A medida que se acerca el 26 de octubre, día marcado para la segunda vuelta electoral en Brasil, crecen las expectativas sobre lo que podría pasar y sobre todo, en relación a un posible triunfo del centro derechista Aécio Neves, quien podría marcar definitivamente el retorno del péndulo político en América Latina, que durante la última década ha estado oscilando hacia la izquierda, más concretamente, hacia el populismo autoritario.
En Bolivia las interrogantes son mayores que en el resto de la región, pues Neves fue especialmente explícito sobre lo que ocurre en nuestro país y en algún momento llegó a proponer romper las relaciones diplomáticas bilaterales hasta que nuestro Gobierno acepte cooperar en la lucha contra el narcotráfico.
Neves hizo esta afirmación después de constatar las fuertes reticencias de las autoridades nacionales a cumplir con el acuerdo antidrogas con Brasil, que incluye por supuesto la erradicación de cocales bajo la supervisión de la Policía Federal Brasileña, que pretende hacer las veces de la DEA en nuestro territorio, no solo porque no confía en las políticas nacionales vinculadas a los cocales, sino porque la policía antidrogas estadounidense es parte integrante de ese acuerdo.
Lo de Neves no es una afirmación personal, ni un arrebato electoralista ya que en Brasil existe un amplio sector de la población que exige respuestas más contundentes en relación al tráfico de drogas que ha convertido a la potencia sudamericana en uno de los principales mercados del mundo de cocaína y a Bolivia en el principal proveedor de Sudamérica. El antecesor de Neves en la candidatura presidencial, el veterano parlamentario y miembro de su partido, José Serra llegó a acusar de “cómplice del narcotráfico” a nuestro primer mandatario y cuando cobró auge el proyecto carretero sobre el Tipnis, la calificó como la “autopista de la cocaína”, denunciando que su verdadero propósito era beneficiar al circuito “coca-cocaína” del Chapare.
En otras palabras, de ganar Neves la segunda vuelta en dos semanas, la situación entre Bolivia y Brasil podría tensionarse, aunque no hace falta que retorne “la derecha” para las cosas se pongan color hormiga, pues en realidad hace mucho que un gran bloque de hielo separa a La Paz de Brasilia.
Conociendo como actúa la diplomacia brasileña, no se descarta que este tipo de presión esté vinculada en realidad al gas. Los brasileños han tenido mucho tiempo y oportunidades para hacer respetar su territorio del narcotráfico y en honor a la verdad han hecho muy poco. Es posible que hayan decidido tocar el “talón de Aquiles” del régimen de Evo Morales, con el fin de sacar ventaja en la negociación del nuevo contrato de exportación de gas que debería definir en los próximos años. Para decirlo de otra forma, le están proponiendo que escoja entre el gas y la coca.
Y conociendo también lo que significan la coca y el Chapare para esta administración gubernamental y sabiendo que muchas veces, se los pone encima de intereses económicos y estratégicos muy valiosos para el país, muchos temen que nuestro Gobierno decida inclinarse por ceder en el gas antes que en el otro asunto.
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