Los esfuerzos actuales por conseguir la segunda reelección presidencial no deberían causar sorpresa por dos razones. El régimen del MAS está acostumbrado a transgredir las normas y a violar reiteradamente la Constitución según sus conveniencias políticas y segundo, en Bolivia, los intentos por buscar la perpetuidad han sido una constante en los caudillos que han ocupado la primera magistratura, lo que naturalmente, ha impedido el progreso de la democracia.
Evo Morales cumple con todos los requisitos del líder mesiánico que se cree predestinado para gobernar Bolivia, así como se han considerado otros presidentes en la historia del país, que no sólo han buscado a toda costa la reelección inmediata, sino que han insistido una y otra vez obtener el mandato a través de numerosas postulaciones.
A pesar de que apenas unos pocos líderes han conseguido repetir y muy pocos han logrado la reelección sucesiva, nadie puede afirmar que la historia política boliviana se ha caracterizado por la alternancia, que favorece el florecimiento de nuevos liderazgos, la promoción del pluralismo y el libre acceso de los ciudadanos a la posibilidad de ocupar un cargo en la administración estatal.
Si analizamos el período republicano de Bolivia nos toparemos con fenómenos como el “la Rosca”, el “Banzerato”, el “barrientismo “, el “Movimientismo”, el “gonismo” y lógicamente ahora se pretende construir el “Evismo”, otra forma más de “solución política” basada en figuras personales, caudillistas que no trasciende más allá de la vida o la vigencia del personaje o de un grupo. Este sistema no sólo ha sido ideal para favorecer el interés privativo de ciertos conjuntos, corporaciones o castas, sino que también ha alentado el auge de las dictaduras.
Se podría argumentar a favor de estas recetas políticas la necesidad de darle estabilidad a la conducción del país, pero ni siquiera ese es un saldo a favor del caudillismo y para comprobarlo sólo hace falta revisar la trágica sucesión de tropezones, golpes, traiciones y asonadas para darse cuenta de lo que se busca hoy con el prorroguismo de Morales, no es más que una vieja fórmula que no ha contribuido al desarrollo económico, social y político de Bolivia.
Es verdad que Evo Morales está en condiciones de ofrecerle al país una alternativa política de cierto alcance, con perspectivas de darle cierta estabilidad, pero lamentablemente el costo es muy alto y, lo que es peor, el MAS tampoco está construyendo un esquema con la proyección necesaria para profundizar la democracia y la visión requerida para proyectar el desarrollo integral de Bolivia. Lo suyo ha sido simplemente acumulación y reproducción del poder como un fin en sí mismo a beneficio de un grupo.
Si de verdad existiera un interés por generar progreso en Bolivia, nuestros líderes deberían preocuparse por fortalecer el sistema democrático, promover la educación ciudadana para lograr la madurez que necesita el país. Está demostrado que la alternancia en el manejo público ha sido la gran receta de las naciones que han logrado una democracia capaz de darle respuestas al ciudadano a través de la búsqueda del bien común. El caudillismo constituye todo lo contrario a la democracia, pues obstruye la participación, combate el pluralismo e impide la construcción de un Estado basado en leyes.
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