lunes, 21 de abril de 2014
Tarija y el desarrollo nacional
Pasados los ruidos de la fiesta de Tarija conviene hablar del modelo de desarrollo de Bolivia, del “proyecto país” que subyace detrás de nuestro medio de vida más importante -el gas-, cuya porción más grande sale precisamente del subsuelo tarijeño. Se han dicho muchas cosas en estos días y principalmente, que Tarija no tiene un proyecto de desarrollo, que habría que dotarle de uno para que sirva de modelo a nivel nacional y lo más importante: que así como se acabó el petróleo en Camiri, disminuyó el gas en Santa Cruz y Cochabamba, de la misma manera llegará el día en que los tarijeños se topen con sus campos secos.
¿Qué pasará entonces? En los años 50, cuando Santa Cruz era el centro petrolero nacional y se ganó con sangre el derecho a las regalías, consiguió con esos ingresos construir un proyecto de desarrollo que a la postre se convirtió en la salvación de un país minero fracasado, que hasta ahora no encuentra su norte. Solo hay que ver las migajas que dejan los minerales para darse cuenta de lo que ocurre.
La hecatombe de las minas que explosionó en 1985 les dejó a los habitantes de las tierras altas la alternativa de convertirse en cocaleros o trasladarse a Santa Cruz, a transformarse en propietarios y a producir ya sea como agricultores, comerciantes, industriales, artesanos y toda una diversidad de actividades que surgieron gracias a que la autogestión y la iniciativa privada permitieron volcar la renta petrolera en un modelo sostenible, desligado del rentismo, heterogéneo y globalizado.
Si hacemos cuentas, lo que recibió Santa Cruz en términos de regalías en más de treinta años es cinco veces menor a lo que ha recibido en menos de una década desde que existe el sistema de distribución del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) y por supuesto, es una minucia comparado con lo que está recibiendo Tarija en este momento, convertido en el centro de producción de hidrocarburos, lo que le permite tener un mayor crecimiento, recibir una fuerte ola inmigratoria y mostrar ante todos obras faraónicas, puentes, pavimentación, etc. ¿Pero es ese un modelo de desarrollo?
Unas cuántas preguntas nos hacen ver que Tarija simplemente está derrochando lo que no ha sembrado, tal como lo ordena el contexto nacional de despilfarro, de ostentación y gastos superfluos en que el incurre el régimen que nos gobierna. Las obras son buenas, pero ¿cuánto del dinero que le ingresa a los tarijeños se reinvierte en producir? ¿Cuánto de ese dinero se inyecta en obras como la dotación de energía, un motor que le sirvió al norte cruceño para transformarse en el polo productivo más grande de Bolivia?
¿Acaso usan los recursos para modernizar la producción vitivinícola por ejemplo? ¿Se ha creado algún comité que ayude a priorizar las obras? ¿Se están construyendo escuelas e institutos de formación técnica? ¿Se está pensando de qué van a vivir los tarijeños cuando se acabe el gas y se está trabajando en ello? ¿Están peleando los tarijeños para que parte del gas que producen se quede en el departamento y que sirva para hacer industria, para crear empresas o cuando menos para que la gente no siga cocinando a leña como sucede hoy en día?
Si a Santa Cruz le quitaran los recursos del gas el impacto sería menor, pues tiene de qué vivir y si lo dejan, puede producir más, exportar y seguir sirviendo de colchón para soportar los sucesivos experimentos políticos y económicos del andinocentrismo. Pero si a Tarija se le acabara el gas, sucederá lo mismo que a Potosí, cuya única alternativa es llorar por los socavones vacíos de su emblemático cerro.
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