Cada vez que se produce un acontecimiento importante en materia energética, el país entero se entusiasma con la vieja promesa –constitucional además- de “darle gas a los bolivianos”, aunque los que terminan festejando son nuestros vecinos de Brasil, de Argentina y ahora también los paraguayos.
Hace poco se inauguró con un retraso de cuatro años la planta separadora líquidos de Río Grande y entre los primeros beneficiados con el incremento de la producción de GLP estuvo precisamente el mercado de Paraguay, pese a que en Bolivia, según lo indica un estudio del CEDLA, un tercio de la población sigue usando leña para cocinar y que en algunos sitios alejados del territorio, una garrafa de gas puede llegar a los 80 o 90 bolivianos.
La más reciente noticia relacionada con el gas se produjo en el campo Margarita, uno de los más grandes del país y el que originó la “Guerra del Gas”, con Evo Morales a la cabeza exigiendo que ese gas se quede en el país y que no sea exportado ni a Chile o a Estados Unidos como pretendía el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada.
En ese sitio, el mismo personaje convertido en Presidente de Bolivia y líder de la revolución que prometió “Devolver el gas a los bolivianos” ha inaugurado una moderna planta de procesamiento de gas que permitirá incrementar la producción en ese campo de 11 a 15 millones de metros cúbicos por día. Los más entusiasmados con la noticia fueron los residentes de Puerto Suárez, porque el mandatario expresó ese día la supuesta voluntad del Gobierno de destinar por fin una parte de la producción nacional de gas a proyectos nacionales como el Mutún y dos fábricas de cemento que esperan hace años la confirmación de YPFB para el abastecimiento del energético.
Junto con el presidente Morales estaba Antonio Brufau, máxima autoridad de la petrolera española Repsol, compañía que ha invertido 640 millones de dólares, con el objetivo de incrementar la producción que había caído en riesgo de declinación por la falta de perforación de nuevos pozos.
Nadie tiene por qué dudar del deseo del presidente Morales de incrementar la cuota del gas para el mercado interno, pero lamentablemente los datos son lapidarios. De los 56 millones de metros cúbicos de gas que actualmente produce el país, 31 millones se van a Brasil, 17 millones a la Argentina y apenas ocho millones se quedan para cumplir con el consumo domiciliario, el gas vehicular, la generación de energía eléctrica y el consumo industrial. El afán por la exportación es tal que tras el anuncio del incremento generado en Margarita, en lo primero que pensó el jefe de estado fue en vender electricidad al exterior.
Para el Gobierno que encabeza Evo Morales la lógica es muy simple. La venta de gas al exterior le significarán este año un ingreso de dinero constante y sonante de cinco mil millones de dólares, con lo que alcanza y sobra para comprar helicópteros, aviones y satélites. Dejar que ese gas se quede en el país, además de generar empleos, industrias y trabajo para los bolivianos, impediría contar con un flujo de caja, del que apenas una pequeña parte se destina a la inversión social y el resto se destina a apuntalar la gran prioridad del “proceso de cambio” de quedarse en el poder para siempre.
Por el lado de Repsol tampoco hay esperanzas de que ese gas se quede en el país. Semejante inversión realizada no es un acto patriótico ni de buena voluntad, es simplemente un buen negocio destinado a apuntalar los grandes intereses que tiene la empresa en Brasil y Argentina. En eso, tanto el Gobierno revolucionario como la transnacional siguen en la misma sintonía.
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