lunes, 9 de junio de 2014

¿A cambio de qué?


El cantante cruceño Aldo Peña al menos reconoció que le pagaron una buena suma de dinero por cambiar su brincau autonomista por la cumbia masista. Lo que no se puede entender es qué tipo de transacción han hecho los empresarios de Santa Cruz para tomarse de la mano, aplaudir, levantar los brazos, aparecer “pintudos” y seguir con muy buen ritmo el pasitrote que marca el Gobierno central.

Hace una semana, el vicepresidente García Linera celebraba como si fuera un mérito suyo, el logro de los ganaderos de haber obtenido el certificado de "país libre de aftosa". Abrazos, discursos, alabanzas mutuas y al día siguiente el Gobierno ordena el congelamiento de las exportaciones de carne. Qué manera de festejar semejante acontecimiento y qué forma de incumplir los acuerdos y las promesas que seguramente motivaron las “empanaditas”.

La Cámara de Industria y Comercio organiza un evento con invitados de primer nivel para hablar de los temas “Competitividad y Producción” y entre los oradores principales agendan al ministro de Economía, Luis Arce, quien no tiene empacho en decirles a los empresarios que ambos conceptos, “competitividad y productividad” pertenecen a la ideología neoliberal, que no tiene nada que ver con el proceso de cambio y que lo que marca el rumbo de Bolivia es el estatismo y la inclusión, como ocurre en las minas públicas, donde los supernumerarios y el bajo rendimiento están provocando debacles en pleno auge de los precios de los minerales.

Tímidamente los empresarios le piden al Gobierno que levante las restricciones, que permita la siembra de semillas transgénicas en el país, como lo están haciendo en todos lados y como lo indican los antiguos enemigos acérrimos de esta tecnología que ahora reconocen que estaban totalmente equivocados. El régimen sigue respondiendo con palabras que no se cumplen, mientras los avasallamientos de tierras continúan y las prohibiciones de exportación esconden una trama siniestra de mercados negros, cupos políticos y protección a ciertos individuos ligados al contrabando que llevan la harina de soya subvencionada (por los productores) al Perú.

Está bien que los cantores y que los políticos se tomen de la mano con el Gobierno central porque tal vez no están conscientes de que su poder y sus bolsillos dependen de lo que se produce en la región y de los impuestos que genera la producción cruceña. Pero lo que no se puede comprender es que los propios productores se sometan a componendas que no los benefician ni siquiera a ellos, pues está claro que la informalidad, el narcotráfico, las trabas, las tomas de tierras, los cupos, las subvenciones y mercantilismo estatista terminarán por destruir el apartado productivo del oriente, el único que tiene posibilidades de competitividad, no solo respecto de la proyección externa, sino para conseguir la sostenibilidad del país.

O es que ellos están de acuerdo que el parque industrial de Santa Cruz se vuelva un Huanuni, el norte cruceño se convierta en el Chapare o Los Yungas y que todos los agricultores e industriales se vuelvan cocaleros, vendedores de ropa usada, auteros, empleados de empresas públicas que no producen nada, porque la competitividad no interesa. Esas son mentiras que están bien para las tarimas de los pueblos escondidos, pero no para un foro empresarial donde lamentablemente ya nadie replica. ¿A cambio de qué?

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