Extractivistas y rentistas que nunca sembraron nada, hablando de producir. |
Durante el discurso de apertura de la Cumbre Agropecuaria, el presidente Morales comparó la agricultura y la ganadería con el gas y dijo que su aspiración es que los productores del campo puedan invertir lo suficiente para lograr ingresos parecidos a los que ha estado generando los hidrocarburos en los últimos años.
Con esa afirmación desnudó el verdadero propósito del acercamiento a los agropecuarios, a quienes el régimen ha estado tratando como si fueran perros sarnosos y delincuentes durante los últimos diez años. El Gobierno está desesperado por la reducción del inmenso chorro de plata proveniente de la exportación de gas y minerales y ahora apunta a los agropecuarios como una tabla de salvación, en un momento en el que se avizora el final de un ciclo de bonanza que le ha permitido al estado nacional un derroche sin precedentes. Lo peor de todo es que la falta de dinero es directamente proporcional a la disminución de la popularidad de políticos que suelen mirar las cosas con la simpleza que se usó en la inauguración de la cumbre.
El gas y la agricultura no tienen punto de comparación. El primer recurso no fue sembrado por nadie, apareció en la naturaleza al igual que los minerales y el petróleo. Ese factor suele ser nocivo para una sociedad, que se acostumbra a “cavar y cosechar” a montones. Lo más lamentable es que genera una mentalidad extractivista, comunidades perezosas y rentistas como Venezuela, por ejemplo, dueña de la mayor reserva petrolera del mundo pero incapaz de producir ni lo más elemental para alimentar a su población.
Potencias petroleras hay muchas, pero muy pocas son potencias en todos los sentidos, como lo son Estados Unidos, Francia, Canadá, Holanda, Italia, Australia, etc., cuyo desarrollo fue forjado a partir de la agricultura y la agroindustria, verdaderos motores de economías que posteriormente dieron el salto a la industrialización.
El presidente Morales no entiende por qué los agropecuarios le exigen seguridad jurídica. El piensa que –como si fuera poco-, la única amenaza que tienen los productores son los avasallamientos, a lo que habría que sumarle las prohibiciones para exportar, la demora en la entrega de títulos de propiedad, el cambio repentino de normas, la aplicación de caprichos burocráticos como obligar a los hacendados a liquidar a su personal y el temor constante a la reversión de la propiedad por innumerables casos que van desde los chaqueos, conflictos laborales hasta el incumplimiento de la “Función Económica y Social”, que depende del criterio de individuos que no tienen la más mínima idea de lo que es producción o que tal vez razonan a la manera de un minero o un petrolero, cuyas ganancias suelen ser tan grandes que les permiten enfrentar toda clase de contingencias, incluso amenazas guerrilleras, guerras, atentados y otros imprevistos como las coimas y sobreprecios que paga Petrobras en Brasil o las “obligaciones políticas” que deber asumir PDVSA una suerte de caja chica del chavismo.
Es verdad, los agropecuarios bolivianos están exigiendo algunas políticas que les ayuden a superar problemas. Se trata de usar la racionalidad y el sentido común para garantizar un aumento de la productividad, que no solo ayudaría a mejorar los ingresos, sino a forjar un país con mayor sostenibilidad, trabajo y desarrollo integral. Nadie está pidiendo protección, nadie se atrevería a equipararse a los cocaleros, a los mineros cooperativistas y menos a las petroleras, que últimamente son tratadas con guante de seda y pese a ello se niegan a invertir... por inseguridad jurídica.
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