Hay algo que sea verdad en el Estado Plurinacional? Por donde se mire, todo es mentira: el cambio, la lucha contra la corrupción, el combate a la pobreza, la nueva justicia, la autonomía, la recuperación de los recursos naturales, la ecología, la inclusión de los indígenas, la soberanía, la revolución...
La gente se pregunta qué tipo de país estamos construyendo donde las únicas verdades parecen ser el chantaje y la persecución y obviamente, la chorrera de dólares que le llega sin falta desde el capitalismo mundial al aparato gubernamental, para seguir manteniendo la farra populista, que coloca a Bolivia como el país de América Latina que más plata (subsidios) le regala a la gente, una dudosa manera de apoyar a los pobres, pero la mejor forma que tienen los gobernantes de aferrarse al poder en las épocas de “vacas gordas”, periodos en los que suelen florecer los charlatanes de plaza con chapa de estadistas.
En Bolivia es una mentira la democracia, el caso Terrorismo, la carretera del TIPNIS, la lucha contra el narcotráfico y aunque parezca que ahora la política es más participativa, no hemos pasado de la simple montonera bloqueadora y en lo que respecta a la representación, los campesinos, indígenas y comunarios que han ganado espacios en las diferentes instancias legislativas y ejecutivas, no son más que burdos instrumentos de un grupo de aventureros que se ha encaramado en el poder. La inclusión política ha quedado reducida a borracheras, actos impúdicos y algo de participación en la corruptela generalizada en la que, por supuesto, los fajos más gruesos se quedan en pocas manos.
Es mentira la reivindicación marítima, que seguramente volverá al silencio cuando en Chile retornen al poder los viejos cómplices; es mentira la transparencia, pues la verdad es la extorsión y la actuación de mafias políticas con autorización para perseguir políticamente, pero también para lucrar y liarse con narcotraficantes muy pesados, que están llevando al territorio nacional al riesgo de ser tomado por grandes carteles.
En Bolivia se cumple con canchitas de fútbol, con aeropuertos que no sirven más que para ponerle el cartelito, con obras faraónicas de dudosa utilidad y con obras inconclusas porque el resto de la plata se la robaron los nuevos dueños del país, que en realidad son viejos zorros disfrazados de ovejas.
¿Qué estado se puede construir con leyes de mentira, guerras falsas e ideologías huecas? Pues uno que le pertenece a los narcos, a los contrabandistas y a los dirigentes alcoholizados se apoderan de las calles, de los barrios y de las tierras y construyen allí sus relaciones, sus espacios y sus tronos de los que se cuelgan algunos oportunistas que se han vuelto cómplices de semejante orgía.
Y se equivoca quien piense que el desmantelamiento de las estructuras a de la mentira y el chantaje, obligará a los poderosos a reencaminarse y buscar rumbos de racionalidad. Estamos en la época preelectoral en la que se impone la lógica de buscar más invitados a la fiesta, más cómplices en la puesta en escena de este teatro de la fealdad.
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