones legalmente establecidas, orden que ni siquiera ellos mismos pueden cargar (Lucas 11:46). La primera prueba son los miles de trabajadores eventuales del Gobierno que estaban por quedarse sin el beneficio y que por orden presidencial fueron incluidos en la lista de favorecidos, obviamente con plata del pueblo que paga impuestos y doble aguinaldo. No hay más de donde. El segundo ejemplo es la Empresa Pública Nacional Textil (Enatex), entidad que cayó en desgracia cuando el Estado Plurinacional decidió destruir los mercados de las empresas privadas. En manos de los estatistas la cosa empeoró y el resultado ha sido el atraso en el pago de los sueldos a los trabajadores, prendas sin vender y el clamor del Ministerio de Desarrollo Productivo para que la gente compre el stock que tienen acumulado. La última iniciativa ha sido el lanzamiento de tarjetas navideñas para recaudar fondos, más o menos como la colecta que hace la Iglesia Católica para ayudar a los hogares de huérfanos y desamparados que también deben pagar el doble aguinaldo.

No es Mujica, es Uruguay

El presidente uruguayo José Mujica está por dejar la presidencia con un nivel de aprobación nunca visto en un mandatario saliente en América Latina, aunque muchos de sus compatriotas no saben qué hacer para aprovechar esa inmensa popularidad ya que en Uruguay no se permite la reelección.
Si bien uno de los beneficiados del arrastre de Mujica será su sucesor y correligionario Tabaré Vásquez, quien ganó las elecciones con relativa facilidad, la idea es capitalizar la fama ganada en el mundo por el exguerrillero, convertirlo en un atractivo turístico y llevar visitantes a conocer la humilde chacra donde vive, la peta Wolkswagen en la que se moviliza y la pobreza en la que se mantendrá luego de cinco años de haber ejercido como jefe de estado.
La propuesta es seria, sobre todo si hablamos de un país que ha logrado colocar al turismo como principal fuente de ingresos, pasando de los 400 millones de dólares anuales, a los dos mil millones en solo diez años, llegando a sumar en total, alrededor de 3,5 millones de visitantes, un número mayor que los habitantes de la denominada “Suiza sudamericana”. Mujica seguramente dirá que “todos están locos”, expresión con la que califica a los que se asombran por su sencillez y frugalidad, en un mundo en el que es “normal” el derroche, la corrupción y la ostentación, defectos que se suelen multiplicar entre quienes ejercen el poder político.
Lo más loco es que Mujica es más popular fuera del país que dentro de Uruguay y esto sucede porque estamos hablando una nación que tiene muchas más razones para enorgullecerse, además de tener un presidente dicharachero con hábitos de un monje franciscano.
En otras palabras, Uruguay no es un producto de Mujica, sino todo lo contrario, pues hablamos de uno de los países con mayor solidez institucional del continente, con los menores índices de corrupción, con niveles de estabilidad envidiables y las políticas sociales más progresistas, sin poner en esta lista a la legalización de la marihuana, una medida que los propios uruguayos aceptan que es una especie de prueba o ensayo que no podría haberse dado en otro país de la región, porque se hubiera prestado para la chacota.
Lo de Uruguay no es nuevo. Es el primer país que llevó adelante la separación de la Iglesia y el Estado; es pionero en el voto femenino; hace mucho que hizo las reformas políticas y económicas que han mantenido al país en medio de una isla de tranquilidad en Sudamérica y que han perdurado al margen de las oscilaciones del péndulo político que hoy está inclinado hacia una izquierda madura y democrática, muy alejada del histrionismo, el derroche y el talante autocrático que reina en el vecindario.
Los uruguayos que se enorgullecen de sus playas, la carne y el fútbol, dicen sin embargo que la realidad no es tan idílica como la suelen pintar los medios obnubilados por la figura de Mujica. Uruguay sigue siendo un país con preocupantes niveles de pobreza y que enfrenta los desafíos típicos de naciones en vías de desarrollo. Pero hay algo de lo que están seguros y es que van por el buen camino, que jamás van a renunciar al modelo político que han asumido, que la educación es la clave de la prosperidad y que el futuro económico depende de la habilidad de los propios uruguayos y no de un mesías como los que abundan en el continente y que hoy están en graves aprietos.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Es mejor prevenir

