Hugo Chávez nunca hubiera imaginado que su sucesor, Nicolás Maduro, hablaría más fuerte que él, en un tono mucho más amenazante y que sus acostumbrados insultos fueran superados por su pupilo, quien acaba de inaugurar un nuevo estilo de democracia, más propia de una comunidad de gorilas.
Luego de su cuestionado triunfo en las elecciones generales Nicolás Maduro ha abierto las tranqueras a un nuevo modelo de manejo del país que ni siquiera Chávez se hubiera atrevido a encarar y que amenaza con degenerar en violencia.
Lo ocurrido días después de los comicios, con la brutal represión de las manifestaciones de la oposición exigiendo el recuento de los votos y posteriormente, el salvaje ataque a los diputados opositores hablan perfectamente del estado de descomposición de un régimen que tiende a desmoronarse mucho antes de lo previsto. El colmo de los nuevos “chavistas-maduristas”, ha sido ufanarse públicamente de lo buenos que son para los puñetes y las patadas y solo faltó que se golpeen el pecho con ambas manos en señal de triunfo.
No cabe duda que Maduro está aplicando los métodos que le han sugerido los asesores cubanos, entre ellos Fidel Castro, con quien mantuvo una prolongada reunión y al que le ha prometido mantener activo el chorro de petróleo que le da respiración boca a boca a la agonizante revolución. Pero ni Venezuela es Cuba y Maduro está muy lejos de ser Chávez, el único que podría haber capeado una situación tan delicada, como efectivamente lo hizo en distintas ocasiones en las que tuvo que apelar al fraude o devolver con palo más de una derrota sufrida en las urnas.
La comunidad internacional ha advertido ya la amenaza que se yergue sobre Venezuela, donde la extrema polarización que se mantuvo durante los 14 años de gobierno de Hugo Chávez puede llegar a agravarse con consecuencias nefastas para la estabilidad del país caribeño. A los pronunciamientos de la OEA y varias naciones amigas, se sumó el ofrecimiento de mediación que hizo el Gobierno de España, el mismo que fue respondido con una actitud soez pocas veces vista en el contexto de las relaciones internacionales.
Queda claro que en una situación de crisis como la que vive Venezuela, que obviamente se va a extender en todos los países del bloque bolivariano, la única salida que les queda a los regímenes autoritarios es aumentar la dosis de fuerza y recurrir a métodos aún más duros, cosa que para Maduro significará un costo muy alto que tal vez no esté en condiciones de afrontar.
Como buen sindicalista que es, Maduro tenía fama de negociador y se esperaba de él un gesto de mayor apertura. Eso debía producirse en tanto consiga un resultado mucho más decente que el obtenido el pasado 14 de abril, el mismo que ha precipitado un escenario sumamente complicado
En el plano internacional, la debilidad de Maduro y la toma de distancia de Rafael Correa, que parece buscar una senda propia dentro del neopopulismo, exigen la urgente irrupción de un nuevo líder que sea capaz de llenar el vacío de Chávez. En ese sentido, no son casuales las últimas arremetidas producidas en Bolivia, donde la fórmula para sobresalir parece ser estrellarse contra los curas y echar a patadas a USAID.
No hay comentarios:
Publicar un comentario