sábado, 9 de abril de 2011

El gas y los espejismos

Según el presidente Morales, al Gobierno boliviano le tomó más de 1.800 días para darse cuenta que Chile lo estaba engañando con un diálogo “de mentiritas” sobre el mar. Y en el caso de las reservas del gas, el presidente de YPFB, Carlos Villegas, asegura que necesitaron algo así como 2.500 días para constatar que los 27 trillones de pies cúbicos de gas certificados en el año 2004, no eran más que un espejismo, una mentira de los gobiernos neoliberales, que ellos se han encargado de desenmascarar, con la ayuda de una consultora norteamericana, cuyo informe fue publicado con varios meses de retraso y luego de varios pedidos gubernamentales de corrección.
La empresa que cuantificó las reservas hace siete años tiene tanto o más prestigio que la contratada el año pasado por el Estado Plurinacional, que anteriormente había acudido a otra compañía, cuyo informe fue guardado bajo siete llaves. Es curioso que Villegas llame ahora ficticias a las reservas sobre las cuales ellos mismos basaron los proyectos de YPFB y las perspectivas de la industria petrolera nacional. Es más, la llamada “guerra del gas”, impulsada por Evo Morales para convertirse luego en presidente, fue motivada por los grandes números del gas boliviano y que anticipaban jugosos ingresos para partir y repartir y obviamente, atornillarse en el poder. Si Villegas estuviera en lo cierto, tendría que calificar de torpes a todas las multinacionales que confluyeron en el país para desarrollar sus actividades y que gracias a ese dinamismo se consolidó el proyecto de exportación a Brasil y se diseñó también el plan LNG que incluía sacar el gas por Chile hacia México y Estados Unidos. Si todo eso es parte de una alucinación, habría que encontrar y meter preso al hechicero que nos engatusó a todos.
Si el Gobierno no saliera con semejante despropósito, tendría que explicar entonces qué tuvo que pasar para que las reservas de gas bolivianas se hubieran reducido a un tercio desde que el Estado Plurinacional tomó las riendas de la industria hidrocarburífera. Lo que ha estado pasando con el petróleo y el gas boliviano ya es conocido por todos y forma parte del nefasto presente, de falta de inversiones, caída de la producción, desabastecimiento, importación de carburantes, gasolinazo y la amenaza de una quiebra energética.
Al admitir que las reservas de gas apenas sobrepasan los 10 trillones de pies cúbicos se está dejando en claro que el futuro de la industria está hipotecado y que no tiene un horizonte mayor a los diez años. Es aceptar que, de no producirse una verdadera revolución, con cuantiosas inversiones en exploración, producción y en la expansión de los mercados en los próximos cinco años, Bolivia tendrá serios problemas para cumplir con sus contratos de exportación y abastecer la demanda interna, que de hecho ya atraviesa serias limitaciones. Esa revolución podría resultar improbable en un país donde no se ha perforado más que un puñado de pozos petroleros en cinco años y cuya empresa rectora de una actividad tan estratégica sigue sumergida en un mar de espejismos, ineficiencia y corrupción. Los bolivianos deberían tomar sus precauciones para cuando se produzca el descalabro final. Serán los últimos en hacerlo porque todos los países que dependen del gas boliviano ya lo hicieron.

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