domingo, 12 de junio de 2011

Locura sobre ruedas


El presidente Morales acaba de sumarse a la teoría que más impulso le dio al capitalismo norteamericano en las primeras décadas del Siglo XX, cuando la industria automotriz propuso que todas las familias estadounidenses debían tener un auto. Esa idea, estimulada decididamente por el Estado, que además la complementó con la construcción masiva de carreteras y autopistas, no solo sirvió de acicate para la reactivación económica, golpeada por la crisis de los años '30, sino que se convirtió en el símbolo del poderío de la potencia emergente y en el emblema del individualismo, postulado fundamental del capitalismo que tanto dice odiar el primer mandatario boliviano.

Evo Morales ha dicho que en Bolivia todos tienen derecho a tener un auto y a juzgar por las medidas que recientemente ha tomado su Gobierno, no importa si es "chuto", robado o cambiado por cocaína en la frontera. Por lo menos en Estados Unidos, la revolución del automóvil, que tantos problemas ha traído para el medio ambiente y que tantas guerras ha ocasionado por su alta dependencia del petróleo importado, ayudó a consolidar una megaindustria y a generar cuantiosos ingresos y empleos.  ¿Qué beneficio puede traerle al país semejante inundación de chatarra?

Todavía no sabemos de qué dimensión es el problema que está ingresando por la frontera con Chile. Sólo en los primeros dos días de registro, se introdujeron los datos de más de 20 mil automóviles, avalancha que provocó un colapso en la página de Internet que la Aduana destinó para los "autos chutos". Y las complicaciones recién empiezan, ya que no se trata solo de registrar a los vehículos que ya estaban dentro del territorio cuando fue promulgada la ley de amnistía. Se ha demostrado que el "rally" de los contrabandistas continúa atravesando el límite fronterizo. En los últimos dos días, según registra la prensa chilena, la venta de autos usados en los puertos de Iquique y Arica se ha quintuplicado.

La Policía de Chile se ha puesto en emergencia por el carnaval del contrabando que se vive en Bolivia, aprovechado oportunamente por ladrones de autos y narcotraficantes para cerrar sus transacciones. Y por si esto fuera poco, acaba de surgir otro riesgo más y es que entre semejante cantidad de motorizados importados en su mayoría de Japón, se cuelen algunos recientemente llegados de las zonas que fueron afectadas por el desastre nuclear de Fukushima. El Instituto Boliviano de Energía Nuclear se ha movilizado para tratar de evitarlo.

Obviamente, nadie en el Gobierno anticipó todos estos problemas (acaso les importaran) al momento de pensar en esta medida tan descabellada, que acaba de ser calificada por el presidente  y por algunos de sus voceros como de alto contenido social, porque según afirman, beneficiará a los pobres. En el año 2009, según el INE, el parque automotor boliviano estaba por alcanzar el millón de unidades y con la nueva avalancha, esta cifra podría aumentar en un diez por ciento. Es cuestión de uno o dos años para que nos acerquemos al ideal norteamericano de un auto por familia, situación que nadie quiere imaginar por sus implicaciones con la contaminación, el consumo de combustible y el caos en el tráfico. Mientras eso ocurra, que nadie dude de que los bolivianos seguiremos siendo tan pobres como siempre, pero eso sí, más dependientes del contrabando y del narcotráfico y más informales que nunca.

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