lunes, 28 de julio de 2014

Extractivismo: un solo paso


El Gobierno parece haber tomado en serio el debate del extractivismo. No lo hace por convencimiento o por una cuestión de conciencia, sino porque advierte la llegada de un periodo de “vacas flacas”, con caída de precios y de la demanda y de yapa, el inminente cese de pagos de Argentina que dejará al MAS con muchas deudas por cobrar y más promesas por cumplir.

Los líderes políticos abordan el tema con once años de retraso, sí, porque fue en el año 2003 cuando se impuso la necesidad de superar las viejas estructuras coloniales de nuestra economía y sustituirlas por la industrialización de los recursos naturales, con el objetivo de generar empleo y producción sostenibles capaces de darle estabilidad y mejores condiciones de superar la pobreza.

Con la llegada del MAS al poder en el 2005, con la nacionalización y la recuperación del control de la explotación de las principales fuentes de ingresos del país, el “proceso de cambio” tenía la oportunidad de dar por lo menos el primer paso hacia la reducción del extractivismo, pero lamentablemente eso no ha sucedido y por el contrario, la dependencia de los productos primarios se ha incrementado, aumentando al mismo tiempo la fragilidad de nuestra economía.

En lugar de avanzar, lamentablemente el régimen ha dado pasos hacia atrás y lo ha hecho conscientemente ya que un pueblo rentista, es decir, una población que siempre está con la mano extendida esperando su bono, su dádiva o cualquier cosa que caiga del “papá Estado” es la clave de la permanencia en el poder de un sistema como el que nos está gobernando. Por eso es que los fundamentalistas que conducen el país le hicieron la guerra a los mercados de los textiles, han estado combatiendo con toda su fuerza la agroindustria del oriente boliviano y con ese fin han evitado el despegue del proyecto siderúrgico del Mutún, entre otros muchos ejemplos de esa política destinada a la hiperconcentración económica que tiene su correlato en el monopolio del poder. Ambos son claves para el proyecto hegemónico y de perpetuación que tiene el oficialismo.

Al MAS le ha tocado gobernar en el mejor periodo de bonanza económica de la historia del país y en nueve años ha administrado más de 1.300 millones de dólares, dinero suficiente como para dar no solo el primer paso, sino avanzar en la diversificación y la competitividad, como lo han hecho Perú, Brasil y otros que hoy aspiran a convertirse en potencias económicas. Pero lamentablemente ese dinero ha sido criminalmente derrochado en las fantocherías del poder, en elefantes blancos y sobre todo en la maquinaria de reproducción del poder que se traga más de la mitad del presupuesto.

No es como dice el vicepresidente, quien plantea la dicotomía entre explotar o no los recursos naturales. Esa es más o menos como la pregunta que se hizo el presidente Morales cuando afirmó “¿de qué vamos a vivir?”. El debate está en qué hacer con los recursos resultantes y para ello hay muchas experiencias qué imitar, como la de Noruega, uno de los grandes explotadores de hidrocarburos del mundo y que hoy está a la cabeza en el ránking global Desarrollo Humano. El problema es que en lugar de imitar a chilenos (el cobre es la base de su economía), holandeses o suecos (productores de gas y petróleo), Bolivia sigue los pasos de Venezuela, de Nigeria o Libia y los resultados son similares. Necesitamos solo dar un paso, ojalá haya llegado la hora.

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