miércoles, 12 de marzo de 2014

Bolivia y Venezuela


El Gobierno boliviano ha sido el más incondicional a la hora de apoyar al régimen de Nicolás Maduro. No solo ha respaldado la brutalidad de la represión contra los manifestantes, sino que se ha estrellado contra todos los enemigos imaginarios que el chavismo ha inventado para argumentar presuntos intentos de golpe de Estado.

El canciller Choquehuanca ha salido en varias ocasiones a dar la cara por el vapuleado Gobierno venezolano, al que ha defendido incluso en su descabellada decisión de romper relaciones diplomáticas con Panamá. La crisis de Venezuela, que lleva ya más de tres semanas y que ha cobrado la vida de 21 personas, ha copado la agenda de nuestras principales autoridades por encima de temas de interés nacional como el desastre del Beni.

En medio de todo el dolor de los inundados, el presidente Morales se presentó en primera fila en un acto de homenaje a Hugo Chávez, en Caracas, donde no estuvo ninguno de los aliados del chavismo, salvo el dictador cubano Raúl Castro, cuya presencia expresa la dependencia de la revolución cubana del asistencialismo venezolano y sus petrodólares.

Precisamente esta misma actitud de excesiva dependencia es la que está desnudando también el Gobierno boliviano en relación al chavismo, cuya permanencia en el poder ha comenzado a ser puesta en duda por propios y extraños y sobre todo, que viene siendo el blanco de las críticas, no solo por la incapacidad de enfrentar una crisis económica surgida de su propia ineficiencia y de su debilidad, sino porque Nicolás Maduro ha encarado las protestas sociales con el talante de un dictador que deja al descubierto la intervención de los clásicos métodos del castrismo cubano.

Se han dejado escuchar críticas sobre la inusitada decisión del Gobierno boliviano de estar presente en la posesión de Michelle Bachelet en la presidencia de Chile, determinación que habría sido tomada por el interés de nuestras autoridades de hacer lobby a favor del régimen venezolano o al menos frenar el creciente malestar que comienza a escucharse en diferentes países por el modo de encarar la crisis política venezolana.

Obviamente, con estos antecedentes nuestras autoridades no dejan lugar a dudas sobre la relación lógica que hay entre los gobiernos venezolano y boliviano, confirmando la calidad de satélite de este último. En otras palabras ¿qué tan grave puede ser para Bolivia un deterioro aún mayor de la situación venezolana? Hablar de una virtual caída de Maduro ya no es un acto de insensatez a estas alturas y la gente tiene derecho a pensar en las consecuencias que ello podría acarrear en nuestro país, donde se ha generado una dependencia política y económica sin precedentes.

Desde los púlpitos plurinacionales se ha estado insistiendo en valores como la dignidad, la soberanía y la independencia y nuestra opinión Bolivia tiene que seguir exigiendo respeto de todas las naciones. Sin embargo, eso será imposible en las actuales circunstancias, cuando expresamos ante el mundo una imagen de sometimiento tan evidente. A corto plazo, la clave sigue siendo la pregunta ¿qué futuro tiene el “proceso de cambio” al margen de la supervivencia del chavismo?

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