Un reciente reportaje publicado en el diario The New York Times compara a la ciudad de El Alto con Hong Kong, por su enorme potencial económico anclado en el movimiento comercial de características eminentemente capitalistas. Al mismo tiempo, la publicación resalta las contracciones de la urbe paceña, donde reside el mayor bastión revolucionario de Bolivia de tendencia izquierdista y paradójicamente se trata también de “la capital más neoliberal y más individualista de toda América Latina”.
No es la primera vez que se hace este tipo de reflexiones, pues alguna vez se dijo que El Alto y Santa Cruz tienen muchas más similitudes que diferencias, pues ambas han conseguido generar riqueza a través del esfuerzo privado, al margen y, muchas veces, a pesar de las determinaciones y políticas estatales que no siempre van dirigidas hacia la prosperidad de las colectividades nacionales.
Los bolivianos estamos acostumbrados a ver un solo lado de la realidad. Casi siempre resaltamos el espíritu conflictivo de algunos alteños, de la misma forma que llama más la atención la parte revoltosa de los cochabambinos, cuando esta región alberga no sólo a los cocaleros y a sectores muy proclives a recurrir a los bloqueos, sino que Cochabamba también es un departamento donde se hace mucha empresa y donde la iniciativa privada es próspera y competitiva.
Prueba de ello es la reciente feria internacional de Feicobol que acaba de cumplir 30 años y que es una muestra de la pujanza y creatividad de los cochabambinos. Da gusto ver cómo los empresarios cruceños y de todas las latitudes del país, acuden a la capital valluna en busca de negocios, invierten y se relacionan, como lo hacen cada año en la Expocruz. La feria de Montero, la Exponorte, también es una clara señal de que el norte de Santa Cruz no sólo es bloqueos, factorías de cocaína y conflictos por derrocar alcaldes legalmente elegidos, sino también producción, trabajo e iniciativa.
El informe publicado en el prestigioso diario norteamericano es esperanzador, porque mientras el Estado Plurinacional y sus autoridades se encargan de dilapidar los ingresos extraordinarios que percibe por la venta de las materias primas y no hace más que desaprovechar un período histórico de bonanza, hay mucha gente que no pierde su tiempo en la politiquería y lo invierte en generar riqueza y crear fuentes de empleo. Eso echa por tierra el paradigma estatista que trata de edificar el Gobierno y no hace más que confirmar que el futuro del país depende de esfuerzos individuales como ha ocurrido en Santa Cruz, la región que fue capaz de deshacerse de la dependencia de la economía extractivista y rentista, desafío que lo tienen que encarar todas las regiones del país.
En tanto que los alteños que trabajan y producen no han dejado de hacerlo pese a todas las convulsiones sociales que han apuntalado el poder del actual Gobierno, los resultados del denominado “cambio” han sido adversos precisamente para ellos. Las políticas populistas del MAS ocasionaron el derrumbe de la industria textil que se había desarrollado con fuerza en El Alto y pese a toda la lucha por la que apostaron en esta ciudad, las ventajas de las políticas públicas siguen siendo una quimera para estos ciudadanos, en su mayor parte, indígenas de origen aymara.
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