Brasil comienza a comportarse como potencia mundial y como tal, hace todos los esfuerzos por reforzar la seguridad frente a las amenazas de los once vecinos que lo rodean, sobre todo con los que representan el mayor riesgo continental: el narcotráfico, que además, es padre de otros males como el tráfico de armas, las mafias, el secuestro, el terrorismo, el robo de autos y también de las convulsiones políticas, tal como se ha demostrado en Bolivia y otras partes.
El Gobierno brasileño acaba de firmar un contrato de 420 millones de dólares con la empresa aeronáutica de ese país, Embraer, para desarrollar la primera fase del Sistema Integrado de Vigilancia de Fronteras (Sisfront) y que se pondrá en marcha precisamente en el lugar más caliente de sus extensos límites internacionales, Brasil y Paraguay.
El proyecto está en manos del Ejército brasileño y el objetivo es desarrollar una compleja red de radares, sensores, sistemas de comunicaciones y aviones no tripulados con el fin de vigilar las fronteras. Este proyecto ha sido precedido de inmensas movilizaciones de tropas hacia la misma zona indicada, donde se ha detectado un gran flujo de actividades criminales.
En los últimos días ha causado preocupación en Brasil, la supuesta presencia en Bolivia de células del Primer Comando de la Capital (PCC) el cártel del narcotráfico más poderoso del vecino país que en este momento representa el mercado más grande de la cocaína boliviana. Como ha sucedido en otras ocasiones con la presencia de bandas mexicanas y colombianas en el territorio, las autoridades nacionales han tratado de minimizar la información que llega desde el otro lado de la frontera, como tratando de tapar el sol con un dedo.
Embraer, el tercer fabricante de aviones en el mundo, tiene experiencia en la construcción de naves militares y radares con la capacidad de monitorear grandes extensiones. De esa manera, no hay duda que toda la actividad delictiva que está en auge en Bolivia, quedará a la luz de semejante tecnología y en ese sentido, conviene que las autoridades nacionales, se pongan a tono que la guerra que está desatando Brasil, para que dentro de unos años no ocurra lo del norte de México. Lo que buscan los brasileños es blindar los casi 17 mil kilómetros de frontera con todos los medios aéreos y terrestres posibles.
En un reciente artículo titulado “Fronteras Calientes” del autor Luis Esteban Manrique (Infolatam), se señala el contexto de toda esta movilización militar que está haciendo Brasil y que tiene que ver con el gigantesco crecimiento del crimen organizado, que “ha comenzado a generar tensiones internacionales”. El caso más notorio es el de Bolivia, que ha sido señalado por sectores importantes de aquella nación como el centro neurálgico del problema porque las instancias políticas han estado tolerando el desarrollo de actividades ilegales. Al margen de las apreciaciones subjetivas, la ONU ha advertido que nuestro país ya es el principal exportador de cocaína de América del Sur, algo que ha provocado una reacción en todo el vecindario, especialmente en Chile, donde tratan de crear otro muro de contención a la avalancha de droga que brota de este lado de la cordillera.
Aunque Bolivia ha comenzado a tratar de hacer buena letra y mucho más cuando anuncia su ingreso al Mercosur, una instancia que ha pasado a ser el brazo político de Brasil, hará falta mucho para nivelarse en la lucha contra el crimen organizado, de lo contrario corre el riesgo de caer en el aislamiento.
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