sábado, 10 de noviembre de 2012
Presidente rico, presidente pobre
La historia registra muy pocos casos de políticos que terminaron pobres o al menos con los mismos bienes que empezaron luego de ejercer cargos públicos. Una de esas excepciones fue la de Elpidio González, quien ejerció la vicepresidencia argentina entre 1922 y 1928, durante el Gobierno de Marcelo T. de Alvear de quien luego se distanció. Antes había sido Ministro de Guerra, diputado, fue candidato a gobernador, presidente del partido Radical y hasta ejerció como jefe de la Policía de Buenos Aires. Cuando terminó su función pública se negó a recibir una pensión vitalicia que le correspondía por ley como ex vicepresidente y cuando estaba abandonando su despacho su secretario le dijo que debía llevarse un valioso portarretrato que le habían regalado. “No me lo regalaron a mí –respondió-, se lo regalaron al vicepresidente y ya no tengo ese cargo”. Para subsistir, González se empleó como corredor de comercio en una empresa de anilinas. La historia dice que este ilustre líder político murió en la absoluta pobreza. Vale la pena recordar este episodio cuando la política se ha vuelto sinónimo de multiplicación de los bienes personales. Algunos triplican y en el caso de la presidenta argentina, Cristina Fernández, su fortuna creció nueve veces.
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