domingo, 6 de enero de 2013
San Hugo
Para cuando se produzca “lo peor” o mejor dicho, para cuando se dé la noticia, porque algunos aseguran que “lo peor” ya sucedió, la imagen del líder venezolano Hugo Chávez será equiparable a la de un santo en Venezuela y seguramente en aquellos países que han estado actuando como satélites del chavismo en la última década. La idolatría hacia Chávez ha alcanzado niveles enfermizos últimamente y el endiosamiento se origina en el temor a que los sucesores no den la talla del caudillo o se enfrasquen en peleas por su herencia y descuiden la herencia que les han encomendado. Obviamente, la religiosidad hacia un ser profano necesariamente tiene que ser relacionada con símbolos y rituales de reconocida trayectoria y aceptación en el medio y que han sido objeto de fuertes críticas y rechazo por parte de un régimen que dice profesar el socialismo ateo. En Caracas y otras capitales se han multiplicado las jornadas de oración, las procesiones y las vigilias, mientras que los jerarcas del chavismo no dejan de besar los rosarios y las estampitas, cual si fuesen viejas beatas. En Bolivia no estamos lejos de aquello, puesto que la vida y la imagen de Chávez son muy fuertes para el Gobierno descolonizador, que ante la zona de riesgo, no tiene más reflejo que ponerse a gemir y mandar oraciones por el nuevo santo.
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