Los estudiantes de países orientales como Japón, Corea y China llaman cada vez más la atención en prestigiosas universidades europeas y norteamericanas por el excelente rendimiento que demuestran. Son los primeros en todo y de a poco van ganando espacios en la ciencia, con innovaciones y descubrimientos que sorprenden a los círculos científicos tradicionales. Hace unos años, una delegación de expertos en educación de la Unión Europea se trasladó a aquellos países a buscar en las escuelas y los centros de enseñanza primaria la receta para conseguir la excelencia en los niños que después “pavean” de lo lindo a los universitarios del Viejo Mundo.
Los especialistas quedaron estupefactos con la respuesta que les dio uno de los ministros de Educación consultados. “Nosotros no hacemos nada –contestó-, la clave está en la casa, donde todavía se preservan los valores culturales más sólidos de nuestra civilización".
Esos valores son la disciplina, el amor propio y el respeto a los mayores. Los profesores de los colegios no tienen que “bregar” con chicos insolentes, rebeldes sin causa, perezosos y que no saben lo que quieren. “Tampoco tenemos que lidiar con malos hábitos como la impuntualidad y el incumplimiento, todo eso ha sido corregido por los padres a su tiempo. Y, lo que es mejor, cada chico tiene perfectamente
desarrollado el sano orgullo, lo que no les permite renunciar y acobardarse a la primera dificultad”.
“¿Y qué hacen ustedes?”, les dijeron. “Lo que debe hacer la escuela, ocuparse de la instrucción, despertar el apetito por conocer, porque de la verdadera educación se ocupan los padres”, fue la respuesta.
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