Uno de los valores más importantes de la democracia es la tolerancia y saber gobernar precisamente, consiste en superar las diferencias en paz, sin recurrir a los abusos, sin necesidad de aplastar a los que critiquen y traten de levantar cabeza para hacer escuchar sus opiniones y defender sus derechos, así sean incómodos para el Gobierno.
El presidente Morales ha manifestado su deseo de ganar las elecciones en Santa Cruz, departamento en el que nunca ha logrado un triunfo electoral, al igual que en Beni y Tarija. El mandatario ha manifestado su admiración por la región, ha dicho que acaba de descubrirla como crisol de la bolivianidad y como motor de la economía nacional y dice que ha cambiado radicalmente su opinión sobre las élites cruceñas, a las que ya no insulta y más bien trata de sumarlas al “proceso de cambio”, con la promesa de no traicionarlas y respetar las diferencias.
Pero no hay duda que aún falta mucho para pasar del discurso a los hechos. Puede generar cierta expectativa, aunque sea por motivos electoralistas, que el régimen gobernante afloje en parte el torniquete de hostilidad hacia sus adversarios, pero lamentablemente, mientras se lanzaban esas lindas palabras, ocurría lo del Himno Cruceño, una clara señal de que el odio y el resentimiento no se han esfumado. Mientras se hacían promesas de amor, el Concejo Municipal preparaba el despido de unos jóvenes que “cometieron la impertinencia” de entregarle una carta el presidente Morales con algunas exigencias. Y mientras los operadores políticos del oficialismo comenzaban a suavizar sus palabras y a calificar al matrimonio del MAS con los empresarios, como “un acto revolucionario”, en el Palacio de Justicia, se escribía un nuevo capítulo del horror llamado “Caso Terrorismo” y el acusado Ignacio Villa Vargas manifestaba que todos los días recibe emisarios del Ministerio de Gobierno que le piden hundir a los cruceños. ¿Qué clase de amor es el que se está produciendo con todas estas manifestaciones?
La tolerancia, el respeto al otro, la madurez en relación a las diferencias y la asimilación de las convicciones democráticas es una tarea pendiente, sobre todo después de que el propio presidente Morales ha admitido que él mismo recomendó el nombre del Defensor del Pueblo, Rolando Villena, poco menos que para que sea un fiel encubridor de las acciones gubernamentales y dice sentirse defraudado cuando su “elegido” exige el cumplimiento de las leyes y el respeto a los derechos humanos de los indígenas del Tipnis.
Estamos lejos de la tolerancia porque no se admite que nadie piense distinto ni siquiera dentro del partido gobernante, porque el disidente es considerado enemigo y porque el adversario es insultado, enjuiciado y perseguido.
Algunos pueden estar entusiasmados con las señales que rodearon a la Expocruz y al 24 de Septiembre y está bien, pero no son más que señales propagandísticas. La población espera acciones estatales, nuevas actitudes orgánicas e institucionales conducentes a restituir el Estado de Derecho, a dejar de lado las estrategias dictatoriales y antidemocráticas. Ese día la opinión pública se dará cuenta de que hay un nuevo liderazgo dispuesto a aprender a gobernar para todos.
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