martes, 14 de junio de 2011

El quebrando moral de Bolivia


Qué puede venir después de esta orgía de ilegalidad auspiciada por el Estado Plurinacional. Qué tienen preparados los abogados del régimen para calmar las masas sedientas de indulgencia y permisividad, a cambio de apoyo a un Gobierno que ha perdido por completo la legitimidad y cuya credibilidad se sostiene únicamente con dosis cada vez mayores de populismo libertino.

Es imposible hacer llamados a la cordura en esta situación de trance social que moviliza a turbas enajenadas hacia las fronteras a consolidar sus negocios espurios, “bendecidos” por el proceso de cambio y camuflados bajo prostituido manto de los “fines sociales”.

Senadores que impulsan leyes (nada menos que leyes) que favorecen el contrabando masivo, ministros que justifican a los comunarios que apedrean y linchan policías para proteger sus tratos con bandas delincuenciales que han consolidado inmensos territorios de exclusión en el país, donde la moneda de transacción es la cocaína, los autos “chutos” y otras mercancías mal habidas.

Qué puede hacer la Policía boliviana en estas circunstancias, si no es sumarse a la algarabía delictiva. Qué otra conducta pueden asumir los militantes del MAS, empoderados por el sistema imperante para traficar, falsificar, vender y comprar conciencias. Nadie tiene la moral para ponerles freno, si hasta los jueces les deben sus puestos a los promotores de libertinaje. Cómo decidir quién es criminal, corrupto o está fuera de la ley en este territorio en el que se ha desencadenado el transgresión como fórmula electoralista, para salvaguardar las bases de apoyo a un régimen que alterna con terroristas buscados por el mundo civilizado.

Cómo les va a hacer entender el Gobierno a los cocaleros del Chapare que es necesario ponerle un límite a sus apetitos. Si fueron justamente ellos los que consiguieron imponerle a Bolivia la gran impostura de la droga como vehículo del cambio en el país, patraña que hasta consiguió el apoyo de países que hoy reaccionan azorados por la inundación de cocaína proveniente de la tierra del “indigenista” Evo Morales, cuya lucha empezó por conseguir un cato (1.600 metros cuadrados) de coca para sus compañeros, los mismos que hoy tienen como mínimo el doble de eso y algunos hasta seis hectáreas (60 mil metros cuadrados), según lo ha denunciado el viceministro y productor cocalero, Felipe Cáceres.

El presidente cree que el “Estado chuto”, como se ha definido recientemente a este “modelo Cambalache” de ilegalidad y permisividad, puede sacar a los bolivianos de la pobreza. Antes que eso suceda, habrá desaparecido todo vestigio del esmirriado Estado nacional que durante 186 años hemos venido tratando de conformar y los bolivianos estaremos a merced de poderosas bandas delincuenciales, como sucede en el norte de México, donde no hay policía, alcalde, juez o fiscal que escape a las balas de los traficantes.

Es posible también que frente a la devastación de los valores humanos, la perversión y el quebranto moral que son promovidos desde este régimen, se produzca una suerte de implosión interna, un proceso autodefensivo que todo organismo posee para librarse de las infecciones y evitar la muerte por gangrena social.

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