0tra vez se ha puesto como excusa la supuesta ineficiencia de los inversionistas privados para justificar la nacionalización, en este caso, del servicio de administración de los aeropuertos del país que estaba a cargo de una compañía española.
No hace mucho también se nacionalizaron dos empresas eléctricas administradas por la española Iberdrola a la que se acusó de no haber realizado inversiones para dotar del servicio de energía a las comunidades rurales, donde resulta muy costoso y a veces antieconómico para una empresa que se rige por la necesidad del lucro.
Bajo estos criterios habría que suponer que las nuevas empresas estatales ya se encuentran realizando por lo menos los estudios necesarios para electrificar hasta el pueblo más recóndito del país. Pero tomando en cuenta todas las experiencias nacionalizadoras de los últimos siete años -20 en total-, lo más probable es que los campesinos bolivianos se acostumbren nomás a convivir con el mechero y las velas, pues ni la eficiencia ni la eficacia son características esenciales del Estado boliviano, mucho menos del régimen plurinacional, creador de decenas de empresas que no han pasado del discurso, las promesas y los proyectos, muy costosos por cierto.
Solo hay que ver lo que sucedió con la mina Colquiri, para darse una idea de la capacidad administradora del Estado. En el primer semestre de gerencia pública, la producción cayó en más de un 400 por ciento; sin embargo, los costos operativos se elevaron y los gastos en personal crecieron en un porcentaje considerable. Eso llevó al presidente Morales a afirmar que, con esos resultados, no existen razones para nacionalizar. Lo dijo hace poco menos de un mes. No se entiende por qué entonces ha intervenido en los aeropuertos. ¿Amnesia, ceguera burocrática o simple show?.
Está por inaugurarse en Río Grande la planta separadora de gases con más de cuatro años de retraso, luego de que los funcionarios a cargo del proyecto se robaran dos veces la plata y luego de que mataran a una persona y varios “patriotas” de puño levantado acabaran tras las rejas. En ese lapso, Bolivia ha perdido decenas de millones de dólares en la venta de gas a Brasil, pues el gas que vendemos sale del país con abundantes licuables por la falta de la tecnología para extraerlos. Si esa planta hubiera estado lista en el 2008, ya estaría funcionando la planta de urea que el Gobierno ha ordenado construir en el Chapare, el lugar menos indicado para aquella instalación. En ese periodo y usando la materia prima obsequiada por los bolivianos, Brasil echó a andar una fábrica de fertilizantes.
Pero esos no han sido los peores resultados de la nacionalización, pues desde que los hidrocarburos pasaron a manos estatales, Bolivia se convirtió en importador de productos como el GLP y la gasolina, aunque descaradamente se trate de hacer ver que los resultados son los óptimos basados en el aumento de la renta petrolera, producto del factor precio y del incremento de los impuestos.
La realidad más objetiva es que con la nacionalización se produce menos, se gasta más y los servicios empeoran para el ciudadano, que paradójicamente es el que paga un alto precio por los experimentos de los gobernantes. Lo más lamentable es que con este método de nacionalización en capítulos, como si fuera una telenovela mexicana, se genera una gran psicosis que ahuyenta las inversiones. Si es por hacer show, más interesante y más inofensivo es el culebrón marítimo.
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