Hay personas que para quedar “elegantes” dicen “hará uso de la palabra”, cuando podrían decir “hablará”, ahorrándose cinco palabras. También dicen “el día de mañana” por no decir simplemente “mañana”. Qué tiene de malo decir “padre” en lugar de “su señor padre”. Y así podemos encontrar cientos de ejemplos de este lenguaje burocrático que lamentablemente se cuela muy a menudo en las crónicas periodísticas.
El otro día un reportero de radio informaba sobre un hombre ahorcado y decía que lo habían hallado “en posición decúbito pendular”. El hombre, “colonizado” por la jerga policial y el lenguaje de los médicos forenses, quería decir “colgado”, pero seguramente lo hallaba demasiado vulgar. Por eso mismo, muchos comunicadores hablan de “nosocomios”, “galenos”, “ediles”, “burgomaestres”, “transeúntes” y “motorizados”.
Borges, nada menos que el gran Jorge Luis Borges, decía que no todas las palabras del diccionario son para usarlas en el lenguaje cotidiano, puesto que uno siempre debe inclinarse por las más sencillas, las más usadas, las de más fácil comprensión. La lengua, decía, no es para ufanarse del grado de ilustración que uno tiene, sino que es una simple herramienta para comunicarse, para transmitir ideas y cuando los términos impiden esta meta, hay que quitarlos y buscar otros que sean más idóneos.
Afortunadamente la sencillez es hoy una señal de los tiempos que vivimos y se manifiesta en todos los ámbitos, en la arquitectura, la vestimenta, la comida, la tecnología y las relaciones personales, que cada vez se desprenden de sus gestos ceremoniosos y buscan más el lado humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario