Las movilizaciones de los maestros y de los trabajadores de salud ya no llaman la atención en Bolivia pese a que tienen sueldos de hambre. Ellos piden hasta ocho mil bolivianos de sueldo, algo que sí suena estrafalario, sobre todo porque los presupuestos de educación y de salud son ínfimos en comparación con el de Defensa, que se lleva una de las porciones más grandes de los ingresos del país.
En efecto, el gasto militar es uno de los más altos en el país y ha crecido exponencialmente en los últimos años, al punto de que países vecinos como Paraguay han denunciado un creciente proceso armamentista en Bolivia. Se han creado cuarteles, se han comprado aviones e incluso el presidente Morales habla de incrementar sustancialmente el número de efectivos del Ejército.
Si las Fuerzas Armadas están en auge, porque obviamente un régimen como el actual necesita tener a los militares más que nunca pegado al poder político, cómo es que estamos asistiendo al insólito espectáculo de los suboficiales de las distintas unidades castrenses, saliendo a las calles vestidos de uniforme, protestando por su bajos salarios, por el maltrato, la discriminación y las malas condiciones de vida y de trabajo que desempeñan.
En teoría, el Gobierno había transformado a las Fuerzas Armadas, las había convertido en socialistas, anticapitalistas y socias absolutas del proceso de cambio, siempre dispuestas a levantar el brazo, a gritar “Patria o Muerte”, a ensalzar al invasor argentino-cubano "Che" Guevara y hacer de panaderos y diligencieros cuando haga falta. Se podría haber entendido que los militares hacían eso por convicción y “patriotismo”, pero lo más probable es que ha sido por una serie de privilegios, buenos sueldos y ventajas, como el derecho a una jubilación diferente al resto de los bolivianos.
Cuando se produjo el escándalo de los “gastos reservados” y el Gobierno actual decidió eliminarlos, se comprobó que gran parte de esas millonadas derrochadas en un ítem que se podría llamar “gobernabilidad” se iba en pagar a los dirigentes de los movimientos sociales con gran capacidad de reclutamiento y de bloqueo y también en costear la lealtad de los altos mandos militares, que si bien han perdido su capacidad para tomar el poder, siguen siendo claves para mantener el orden establecido y ciertos niveles de paz social gracias a la capacidad persuasiva de sus armas. Las quejas de los suboficiales, el silencio de los altos jerarcas y la torpeza con la que están actuando algunas autoridades civiles hace pensar que está ocurriendo lo mismo y que la discriminación que se denuncia, en realidad es una desigual distribución de esas cuotas de fidelidad. En otras palabras, la torta es suculenta, pero se la podrían estar llevando unos cuantos, como ha sucedido siempre.
Los suboficiales, a quienes les han escarbado sus vidas privadas como a nadie en el país, han pedido “descolonizar” las Fuerzas Armadas. ¿Qué significa eso? Ocurre que en las sociedades imperiales como la inglesa o como la española, era tradicional que en cada familia “bien” siempre haya un cura y un oficial militar. Era la manera que tenían los regímenes conservadores de mantener el statu quo, de evitar las revoluciones y conservar ciertos privilegios. Es obvio que ese se mantiene exactamente igual pese a todos los maquillajes.
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