Tanto desde el Vaticano como desde la Conferencia Episcopal de Bolivia, la Iglesia Católica dijo algo muy cierto el pasado jueves. Ese día, en Roma, el papa Francisco habló de los políticos y afirmó que los corruptos prácticamente no tienen cura ya que no se dejan llevar por el simple error, sino por su obsesión hacia el dinero y los bienes materiales. El pontífice agregó además que la corrupción se da porque los líderes se alejan del pueblo y de sus ideales de justicia y equidad.
Mientras tanto, en La Paz, los obispos bolivianos emitieron un comunicado en relación a una abultada serie de casos de corrupción y extorsión revelada recientemente y se declararon "perplejos" por lo que está ocurriendo.
En honor a la verdad, nadie que conozca la historia de la política en el mundo y mucho más la de Bolivia, varias veces "campeona de la corrupción" podría afirmar que las últimas novedades son como para rasgarse las vestiduras. Sin embargo, tienen razón los obispos cuando lamentan que nuevamente se vuelve a caer una fuerte esperanza de cambio que había en el país, en torno a un régimen que durante ocho años se ha encargado a marcar las diferencias con el pasado, a machacar los grandes valores de la ética y la honestidad y a armar y promulgar nuevas leyes, a crear organismos y fórmulas que en teoría estaban destinados a mejorar la transparencia.
Hay que aclarar que, pese a la historia, a las palabras del Papa y cualquier visión pesimista de la política, sí existen esperanzas y lo que es mejor, se pueden mostrar ejemplos en todo el mundo y de vecinos nuestros, que han conseguido encaminar el manejo de los asuntos públicos por la senda de la ética, de la legalidad y por supuesto, del bien común. Son lugares donde la honestidad no es un discurso, el control social no es una pose política y las autoridades y mecanismos llamados por ley para conseguir mejores niveles de gestión se manejan en un contexto de institucionalidad y no de maquinación y manipulación.
¿Por qué estamos perplejos? Primeramente por el repugnante cinismo de quienes vendieron una imagen ante el país y ante el mundo de la más absoluta limpieza y hoy se pringan las manos con negocios "de cocina", lo que hace pensar en cosas mucho más grandes; en segundo lugar, porque de acuerdo a la gran cantidad de hechos conocidos, parece ser que la corrupción, el chantaje y los negociados, son la razón de ser de un sistema político que prometió hacer cambios refundacionales en Bolivia y convertir al país en la "nueva Suiza"; y tercero, porque durante los últimos ocho años, el país ha recibido más de 120 mil millones de dólares, la cifra más alta de su historia, cinco veces mayor al promedio de los años anteriores y ante todo esto, cabe la pregunta ¿no será que la corrupción se multiplicó en la misma dimensión? Una tristeza, pues difícilmente se repetirá un periodo de bonanza similar y obviamente, seguirán postergados todos los sueños de cambio y las esperanzas de mejorar la calidad de vida de la gente.
Por último, hay que lamentar todo el trabajo de destrucción del aparato institucional que se había creado y que estaba progresando antes de la llegada del "proceso de cambio", que no solo se dedicó a desbaratar los progresos conseguidos, sino a edificar todo un esquema nuevo, cuya finalidad está a la vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario