viernes, 20 de junio de 2014
Estado y futuro de la economía
Contrariamente a lo que se podría imaginar, especialistas críticos al Gobierno reunidos en el foro “El Estado de la Economía” organizado por la Fundación Nueva Democracia, coincidieron en Santa Cruz, que más allá de las exageraciones, los “chanchullos” estadísticos y la gran creatividad con la que se maneja la contabilidad del país, las cifras macroeconómicas de Bolivia están muy bien y ponderaron el crecimiento, la inflación controlada, la disciplina fiscal, los excelentes números de las exportaciones y hasta se atrevieron a afirmar que las autoridades no son tan corruptas ni tan derrochadoras como se las pinta, pues de lo contrario estuviéramos en graves problemas como Argentina o Venezuela.
Pero los expertos dicen estar hartos de la macroeconomía, un asunto que vienen proclamando los políticos desde que derrotaron a la hiperinflación en 1985 y que los organismos internacionales no dejan de alabar porque justamente les interesa prestarle dinero a Bolivia, como lo vienen haciendo en plena época de bonanza, hecho que no se explica, pues si hay algo que repite una y otra vez el Gobierno es que le sobra plata gracias a su “excelente gestión”.
Los participantes del foro, entre los que se encontraban Gonzalo Chávez, Juan Antonio Morales, José Luis Parada, Gary Antonio Rodríguez, Teófilo Caballero y Henry Oporto, dicen que después de 30 años de estabilidad económica, lograda incluso en tiempos de “vacas flacas”, no se puede seguir dándole las mismas respuestas a la gente y que lo conveniente es marcar algunas preguntas.
¿Por qué el crecimiento de Bolivia, uno de los más altos de América Latina, no se traduce en mejoras significativas en la calidad de vida de la población? ¿Por qué la bonanza económica de diez años no ha servido más que para conseguir modestos logros en la lucha contra la pobreza extrema? ¿Por qué seguimos siendo uno de los peores lugares para invertir en el continente? ¿Por qué estamos muy lejos de seguir los pasos de Chile o Perú y que es imposible convertirnos en una potencia, como tanto pregonan los gobernantes en las cumbres? ¿Por qué no llegan los capitales a nuestro territorio pese a que las autoridades afirman que el modelo boliviano es admirado y copiado en muchas partes del mundo?
La respuesta es muy simple y tiene que ver con la estructura económica del país, extractivista y rentista, basada en la explotación de recursos naturales, un modelo que en realidad no ha cambiado desde la época de la Colonia. Bolivia no está generando oportunidades para otras actividades económicas, no está industrializando y su crecimiento está basado en la promoción del consumo gracias al aluvión de ingresos que llegan por el incremento de los precios internacionales. Lo peor de todo es que el régimen gobernante ha proscrito los términos de productividad y competitividad, sigue comportándose hostil hacia el capital extranjero y la inseguridad jurídica continúa siendo un freno para las empresas.
Pero la peor noticia es que la economía boliviana sigue siendo tan frágil y tal vez más que antes porque ha incrementado su dependencia de las materias primas, gas y minerales, productos sujetos a los precios internacionales que tantas veces le han jugado mal a Bolivia, pasando de “príncipe a mendigo” en un abrir y cerrar de ojos. Y ese riesgo puede estar a la vuelta de la esquina, pues ya es un hecho la tan anunciada desaceleración de las economías emergentes, que nos pagan tan bien por el momento y tanto la demanda como los valores podrían disminuir.
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