Hará falta mucho más que sentar a un empresario en la testera de un acto partidario para que el MAS se gane la confianza en Santa Cruz y todo el oriente boliviano, hecho que se puede comprobar con toda contundencia en las recientes elecciones celebradas en el Beni.
El vicepresidente García Linera le ha repetido recientemente a los benianos y cruceños que ya no quiere más confrontaciones, una promesa que tiene un marcado tufillo electoralista, al igual que el levantamiento parcial de las restricciones a la producción y las exportaciones y las medidas en contra de los avasalladores de tierras, herramientas de terrorismo económico que ha usado el régimen para ahogar al oriente.
No le hace falta aclarar que entre sus planes ya no figura el derrocamiento de Rubén Costas y menos del flamante gobernador electo Carmelo Lens, ya que lo más probable es que de aquí hasta el 2014, el oficialismo trate de usar guantes de seda para ganarse el aprecio de las tierras bajas después de siete años de hostigamiento inútil, salvo claro para frenar la autonomía, destruir los liderazgos locales y herir la competitividad regional.
Es complicado ganarse la credibilidad cuando detrás de las lisonjas existe un aparato de chantaje funcionando y que le sigue dando frutos políticos al Gobierno, pues hasta el momento ninguno de los que fue víctima de la red de extorsión-persecución se ha atrevido a denunciar a los abogados ministeriales y cada vez hay más señales de que ese caso se encamina hacia la impunidad, mientras se multiplican los obligados gestos de genuflexión de ciertos líderes regionales.
De cualquier forma, puede que el MAS comprenda finalmente la necesidad de respetar las diferencias que tiene con la región oriental y sobre todo, visualizar la proyección que le puede otorgar esta zona al país. Pero eso es aplicando las teorías “topológicas” del Estado que expresó hace unos días el vicepresidente, quien aparentemente se ha convencido de que la mejor manera de darle viabilidad a Bolivia es eliminando el centralismo por el que ha estado dando pelea como un león, de la misma forma que lo han hecho todos los regímenes políticos a lo largo de la historia nacional.
Si es verdad lo que dicen, entonces no tendrán problemas en darle rienda suelta al desarrollo regional, que alberga proyectos estratégicos, algunos de los cuales el Gobierno del MAS se ha encargado de frenar y postergar. Estamos hablando del Mutún, de la hidrovía Paraguay-Paraná, de los proyectos Yacuses y Rositas y muchos otros que están muy bien guardados en las gavetas ministeriales, ante el temor que le causan al Estado andinocentrista, sin futuro y sin proyección.
Haría bien el Gobierno en interpretar adecuadamente los datos del Censo, para darse cuenta que los bolivianos miran al oriente como el mejor destino para sus hijos y en consecuencia, el Estado debe acompañar esa tendencia, dotándoles de los servicios adecuados para vivir mejor y por supuesto, dejar de lado las mezquindades que colocan a los hospitales cruceños, por ejemplo, entre los más descuidados del país.
Mucho más que los políticos y los dirigentes sectoriales, que son siempre proclives al pactismo y la entrega, la gente sigue pendiente del comportamiento del MAS frente a una región que tiene su estilo de vida, su cultura y su visión propios y que no han sido respetados por el “proceso de cambio”. Y seguramente estarán atentos para resolver si se le otorga o no la credibilidad que de manera urgente necesita el oficialismo en esta parte del territorio.
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