En la ciudad de Sucre las autoridades políticas no logran ponerse de acuerdo en el proyecto de construcción de una terminal de buses. Se pelean por la ubicación, por el modelo del edificio y por el financiamiento. Lo más probable es que se construyan tres paradas, una de la Gobernación, otra de la Alcaldía Municipal y la última de los sindicatos de transportistas, que también tienen sus propias objeciones al respecto.
Algo que parece una simple anécdota digna de las páginas de curiosidades de los periódicos, es en realidad parte recurrente de la realidad de Bolivia que conviene reflexionar ahora que se cumplen 188 años de vida independiente, fecha que nos topa con las grandes interrogante sobre ¿cuántos somos? y ¿quiénes somos? preguntas que surgen nada menos que a meses de haberse ejecutado un Censo de Población y Vivienda.
Lo más patético es que hasta el 6 de agosto, la fecha más importante de nuestra historia, también ha ingresado en la nebulosa de las dudas y los cuestionamientos, pues los más recientes "reinventores" de la Patria tienen su propia fecha que resaltar y la ponen por encima, generando discordia y confusión, seguramente los aspectos más recurrentes en todo este tiempo.
Muchos de los países que nacieron a la vida independiente en el mismo período que lo hizo Bolivia, atravesaron una etapa de fundación y organización en la que no estuvieron ausentes las luchas internas, donde corrieron balas y mucha sangre. Todos ellos se tomaron su tiempo, dos o tres décadas en algunos casos, para optar por el camino unitario o federal, liberal, estatista o colectivista y al cabo de mucha refriega redactaron una constitución que sentó las bases de un país, un estado y una nación.
En Bolivia estamos por cumplir 200 años y todavía no nos ponemos de acuerdo ni siquiera en el nombre del país, aún estamos definiendo sus bases territoriales y organizativas, que si somos autonómicos o unitarios y, para colmo, en pleno siglo XXI y en pleno auge de las tecnologías de la información, venimos a descubrir una tremenda falla estadística que nos convierte de un plumazo de una nación indígena a un territorio de gran predominancia mestiza.
Qué organismo político puede requerir tanto tiempo para su maduración. Cómo es que ni siquiera en los períodos de bonanza económica tan notables como el que estamos viviendo, nuestros líderes sean incapaces de construir un modelo medianamente prometedor que nos ayude a aspirar a tener una estructura productiva que nos aleje de la amenaza de eternizarnos en la categoría de "estado fallido". Siempre nos hemos quejado de que la raíz de todos los males es la falta de recursos y por qué ahora que supuestamente "nos sobra", nos dedicamos a malgastar y a inventar a manera de perpetuar viejos males como el caudillismo, la corrupción, el autoritarismo y la falta de justicia.
Se nos dice que hemos cambiado, que esta es la última refundación, que acaba de empezar la nueva historia de Bolivia, pero solo hace falta mirar los datos del Censo para comprobar que hará falta mucho más que otros 188 años para pensar en revertir la triste historia de pobreza y miseria de nuestro país, los únicos enemigos que no se atacan como se debiera.
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