martes, 26 de abril de 2011

El museo de las irracionalidades


 El Gobierno del MAS no ha sido el primero en nacionalizar los sectores estratégicos de la economía boliviana. El estatismo es una vieja fórmula en la que han incurrido regímenes de todo color e ideología en el país. Tampoco fue el primero en aplicar ideas socialistas y tratar de adaptar la realidad a las teorías marxistas, a través del control de los medios de producción, la fijación de precios y establecimiento de prohibiciones y cupos de exportación. En lo político, los masistas no inventaron la persecución y tampoco son los iniciadores del proceso de copamiento del Poder Judicial. La corrupción es un viejo cáncer boliviano que también afecta al “proceso de cambio” y en cuanto a (in)capacidad de gestión, posiblemente se encuentren algunos casos peores en la historia boliviana.

Resumiendo, las fórmulas políticas y económicas aplicadas por el MAS son reediciones de viejas recetas fracasadas que explican acabadamente el estancamiento del país en todas sus facetas.  Las taras de este régimen son las mismas que nacieron con la república en 1825 y que se han mantenido porque en Bolivia se han hecho todas las revoluciones, menos una que involucre a los valores.  Y es precisamente en este aspecto en el que podría estar el déficit más grande del Gobierno de Evo Morales. No hay duda que la falta de escrúpulos y la irracionalidad serán las herencias más nefastas que dejará este régimen a las futuras generaciones, las que tendrán por delante un arduo trabajo por recuperar al país de este proceso involutivo.

La colección de irracionalidades cometidas por este Gobierno son dignas de un museo. No por nada el presidente pretende inmortalizarlas a través de una costosa exposición que habría que alentar, así los bolivianos de mañana sabrán que todos esos disparates no forman parte de la mitología, como sucede con los dichos y hechos del legendario Mariano Melgarejo.

De aquí a 50 años costará creer que Bolivia fue descuartizada en 36 naciones diferentes, una de las cuales, la “nación” Pacahurara, está conformada por una sola mujer, Bose Yacu, que deambula por las selvas amazónicas de Pando. Quién va a creer que un gobierno “revolucionario” que surgió para “devolverle” el gas a los bolivianos, fue justamente el que destruyó la industria más importante del país, de la misma forma que lo hizo con la producción de alimentos. Será increíble en el futuro constatar que un régimen supuestamente nacionalista impulsó de manera criminal las importaciones  especialmente de carburantes y de comida, comprometiendo severamente la soberanía en dos aspectos tan importantes. Cómo concebir una guerra tan despiadada y suicida contra empresarios privados nacionales, los únicos que siguen invirtiendo en el territorio nacional, pese a la inseguridad jurídica que hizo escapar hace mucho a los capitales extranjeros.

Sin la ayuda de un museo, será imposible imaginarse a un sujeto como el fiscal Marcelo Soza, un legislador como Isaac Ávalos, un tipo como Juan Ramón Quintana o un ministro como Luis Arce Catacora, que para tapar su torpeza le inventa virtudes a la inflación. Cómo digerir un avión de 38 millones de dólares y un satélite de 300 millones de dólares en un país que figura con números rojos en el mapa del hambre.

Quién va a explicar semejante explosión del narcotráfico. Cómo entender que Bolivia atraviese por serios problemas económicos en un periodo de bonanza inédito en su historia.

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