Los líderes populistas de Sudamérica han recurrido durante más de una década al modelo denominado “democracia plebiscitaria” para garantizar su permanencia en el poder, a través de un prorroguismo ilegal alimentado por un motor cuyos engranajes son la prebenda, el fraude, la violación de las leyes y la agitación de las masas alentadas por una campaña electoral permanente y muy costosa, solo concebible en un momento de gran bonanza económica que se presta al derroche.
Pero este esquema ha comenzado a fallarles a los principales exponentes del neopopulismo y el fracaso comienza a ser recurrente en la región. Lo ocurrido en Argentina recientemente es un importante indicador de esa tendencia que viene marcándose desde hace varios años.
Desde el momento en que la derecha chilena terminó con dos décadas de hegemonía socialdemócrata en Chile, comenzó a hablarse de un movimiento pendular en Latinoamérica que caminaba irrefrenablemente hacia el Socialismo del Siglo XXI promovido por los petrodólares venezolanos.
Ocurrió lo de Manuel Zelaya en Honduras; El Salvador, que ya le había jurado lealtad a Chávez finalmente marcó un giro que lo puso de espaldas al chavismo y en Perú, donde Ollanta Humana se perfilaba como una pieza asegurada del ALBA, se decidió por el continuismo de las políticas que marcaron Alejandro Toledo y Alan García. No hay duda que la destitución de Fernando Lugo en Paraguay ha sido; sin embargo, el gran hito que marca la decadencia de este bloque político internacional que surgió en el seno del Foro de Sao Paulo, en cuya más reciente reunión abundaron más los reproches que las celebraciones.
Las malas noticias surgidas de las urnas el pasado domingo en Argentina para la populista Cristina Fernández también tienen sus antecedentes y desafortunadamente para los miembros de este bloque, son la antesala de futuros tropezones.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro logró una ajustadísima victoria sobre su oponente Henrique Capriles, quien todavía sigue insistiendo que hubo fraude en la elección, acaecida muy poco tiempo después de la muerte del “sacrosanto Hugo Chávez”, de quien se esperaba un legado algo más sustancioso para su mediocre delfín político. No hay que olvidar que el chavismo había estado perdiendo terreno en varias regiones, municipios y gobernaciones venezolanas, las mismas que fueron recuperadas gracias a oscuras maniobras, algo que también ha ocurrido en Bolivia desde el 2010, desde que el MAS fracasó en su intento por copar la totalidad de las alcaldías y las gobernaciones, muchas de las cuales ahora forman parte de su capital político por la vía del golpismo.
De hecho, el oficialismo en Bolivia no ha podido conseguir ni una sola victoria contundente en las urnas desde el 2009. Lo más repetido en cambio, han sido sonadas derrotas como las que se han dado en varios municipios reconquistados por las oposición, que también recuperó la Gobernación del Beni, todo ello sin mencionar el tremendo fracaso de la elección de las principales autoridades judiciales.
El revés electoral del domingo en Argentina no es vinculante, sin embargo anticipa un contundente fracaso en las elecciones legislativas de octubre al punto de que Cristina Fernández ha admitido que sus posibilidades de acceder a un tercer mandato han quedado prácticamente suspendidas. En Venezuela habrá elecciones municipales en diciembre y los pronósticos son lapidarios. En este sentido, el mejor posicionado sigue siendo Evo Morales, aunque con números muchos más bajos.
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