Con su cara de señora buenita y hacendosa, quién creería que Michelle Bachelet tuvo una actitud muy parecida a la del Gobierno boliviano que se niega a declarar zona de desastre al Beni para no dejar caer la tesis de que "nos estamos convirtiendo en potencia" que lanzó no hace mucho el vicepresidente Álvaro García Linera. Si hasta plata prestada andábamos ofreciéndole al mundo y nos damos el lujo de meter dólares en Wall Street. Es mucha pose para después clamar por ayuda. Pero volvamos a la Bachelet. A la buena señora le tocó enfrentar el terremoto del 2010 justo cuando tenía que dejar su cargo. "Todo está en orden, no pasó nada, no necesitamos ayuda", fue la respuesta de la mandataria, que habló un poco por soberbia y otro poco porque no evaluó bien los daños causados. Triste fue para ella saber después que hasta Bolivia envió ayuda y con nosotros, toda la comunidad internacional, pues hasta el "gran Chile" necesitó de los demás.
El año pasado fue el turno de otra señora, más bien la señorona Cristina Fernández, quien se vio en apuros para minimizar el desastre de La Plata, donde hasta escondieron los cadáveres para no dar la cifra real de víctimas y no admitir el desastre en sí y la desastrosa respuesta gubernamental. Con estas experiencias, la ayuda internacional ya no espera que la llamen y viene calladita. Lo estamos viendo con los helicópteros peruanos, la cooperación española y los envíos de la ONU.
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