miércoles, 8 de junio de 2011

Fracasó el show ante la OEA

El Gobierno boliviano miente sistemáticamente en lo relacionado a la demanda marítima con el propósito de mantener vivas las esperanzas de la gente sobre una pronta salida soberana al océano Pacífico. Esa es una soberana burla que no tiene otra explicación más que la exacerbación de los ánimos de la población para que se olvide de la economía, de la persecución política, de los autos chutos, del narcotráfico y de la corrupción.

El pasado lunes, mientras el ministro de Comunicaciones, Iván Canelas, repetía hasta el cansancio que la representación boliviana ante la OEA estaba por conseguir el apoyo de los participantes en la 41 asamblea celebrada en San Salvador, la delegación encabezada por el canciller David Choquehuanca ayuda a redactar las cinco resoluciones que fueron aprobadas en la reunión y ninguna de ellas mencionaba al conflicto limítrofe entre Chile y Bolivia.

Durante varias semanas, el vicepresidente Álvaro García Linera, el ideólogo de la nueva estrategia marítima boliviana, estuvo difundiendo la posibilidad de que la OEA pueda emitir algún tipo de pronunciamiento a favor de Bolivia y en contra de Chile, y mucho más todavía que, como por arte de magia, pueda declarar que el reclamo boliviano es un asunto multilateral. Los medios que le siguen la corriente al oficialismo difundieron una supuesta lista de los países que ya habían confirmado su apoyo al país, sobre algo que ni siquiera tenía posibilidades de prosperar. El hecho de que la delegación boliviana pueda introducir una petición no es garantía de que ésta pueda ser atendida ya que ni siquiera es señal de que es valedera.

Cuando llegó la hora de la verdad, Bolivia supuestamente desistió de someter a votación el tema marítimo en la asamblea, hecho que dista mucho de ser cierto, ya que el anuncio repetido machaconamente por el vicepresidente García Linera no figuraba ni siquiera como posibilidad.

Los aprendices de diplomáticos llegaron a afirmar que la OEA podría llegar a ratificar una resolución de 1979, una de las más contundentes que ha emitido el organismo a favor del reclamo boliviano. La versión oficial sobre el desistimiento boliviano indica que le faltó el apoyo que presuntamente le habían confirmado días antes, hecho que no deja de ser cierto, pues Chile ya no es el mismo de 1979, cuando era gobernado por el dictador Augusto Pinochet, quien además estuvo a punto de desatar una guerra con Argentina. Ningún país en las actuales circunstancias se atrevería a estrellarse contra una nación que ha consolidado su democracia y su institucionalidad y que cada día consigue avances en la lucha contra la pobreza, en el combate a la corrupción y que se destaca entre los que más respetan los derechos humanos. En contrapartida, no iba a ser justamente Bolivia el que reciba el apoyo de la comunidad internacional, no después de que el régimen de Evo Morales le tendió alfombra roja a un terrorista buscado por la Interpol.

Cada vez que el Gobierno boliviano intente someterse al escrutinio internacional, irá comprobando que su imagen ha cambiado radicalmente, por los rodillazos que le ha aplicado a la democracia, al estado de derecho y por sus implicancias no sólo con personajes funestos, sino también con el narcotráfico. No ha fracasado Bolivia ante la OEA, fracasó el show del Gobierno, que ha convertido una demanda legítima de la población en asunto de chacota.

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