jueves, 31 de enero de 2013

Navegando en círculos

La reivindicación marítima boliviana ha vuelto a caer en el mismo lugar, luego de navegar en círculos, sin rumbo y en la más absoluta improvisación. En un arranque de fogosidad discursiva, el presidente Morales ha recurrido a la vieja y fallida estrategia “Gas por mar”, que no solo desencadenó la denominada “Guerra del Gas” con un saldo de 60 muertos, sino que estropeó un gran negocio para el país, que a su vez lesionó seriamente la industria hidrocarburífera nacional.

Cómo será de impulsiva la política exterior boliviana, que el Gobierno ha tenido que retractarse de la postura expresada en la cumbre de la CELAC en Chile, donde el presidente no solo tuvo que enfrentar una dura respuesta de su colega Sebastián Piñera, sino también ha dejado muy mal parada la imagen de Bolivia, pues queda claro que los bolivianos somos capaces de usar la provisión de gas como fórmula de chantaje a nuestros clientes. Es posible que con este tipo de posturas, se renueve la desconfianza en el país como proveedor de gas, un aspecto que llevó a Chile, Argentina y Brasil a buscar alternativas de abastecimiento.

El argumento de Evo Morales cae como balde de agua fría, precisamente en un escenario donde los países europeos exigieron a los países de América Latina, mayor seguridad jurídica para la inversión extranjera, algo que casi todos los países están dispuestos a conceder, salvo Argentina, Cuba, Ecuador y Venezuela, que prefieren anteponer los “objetivos políticos” antes que las normas de garantía a las inversiones privadas. Esa fue una postura oficial de este grupo de naciones en la reunión de la CELAC y lo mencionado por el mandatario boliviano fue apenas la cereza en la torta.

Desde el punto de vista interno, plantear “Gas por mar” no solo ofende a los sectores que se entregaron a una guerra falsa y manipulada, sino que en este momento es absolutamente estéril y se presta para las burlas. En primer lugar, Bolivia tiene en la actualidad un tercio de las reservas gasíferas que disponía en el 2003 y tras el fracaso de la nacionalización, el país no tiene más alternativa que cumplir a rajatabla sus compromisos internacionales aún a costa de postergar la demanda interna, porque la producción no alcanza para todos.  Los chilenos, argentinos y brasileños saben que el régimen boliviano es capaz de dejar sin gas a las amas de casa locales con tal de cumplir los contratos que le aportan dinero contante y sonante para asegurarse la permanencia en el poder.  Tratar de chantajear en esas condiciones resulta muy poco convincente.

Lo peor de todo es que con estos giros y tumbos que da Bolivia, no hace más que probarle a Chile que no tiene más remedio que seguirle llorando por su desgracia, porque no tiene un proyecto alternativo de país más que la fracasada orientación hacia el Pacífico, dependiente de Chile, de las materias primas, de la minería y del gas sin industrialización ni desarrollo del mercado interno. Una anécdota lo ilustra todo: luego del fuerte cruce de palabras entre Sebastián Piñera y Evo Morales, el mandatario boliviano invitó a su homólogo a construir juntos el tramo ferroviario Arica-La Paz, precisamente el proyecto que generó el Tratado de 1904, cuya anulación pide el Gobierno. Obviamente que Piñera aceptó, es una forma de tener a Bolivia siempre a sus pies.

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