Luego de ensayar varias estrategias, como la reducción del subsidio a la gasolina y el aumento de algunos impuestos; luego de rogar a la OPEP que autorice una disminución de la producción de petróleo para frenar la caída, el presidente venezolano Nicolás Maduro, quien seguramente le habrá implorado a “Hugo dios” que haga algo para que suba el precio crudo, ha tomado la decisión más difícil para un populista, cuya popularidad se basa justamente en el derroche de dinero. El mandatario acaba de anunciar un recorte del gasto público y, según expresa, se eliminarán solo los asuntos superfluos y se mantendrán los programas sociales, los bonos y otras formas de alimentar la política clientelar que practica, no solo dentro del país, sino también con sus aliados como Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros.
El problema es que los populistas no saben ahorrar, no pueden hacerlo, porque si lo hicieran se volverían racionales, tendrían que decir la verdad, hacerle conocer la realidad a la gente y cuando la población vive de la fantasía y de las burbujas, llega a odiar la verdad y sobre todo a quienes la proclaman.
Es poco probable que Maduro cumpla la promesa de hacer recortes y prueba de ello es que hace poco, cuando tuvo que ir a Nueva York con su abultada comitiva, se gastó nada menos dos millones y medio de dólares en dos días, en hoteles, banquetes y también en el pago de una separata que se publicó en el diario The New York Times, idea que fue copiada en estas latitudes.
El problema para Venezuela es muy grave, pues la economía de aquel país depende en un 95 por ciento del petróleo. En Bolivia, la dependencia del gas y los minerales, que también están en picada, es de alrededor del 80 por ciento y si bien la diferencia no es grande, la reacción ha sido radicalmente distinta a la asumida por Maduro. Desde hace mucho se está diciendo nuestro país está blindado y que no se sufrirán consecuencias, discurso que ha sufrido algunas modificaciones, luego de que el precio del petróleo alcanzara su nivel más bajo en los últimos cinco años. Recientemente, el presidente de YPFB, Carlos Villegas reconoció que sí habrá algún impacto en Bolivia, pero que no será tan drástico.
En la Gobernación de Santa Cruz piensan distinto y para no caer en contradicciones, ya ordenaron el recorte del 10 por ciento del presupuesto para el 2015, pues consideran que habrá una notoria reducción en los recursos provenientes del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), elemento que ha sido vital para la bonanza que han experimentado los municipios, los gobiernos departamentales y las universidades públicas.
Los expertos que no están de acuerdo ni con los malos augurios ni con las fantasías, afirman que es necesario tomar previsiones pues el modelo económico boliviano es altamente dependiente de las materias primas, cuyos precios han estado cayendo de manera sistemática en los últimos años. Todos los programas, las obras, los bonos, los gastos corrientes y el incremento de personal del gobierno que se han ido a las nubes, lo esencial y lo superfluo que ha sido aumentado sustancialmente en la última década, dependen fundamentalmente de los altos precios y si estos bajan, lógicamente habrá consecuencias. Habría que imitar nomás lo que haga o lo que dice que hará Nicolás Maduro.

Dame la mano, toma la mía

La costumbre de saludar con un apretón de manos surgió en la antigüedad, cuando era muy común andar con alguna daga o un puñal “bajo el poncho”. Mostrar la mano abierta y ofrecerla al prójimo era una señal de paz, de que no había qué temer y un compromiso también de que no habría ataques. La diputada opositora cochabambina Norma Piérola asegura haber sido blanco de acoso, ataques, insultos, presión y amenazas del oficialismo y ella dice representar a todos quienes han sufrido persecución, encarcelamiento y represión en los últimos nueve años. La parlamentaria se presentó ayer para recibir sus credenciales de diputada reelecta y se negó a estrecharle la mano al presidente Morales. Pese a las innumerables críticas que recibió de los oficialistas ella dijo que no fue un acto de malacrianza, sino que prefirió no ser hipócrita y mantenerse en su línea crítica, al extremo de que expresa su desconocimiento de la autoridad del primer mandatario. Como si fuera algo natural en estos tiempos, un periodista de radio Panamericana le preguntó si no teme a las represalias a lo que Piérola respondió “Más de las que he recibido, no creo”. Su pronóstico falló pues a la salida del acto organizado por el Órgano Electoral, la congresista fue despedida con un sonoro abucheo de militantes del oficialismo que también la escupieron, según denunció más tarde la diputada. “Ya estoy acostumbrada”, manifestó.

Pueblos y puebluchos

El DT Mauricio Soria, acusado de ofender al pueblo de Potosí
Hace unos días, la polémica activista María Galindo llamó “pueblucho” a Santa Cruz. Ella es paceña y seguramente cuando hace el comentario implícitamente pone de ejemplo a la mentalidad que impera no solo en su ciudad, sino en la región andina del país, donde hay ciudades con una historia mucho más extensa y donde la civilización supuestamente ha tenido mayor desarrollo. La señora Galindo debería comentar lo que sucedió en una ciudad cuyos líderes no aguantaron el comentario sobre los hábitos de higiene que hizo una periodista y se las ingeniaron para iniciarle uno de los juicios más ridículos que se haya visto en el país y que afortunadamente no prosperó. Debería hablar sobre la mentalidad de otro pueblo que tiene intenciones de hacer lo mismo con un director técnico bastante flojo de la lengua o de la propuesta que ha hecho un parlamentario de las zonas altas del país, que pretende llevar a los tribunales a una parlamentaria que se negó a darle la mano al presidente Morales o de la idea de otro más que quiere regular lo que se dice y se muestra en las redes sociales. Habrá que ver si esas cosas suceden en París o Nueva York.