Las autoridades económicas del país siguen refiriéndose como si se tratara de la mayor hazaña financiera la colocación de los 500 millones de dólares en bonos soberanos realizada la semana pasada en Wall Street, la meca de la economía capitalista.
En realidad se trata de una operación que han realizado casi todos los países latinoamericanos, a excepción de Paraguay, en medio de un contexto de bonanza económica generalizada gracias a los elevados precios de las materias primas de exportación, que el caso boliviano ha multiplicado por cinco los ingresos, lo que ha permitido acumular reservas internacionales netas por un valor de 13 mil millones de dólares.
Gracias a esta coyuntura, atribuida netamente a factores externos y en la que muy poco tiene que ver la pericia en la conducción económica, Bolivia ha ingresado la categoría de países con ingresos medios que lo pone a su vez fuera del blindaje financiero de los organismos internaciones que en el pasado y debido a nuestra debilidad estructural, otorgaban créditos no reembolsables de hasta 500 millones de dólares por año y cuando mucho, préstamos a un interés del 3,5 por ciento, casi un 30 por ciento menor que la tasa que han conseguido los bonos soberanos en Nueva York.
El mérito del Gobierno actual es haber mantenido en gran parte la ortodoxia macroeconómica que ha sido una constante en el país desde 1985. En los primeros años se logró, gracias a un ajustado plan de austeridad y estricto control de los gastos y en los últimos años, insistimos, todo es obra de la abundancia de ingresos que le permite a los administradores de hoy darse muchos lujos e incurrir en grandes extravagancias sin comprometer el balance fiscal. Este logro y el hecho de haber ascendido a una nueva categoría como país, no tiene nada que ver con la situación socioeconómica de los bolivianos, que todavía siguen padeciendo condiciones dramáticas que se traducen en indicadores lamentables de desempleo, pobreza, desnutrición, precariedad de la vivienda y muchas otras situaciones que mantienen a Bolivia en los últimos puestos del continente.
En cuanto a la operación financiera realizada en Wall Street hay que tener en cuenta en primer lugar, que se trata de otra forma de endeudamiento a tasas de interés de mercado que pondrá a prueba a largo plazo la fe del Estado boliviano, que lamentablemente nunca ha sido de la mejor, debido a los vaivenes políticos y económicos a los que ha estado sujeta. En segundo lugar, esa fórmula solo puede ser sostenible en la medida en que se mantengan los excelentes precios de las materias primas bolivianas, algo que tampoco ofrece seguridad, sobre todo porque Bolivia es un país que no consigue abandonar los altos índices de dependencia ante la excesiva primarización de su economía.
Por otro lado, el dinero que está consiguiendo Bolivia a través de este mecanismo no deja tener un alto componente especulativo, se trata de capitales golondrina que aprovechan situaciones específicas ventajosas y no cabe duda que alzarán vuelo en el momento que se vean amenazados. Esto obliga al Estado boliviano a redoblar los esfuerzos por mantener una conducta fiscal intachable y rigurosa y sobre todo, a trabajar para que ese endeudamiento se traduzca en mejoras estructurales dentro del país, es decir, empleo digno, crecimiento, industrialización y otros componentes que ayuden a superar la pobreza. De lo contrario, esa “hazaña” apenas será recordada como un simple truco financiero.
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