martes, 28 de junio de 2011

¿Qué hacemos con estos caudillos?


Hay gran expectativa en toda América Latina sobre el rumbo que adoptará el presidente electo de Perú, Ollanta Humala, una vez asuma su mandato dentro de un mes. Nadie sabe qué es lo que va a hacer con la economía, con los sectores estratégicos, con la política exterior, los recursos naturales y tantos otros temas vitales para uno de los países más extensos y complejos del Cono Sur.

¿Será otro Chávez? ¿Seguirá el camino de Lula? ¿Nacionalizará las minas? ¿Expulsará a las transnacionales extranjeras? ¿Cuál será su estrategia con Chile? ¿Mantendrá un discurso de confrontación hacia su vecino? Hay apuestas por un Humala distinto, cambiado, alejado de las posturas que asumió en los inicios de su carrera política y posteriormente, cuando se alineó con el proyecto populista encabezado por el eje Cuba-Venezuela. Otros creen que el líder peruano apenas recurrió a un camuflaje de tono moderado para ganar las elecciones y que ni bien tome el toro por las astas, comenzará a aplicar el mismo libreto que usaron Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez y Daniel Ortega para adueñarse de los poderes republicanos, destruir la democracia e instaurar regímenes totalitarios que están acabando con la economía y el estado de derecho.

En Venezuela hay un estado de histérica incertidumbre por la prolongada ausencia de Hugo Chávez, quien se encuentra en Cuba recibiendo tratamiento por una misteriosa enfermedad que ha despertado un sinnúmero de especulaciones. Se teme que el caudillo pueda ser víctima de una patología terminal lo que incrementa las dudas y sobre el futuro del país. Para millones de ciudadanos, ya sea oficialistas y opositores, el solo hecho de pensar en la desaparición del dictador causa temor por el posible estallido del caos, ante el vacío de poder que genera el alejamiento de un líder que concentra en sus manos todos los hilos del país.

En ambos casos, el de Perú y el de Venezuela, subyace el grave problema que ha ocasionado el resurgimiento de los sistemas caudillistas en América Latina, que devino de la desaparición del sistema de partidos políticos, de la desideologización de la izquierda democrática y la ausencia de una cultura política sólida, que establezca un esquema de pesos y contrapesos que asegure el equilibrio en el ejercicio del poder.

Hoy, literalmente, un Evo Morales, un Chávez o Rafael Correa, son capaces de hacer cualquier cosa en sus países, aprobar la ley más alocada o decretar una medida contraria a todo ordenamiento jurídico; han destruido la justicia, han acabado la arquitectura republicana y lamentablemente no hay doctrina, historia, ideología o algún tipo de estructura institucional que sea capaz de contenerlos. El personalismo caudillista nos está conduciendo a un tipo de autoritarismo que nos ahoga internamente y que ha comenzado a generar incomodidad entre los países vecinos por sus amenazas no solo contra la democracia y las leyes, sino por sus ataques a la libertad y a la civilización.

Humala es un peligro porque tiene los mismos orígenes que sus colegas populistas de la región. No tiene un partido bien estructurado que lo respalde, su proyecto es personalista, sin tradición, sin demarcaciones ni límite cultural.

En Bolivia, la única ideología que se ha impuesto es la acumulación del poder para instaurar un modelo caudillista, antirrepublicano, caótico  y de vocación autoritaria. Los líderes de estas tendencias no son socialistas ni izquierdistas, hacen cualquier cosa para mantenerse en el poder, usan a los pobres para sus fines y no para beneficiarlos. Básicamente han instalado un “estado de capricho” que ha comenzado a chocar contra el mundo civilizado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario