Otra vez los candidatos en campaña tanto para la Gobernación como para la Alcaldía de Santa Cruz mencionan incesantemente la inseguridad como el principal problema a encarar en la próxima gestión. Ese alboroto lo venimos escuchando hace tiempo, mucho antes de que los ajustes de cuentas, los asesinatos a plena luz del día, las pandillas y la venta de drogas en los colegios se vuelva cosa de todos los días.
En honor a la verdad este debate sobre la inseguridad le ha traído más daño que beneficio a la ciudad, pues se gasta más, se incrementa el temor en la gente por la estridencia que se usa para informar y lo peor de todo es que se refuerza a una institución como la Policía, cuya misión está muy lejos de la protección del ciudadano común.
Hace unos días ocurrió un caso muy raro en el centro de la capital cruceña, cuando se produjo el asalto a una conocida relojería, ubicada a una cuadra de la plaza 24 de Septiembre, con seguridad una de las zonas más vigiladas y con mayor presencia de policías. Sólo un delincuente muy loco o bastante desubicado se atrevería a dar ese golpe a no ser que conozca muy bien el accionar de los guardias, que siempre están más pendientes de perseguir a los infractores que a los criminales. Es más fácil y mucho más rentable.
Y lo más curioso del caso fue la torpe reacción que tuvieron los uniformados contra un periodista, pese a que la gente de la prensa suele ser la mayor coadyuvante de este clima en el que siempre salen beneficiados policías y ladrones, no porque haya mala intención de parte de los comunicadores, sino porque todavía no reconocen la trama siniestra que funciona en nuestra ciudad.
La Policía ha sido una de las más beneficiadas con el periodo de bonanza económica y no sólo se beneficia de las generosas dotaciones del Ministerio de Gobierno, sino que también usufructúa de recursos municipales y de la Gobernación que durante los últimos años le entregó cientos de vehículos nuevos, sistemas de vigilancia con cámaras de video, comisarías barriales y muchos otros elementos que venían reclamando supuestamente para mejorar su servicio. Pese a ello, la entidad no puso de su parte con un cambio en la manera de actuar, en la mentalidad de sus miembros y en su vocación, que sigue firme en el afán de mantenerse como un poder enquistado en el sector público que se alimenta de la connivencia con la clase política.
Mientras la gente se preocupa y manifiesta su temor, los medios hacen bulla con mucha minuciosidad, señalando uno a uno los hechos policiales que ocurren a diario, los políticos se valen de esta angustia social para hacer campaña y ganar popularidad y los policías se mantienen en lo suyo, en las inspecciones vehiculares, en los trámites y hostigando a la gente en las esquinas, en tanto que florecen las empresas privadas de seguridad que –vaya casualidad-, son propiedad de los mismos jerarcas de la verde olivo.
Si las cosas no van a cambiar, la Policía no va a asumir otra conducta y los políticos se van a mantener en su sainete de seguir el show, la prensa que también dice servir a la gente, podría contribuir a la salud mental de la población y al mantenimiento de un clima más predispuesto a prevenir y a colaborar en métodos participativos para que los barrios sean más seguros. Sin duda alguna esto será de mayor beneficio que continuar con el juego insulso en el que estamos.
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