En nuestra lógica folklórica y carnavalesca, suele interpretarse el fenómeno de la burocracia como un “mal necesario” típico de la pobreza. Como la gente no tiene trabajo y carece de fuentes de vida digna, hay que crear más ministerios, secretarias, oficinas públicas y llenarlas de funcionarios, tramitadores, filas, ventanillas, sellos, papel valorado, hojas membretadas, cobros, pagos al banco y un sinfín de trámites, con el objetivo de justificar de alguna manera el sustento de los miles de burócratas que viven colgados de la teta estatal, a cambio de votar por el caudillo de turno.
La burocracia es la forma más fácil de medrar que han encontrado los Estados fallidos, que de esa forma hacen remedos de lucha contra la pobreza. En los países serios, a la burocracia no han hecho más que aumentarle una “r” para terminar de entender el problema y buscarle una solución.
Recientemente, ejecutivos del Banco Mundial, más concretamente, quienes son los encargados de elaborar el informe anual sobre el “Clima de Inversión para América y el Caribe” estuvieron en Santa Cruz para analizar el problema de la burocracia y quedaron sorprendidos con el tamaño del problema que enfrentan los bolivianos que buscan cómo producir. Qué paradoja: los menos productivos del país, es decir, los burócratas con doble “RR” son quienes tienen en sus manos y hacen sufrir a quienes hacen empresa, transforman la materia, generan valor agregado, exportan y traen divisas al país.
Veamos qué tan grande es: en Bolivia crear una nueva empresa toma más de 50 días hábiles y gastar alrededor de 13 mil bolivianos, cuando en países no necesariamente del primer mundo o del bloque industrializado, este mismo trámite se lo puede hacer gratuitamente y en apenas dos días. Lo peor de todo es que para montar una compañía en nuestro país se requiere cumplir con 15 pasos, visitar varias entidades públicas, ministerios y reparticiones, incluyendo hacer viajes a la ciudad de La Paz, lo que puede empeorar en caso de que se presente alguna vicisitud netamente boliviana como un bloqueo, un feriado o alguna festividad popular que encuentre a los funcionarios bañados en serpentina y alcohol.
Es obvio que con este calvario, la mayoría de quienes deciden crear su empresa, optan por el camino de la informalidad, lo que provoca una pérdida anual de más de tres mil millones de dólares en impuestos al fisco y ni hablar de los perjuicios que le ocasiona a los trabajadores y a los propios empresarios, que se ven bloqueados de obtener beneficios, acceso a créditos, posibilidades de exportación, etc. etc. Si buscamos una de las tantas explicaciones de la pobreza estructural ¿dónde más?
La ministra de Planificación para el Desarrollo, Viviana Caro, estuvo en contacto con los personeros del Banco Mundial, que sin duda alguna están preocupados porque en Bolivia se produzca, se haga empresa y se luche en serio contra la pobreza. Con ellos ha suscrito un convenio cuyo objetivo es reducir de 50 a 25 días el trámite mencionado, algo que sigue siendo un insulto, pero no tan grande como sucede ahora.
¿Quiénes han hecho cambios significativos? Costa Rica, donde instituyeron la ventanilla única para crear empresas; en Colombia, donde la simplificación de los trámites hizo crecer en un 11 por ciento el número de empresas; Guatemala, donde la eliminación de la “Burro-cracia” llegó a elevar a un millón el número de empresas creadas.
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