No seas como el choropa”, decían las abuelas de antes cuando alguien se comía todo y no dejaba para el día siguiente o cuando se gastaba el sueldo entero en una fiesta y el resto del mes salía a pedir prestado a los vecinos.
Había supuestamente un pueblo indígena que se denominaba así, aunque resulta extraño que pueda haber procedido de esa manera, puesto que los nativos suelen tener una visión mucho más prudente de la vida y ellos más que nadie conocen que después de un periodo de abundancia seguramente llega la escasez. Ese es el ciclo de la vida. Más bien son conocidas las tribus –y seguramente de ahí se origina el comentario de las ancianas-, que en la época de “vacas gordas”, ya sea por el auge de la caza y la pesca, que dedicaban días y semanas enteros a comer con el fin de acumular reservas de energía en el cuerpo, pues no tenían heladeras ni ningún otro sistema para conservar los alimentos. Era una forma de hibernación que se da también el reino animal.
Es muy diferente a lo que está ocurriendo en nuestro país, uno de los más pobres del continente (porque lo sigue siendo pese a todos los mitos que se difunden), pero que está incurriendo en un derroche descomunal y absurdo que nos anticipa un futuro con más vicisitudes que nunca.
El Gobierno acaba de derogar casi en medio de lágrimas un decreto que autorizaba a viajar y gastar por cuenta del Estado a los familiares de los principales mandatarios, una medida insólita que no tiene más explicación que el afán de derroche que está llevando al Gobierno a invertir en obras faraónicas como el aeropuerto de Oruro, cuyo costo ha sido de 19 millones de dólares y que diariamente tiene un flujo de 33 pasajeros, con tendencia a bajar.
A la ola de gastos en canchitas de fútbol, aviones, helicópteros, teleféricos y satélites, ahora viene a sumarse una suerte de “guerra de los estadios”, a la que lamentablemente se ha sumado la Gobernación de Santa Cruz, que administra muy mal el escenario deportivo que existe y aún así pretende darse el lujo de gastar más de 20 millones de dólares en uno nuevo. Pero el Gobierno no quiere quedarse atrás y también hace su propuesta, a pesar de que desde el 2007 tiene paralizadas las obras del estadio de la ACF que inició frente al aeropuerto Viru Viru donde, dicho sea de paso, está de “adorno” la estructura de un puente inconcluso. También se habla de construir otro estadio en el Plan Tres mil y así sucesivamente.
Es inaudito que Santa Cruz se suba al carro electoralista y derrochador, cuando la política en la región ha sido siempre priorizar las inversiones productivas. Primero están las necesidades y hay que dejar para lo último aquellas obras que no hacen más que acumular cemento y que apenas sirven para ostentar una supuesta “buena gestión”. Si la gobernación o el Estado central quieren estimular el deporte, que se fijen en los requerimientos de los barrios, de las provincias, donde deben surgir las nuevas figuras del fútbol boliviano que cada vez inspira más lástima.
Los campesinos que viven en inmediaciones del Lago Titicaca mantienen desde hace dos semanas un bloqueo exigiendo la construcción de tres puentes valuados en tres mil millones de dólares, algo más adecuado para Nueva York o Tokio. Eso es consecuencia del mensaje de “nuevo rico” que han dado actuales gobernantes que nos han metido en una espiral de irracionalidad que nos conducirá a mayor pobreza.
Realmente se tiene que hacer un análisis profundo, las obras son buenas pero mejor es ayudar a que las zonas empobrecidas de nuestro país tengan fuentes de trabajo o industrias.
ResponderEliminarY bueno las canchas de fútbol y parques son siempre necesarias, no solo somos maquinas de trabajo.