Las personas que han sido víctimas de secuestro en Santa Cruz se niegan a denunciar a sus captores, recientemente atrapados por la Policía Boliviana y presentados al público junto con un sinnúmero de evidencias que los inculpan.
Eso mismo sucedió hace unos meses cuando fue desarticulada una banda de extorsionadores que trabajaban a orden de tres ministerios. Algunos activistas intentaron derribar el muro de miedo que han tendido especialmente sobre Santa Cruz, pero los esfuerzos fueron vanos y solo el norteamericano Jacob Ostreicher, cuyo padrino es nada menos que el actor de Hollywood, Sean Penn, se mantuvo en la línea de la denuncia, haciendo ver en todo momento que los chantajistas con chapa de funcionario siguen operando impunemente en el país.
La prueba más clara es la actuación del mayor Fabricio Ormachea, que de no haber sido porque lo atrapó la FBI en un terreno neutral, seguiría cometiendo sus fechorías en el país y continuaría protegido por sus superiores y por la gente del Gobierno que le dio carta blanca para hostilizar a “los enemigos”.
El miedo es una estrategia que le ha dado excelentes resultados al Gobierno y así ha quedado demostrado el “caso Terrorismo”, una trama de mentiras, abuso y extorsión que ha sido totalmente desvelada, pero que mantiene todavía en el silencio más doloroso a muchos que han tenido que pagar cifras astronómicas para no ser paseados por la “calle de la amargura”.
Nadie está afirmando que detrás de los secuestros hay una mano negra como la que ha funcionado en los casos de extorsión, aunque el prontuario de algunos actores del aparato represivo da como para levantar muchas sospechas. Sin embargo, el mismo miedo que inmoviliza a las víctimas, que mantiene callados a los perseguidos y que ha vuelto inermes a los que ayer eran defensores de la libertad, la autonomía y la democracia, es exactamente el mismo, porque simplemente no existen las garantías de conseguir una investigación transparente, un juicio justo y más bien surge el peligro de que las víctimas terminen siendo las culpables, como sucede todos los días en este país carente de credibilidad porque los escrúpulos y la buena fe se han esfumado.
En este contexto ya ni siquiera existe la libertad de participación política. Santa Cruz fue el primero en bajar los brazos en su lucha contra los resultados amañados del Censo 2012 y eso es porque la gente, los líderes y las instituciones están hastiados de peregrinar a los juzgados, de enfrentar comisiones de fiscales que operan a favor de la persecución y de tener que enfrentar una guerra mediática, insultos, acusaciones y condenas públicas cuya finalidad es amedrentar y evitar que nadie levante cabeza.
Ha surgido la propuesta de crear un frente amplio con el objetivo de aglutinar fuerzas opositoras y generar una alternativa política. De hecho ya se han dado algunas adhesiones de connotados líderes regionales, con miras a las elecciones del 2014. Obviamente, uno de los acicates de esta iniciativa es el resultado positivo que consiguieron en las elecciones del departamento del Beni y en otras contiendas electorales municipales en las que el oficialismo ha sufrido fuertes reveses. Antes que desarrollar una visión electoralista, los impulsores de este frente deberían buscar una causa y en primer lugar, derrotar el miedo que inmoviliza a medio país.
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