Apenas unas horas antes de anunciar oficialmente la muerte de Hugo Chávez, el vicepresidente venezolano y heredero en la conducción de la revolución bolivariana, Nicolás Maduro, ensayaba una treta más para distraer la atención de la ciudadanía que comenzaba a perder la paciencia en relación al misterio que rodeaba a la salud del comandante.
Tras una serie de intentos por convertir a la figura de Chávez en el centro de un libreto propio de una novela surrealista, el régimen venezolano no tuvo más que enfrentar una verdad que se ha estado ocultando y disimulando durante los últimos meses, ante el temor de que la desaparición física del caudillo pueda significar el inicio de un periodo de inestabilidad política. Ha sido muy atinada la decisión de terminar con esta parodia, pues de haberla mantenido como pretendían algunos, se hubiera debilitado aún más la figura de los que hoy tienen la misión de que el vacío que está dejando Chávez no se convierta en un abismo del que no se pueda salir fácilmente.
Más allá de cualquier diferencia política o ideológica o de las críticas que se pueda realizar a su legado, nadie puede negar que Hugo Chávez Frías ha sido un líder extraordinario capaz de llevar adelante un proceso político que puede resultar muy pesado para sus sucesores y más que nada para un pueblo anclado en figuras caudillistas que le señalen el camino a seguir.
Es obvio que con sus vacilaciones y falsos positivos, Nicolás Maduro ha mostrado que está muy lejos de mantener viva la presencia de su mentor por lo que sus desafíos son muy grandes. El primero de ellos será mantener la unidad del chavismo, que ya dio algunas señales de fisuras ni bien se supo que lo de Chávez era irreversible. En segundo lugar, está la convocatoria a unas elecciones libres y transparentes, requisitos indispensables para que el nuevo presidente obtenga la legitimidad que hoy es más importante que nunca para que la sucesión constitucional se gane el respeto de los leales y los opositores, tomando en cuenta que un nuevo triunfo del chavismo está prácticamente asegurado.
Es también la hora de la verdad para la “Revolución Bolivariana” y el “Socialismo del Siglo XXI”, dos espectros inasibles que solo Chávez con su fuerza y liderazgo, con su verbo y su ímpetu era capaz de llevar adelante en medio de abusos y autoritarismo. De la habilidad de los actuales conductores dependerá que esto no caiga en el caos, en una crisis económica que ha dado señales muy preocupantes y se mantenga la repartija de recursos que le da vida y popularidad al chavismo, pero que al mismo tiempo genera un desangramiento financiero que provoca grandes baches pese al periodo de bonanza de altos precios del petróleo. Será un gigantesco desafío frenar el deterioro que ha sufrido la principal industria nacional, gravemente lesionada por más de 12 años de derroche.
También le ha llegado la verdad a todos los países satélites del chavismo, especialmente para Cuba, que recibe de Venezuela casi el 80 por ciento del petróleo a precios regalados. En esa misma línea se encuentra Nicaragua, amenazado por la inanición política sin el soberbio respaldo de Chávez. No es la misma situación la de Bolivia y Ecuador, pero no cabe duda que sin el gran respaldo y el liderazgo de exmilitar fallecido es otra la verdad que comienza a surgir en Sudamérica.
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