El famoso escándalo del “Mensalao” que derivó en Brasil en lo que se denominó el “juicio del siglo” y los hechos que se han comprobado posteriormente en la región, han sido pruebas suficientemente fuertes como para darse cuenta de que algunos de los Gobiernos integrantes del “Foro de Sao Paulo” funcionan de una manera muy parecida a las mafias.
El caso que más llama la atención es el de Argentina, donde se ha enquistado una suerte de dinastía familiar rodeada de un séquito de “capangas” de la política que, en la medida que acumulan poder y hacen metástasis en todo el sistema institucional, se dedican a saquear las arcas públicas con una copiosidad que la propia presidenta Cristina Fernández expresa perfectamente: en la última década su patrimonio se ha incrementado en un mil por ciento y afirma que su fortuna actual de más de siete millones de dólares la obtuvo ejerciendo como “abogada exitosa”.
Las denuncias de corrupción en Argentina, que incluye el blanqueo de dinero, el traslado de maletas de dinero a bóvedas particulares de dirigentes del kirchnerismo y la compra fraudulenta de jugadores de un club de fútbol, involucran a grandes jerarcas del régimen, comenzando por el vicepresidente Amado Boudou, quien enfrenta varios procesos por enriquecimiento ilícito en la Justicia.
El periodismo independiente de aquel país se ha encargado de mostrar cómo viven y cómo roban a raudales los funcionarios de este clan político que incluye a gobernadores provinciales, parlamentarios e intendentes que gozan de amplias prerrogativas para delinquir impunemente, gracias a la cooptación de todos los sistemas de control y fiscalización. Los datos más contundentes sobre este asalto institucionalizado han sido aportados precisamente por íntimos colaboradores de la presidenta Fernández y de otros funcionarios de alto nivel.
En Venezuela, la actuación de mafias políticas ha quedado fuera de toda duda después de que se conociera una grabación del presentador chavista y hombre de confianza de Hugo Chávez, Mario Silva, quien se ha referido a sus compañeros de partido como lo más parecido a la “Cosa Nostra”, señalando al presidente de la Asamblea Legislativa, Diosdado Cabello como el padrino de un mafia dedicada a saquear a la potencia petrolera.
Lo más grave es que el otro sector del chavismo aludido por Silva ha sido el responsable de convertir a Venezuela en una colonia de los hermanos Fidel y Raúl Castro, quienes controlan todos los puestos estratégicos de la política y la seguridad del Estado, comprometiendo seriamente la soberanía de la nación caribeña.
Las confesiones que hace Silva confirman todas las sospechas que había sobre la actuación de la inteligencia cubana en Venezuela y también muestran que el país está acechado por la amenaza de convertirse en un narco-estado y sobre todo, que en este momento hay una profunda división interna entra las dos facciones mafiosas que podrían llevar al país a una fractura social sin precedentes.
Y cuando hablamos de este mismo tema en Bolivia no podemos dejar de mencionar el escándalo de los abogados extorsionadores que operaba y, según denuncias, sigue operando dentro de los ministerios. Todo esto ha sido ampliamente detallado, al igual que en Venezuela, por uno de los operadores del régimen, el fiscal Marcel Soza, la cabeza más visible de una asociación muy fuerte que maneja los hilos del Gobierno.
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