Quién ganó el pasado domingo en Venezuela? La pregunta sigue flotando en toda América Latina, especialmente en aquellos países como Bolivia, que dependen de cómo le vaya al Chavismo para proyectar su futuro político.
Pese a que los datos son determinantes, las posiciones son contrapuestas, hecho que refleja muy claramente al primer ganador de las elecciones municipales venezolanas: la polarización, fenómeno que no se ha disipado y que más bien tiende a acentuarse pese a los 14 años de hegemonía del “Socialismo del Siglo XXI”, que no ha conseguido pasar de la lucha política y de la confrontación a la construcción. De la fase de conquista del poder a la fase arquitectónica, dirían los estudiosos de la ciencia política, quienes también observan en el abstencionismo del 40 por ciento a otro de los grandes “ganadores” de los pasados comicios.
Los oficialistas se sienten ganadores y no dejan de festejar a la cabeza de Nicolás Maduro, quien una semana después continúa de gira por las 255 alcaldías conquistadas por su partido (el 76 por ciento del total), pero que en términos absolutos no representa más del tres por ciento de diferencia con la oposición, que salió victoriosa en las alcaldías que son consideradas “joyas de la corona” como Caracas y Maracaibo, además de otros grandes municipios como Valencia, Barquisimeto y la simbólica Barinas, tierra natal del fallecido Hugo Chávez.
El sucesor de Chávez, cuya capacidad de gobernar ha sido puesta en duda incluso por agentes del propio chavismo, no puede dejar de festejar, después de los terribles vaticinios que se hacían y siguen haciéndose sobre su futuro en la conducción del país. Su prolongado y bullado festejo no deja de ser una estrategia escapista, pues tarde o temprano deberá volver a su realidad de inflación, escasez, baja producción, apagones y todos los problemas que no consigue resolver y que explican el paulatino crecimiento de la oposición que no deja de avanzar pese a Chávez, pese a Maduro y pese a que el Estado venezolano moviliza un aparato brutal de recursos económicos, logística y personal al servicio del proselitismo oficialista.
Obviamente, si se lo observa desde este punto de vista, la oposición ha obtenido una victoria, pues ha conseguido mayor votación y mayor número de municipios conquistados por la vía de las urnas, un triunfo relativo, sin embargo, pues Maduro ha estado posesionando a alcaldes paralelos en aquellos lugares donde la votación de la gente le cerró el paso. Desde la óptica oficialista, lo conseguido recientemente es una hazaña, tomando en cuenta la situación económica del país que agobia a las grandes mayorías que no consiguen los artículos básicos para llevar a sus hogares.
Después de constatar que de todas formas el populismo está en declive en América Latina (aunque tomará tiempo para que abandone el poder), conviene hacerse la pregunta: ¿cómo hará para mantenerse en la conducción? En los últimos meses se ha visto en Venezuela las expresiones más aberrantes de la demagogia que lógicamente tienen eco en las masas más necesitadas. Maduro ha dicho que ese tipo de “revolución” seguirá en marcha y como ahora tiene plenos poderes, nadie imagina qué será capaz de hacer para seguir polarizando y por supuesto, continuar con esos dudosos triunfos electorales. En Bolivia también podría replicarse ese fenómeno, pues todo lo que ocurre en Venezuela tiende a reproducirse en nuestro país. Ya lo vimos con el doble aguinaldo.
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