domingo, 19 de junio de 2011

Comer en Santa Cruz


A través de su blog, http://bel-mateslavados.blogspot.com, mi hija Ana Belén me dice todos los días que soy un aburrido y que de lo único que escribo es de política. He decidido copiar su naturalidad y su estilo coloquial y a riego de que se rían de mí, voy a hablar de comida, haciendo alusión a eso de que de que “lo único de lo que habla el opa es de lo que come”.

El otro día estaba en una clase de administración (no les voy a decir de qué) y el profesor nos decía que las grandes cadenas internacionales de comidas tienen terror de venir a Bolivia. McDonald’s huyó despavorida del país y a Domino´s no le dio ni para arrancar. Ambas empresas argumentaron que Bolivia no era un mercado atractivo, algo que no convenció a nadie, pues lo cierto es que nuestras autóctonas “Toby” y el “Tren Rojo”, por el lado de las hamburguesas y tanto las “Capri” como las pizzas de “El Horno” le dieron una dura batalla a las dos multinacionales y les ganaron en buena ley.

A mi profe no le cayó bien mi argumento y me dijo que lo que ocurre es que es difícil agradar el paladar boliviano porque es sumamente raro. Dice que hay consumidores que exigen que les den arroz para acompañar las pizzas y que les gustaría tener un buen par de plátanos fritos sobre las hamburguesas. Hay cadenas como Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken que no se atreven a incursionar en un mercado donde a todo le quieren poner llajua, orégano y canela y donde el fideo frito es un acompañante indispensable de cualquier plato, sin importar si las otras guarniciones son papa y arroz (obviamente tostado).
Los inmigrantes chinos, que han inundado se restaurantes las ciudades son el mejor ejemplo de la adaptación al típico paladar boliviano. El “chicharrón” de pollo figura en todos los menús de los comedores y el “pollo chino” ya es un clásico en los coloridos y no siempre bien presentables bolichones instalados en las avenidas más estratégicas. En esos negocios sólo ofrecen dos cosas. Pollo con arroz, fideo y papa y soda popular, no pida más. Ensalada ni en pintura. Y son tan exitosos que cada día abre uno a la vuelta de la esquina.

Grasa, muuuucha grasa, una sobrecarga de carbohidratos, precio y un buen televisor plasma con películas de Van Dame y Rambo. ¿Higiene? ¿calidad? Eso es lo de menos. En los mercados hay platos desde cinco y ocho bolivianos, que incluye una sobredosis de gérmenes y de aceites usados una y otra vez para freír.

No hay que negar que Santa Cruz, por ejemplo, se ha convertido en un emporio de la gastronomía para todos los gustos y bolsillos. Los empresarios locales son audaces y se atreven a crear cadenas de salteñerías, pizzerías y salones de té. Tal vez muy pronto los veremos comercializando y exportando sus franquicias, haciéndole competencia a McDonald’s y a Burger King allá en su terreno. El reto más importante, sin embargo, es incursionar en la calidad, en la higiene y en el valor del equilibrio nutricional. Eso obviamente, va de la mano con las autoridades de salud que deberían preocuparse por los índices de obesidad y de diabetes que están creciendo a pasos agigantados.

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