lunes, 6 de junio de 2011

Dime con quién andas...

El desastre nuclear ocasionado por el reciente terremoto de Japón ha
cambiado radicalmente el interés que algunas naciones tenían por esta
fuente de energía. Varios países, entre ellos Alemania y Suiza han
abandonado algunos planes que habían previsto y en el vecindario,
Venezuela ya hizo saber que lo suyo era nada más que una bravuconada y
en Brasil, ya no quieren ni saber de la idea de venderle uranio
enriquecido a Irán, propuesta que surgió de los efusivos abrazos que
se dieron el ex presidente Lula y el autócrata iraní Mahmud
Ahmadineyad, una estrategia que trató de usar el líder brasileño para
hacerle ver al mundo que él y su país ya habían alcanzado talla
planetaria.
El único país que insiste en mantener su programa nuclear es
precisamente Irán y lo hace obviamente, porque su interés pasa por
buscar el expansionismo en el mundo árabe y extenderlo hacia América
Latina, donde ha encontrado buena recepción en líderes aventureros que
andan inflando el pecho, tratando de impresionar al barrio con poses
pendencieras. Como decíamos, el Brasil de Dilma Rousseff ha asumido
una postura totalmente distinta frente a Irán y sólo se mantienen
Bolivia, Venezuela y Nicaragua en el afán de introducir a sus naciones
a un bloque siniestro que involucra armas nucleares, terrorismo y
fundamentalismo religioso.
La osadía del ministro de defensa iraní, Ahmad Vahidi, que vino a
pavonearse a Bolivia con su pinta de jerarca nazi, mientras es buscado
por cargos de terrorismo en Argentina, no terminó con esa provocación.
En contactos con la prensa nacional dijo que su país estaría dispuesto
a ayudar a los bolivianos en caso de una confrontación bélica con
Chile. Esa afirmación grosera y altamente dañina, es de mucho peor
calaña que lo dicho recientemente por el ministro de Defensa chileno,
Andrés Allamand, a quien muchos hoy le estarán dando la razón, sobre
todo después de constatar qué tipo de amistades son las que está
cultivando el régimen de Evo Morales y hacia qué tipo de aventura
podrían conducirlo. Hace mucho que los paraguayos percibieron que en
Bolivia algunos están buscando cómo encender la chispa y eso se puede
verificar de manera muy clara en recientes revelaciones que confirman
que Hugo Chávez, ha metido gran cantidad de armas al territorio
nacional, vía el Chapare, por si fuera poco.
El incidente del ministro-terrorista podría tener repercusiones que
van mucho más allá de la molestia del gobierno argentino. Tal vez
pueda servir para terminar de dividir las aguas en la región, entre
los países que en verdad buscan la convivencia pacífica, el diálogo y
la buena vecindad y otros que están cultivando relaciones peligrosas y
transitando por senderos pedregosos. Lo de Chile ya pasó de castaño a
oscuro y en el caso de Argentina, las disculpas no fueron suficientes,
pues la presidenta Cristina Fernández decidió cancelar una visita de
Evo Morales a Buenos Aires y  paso seguido, corrió a entrevistarse con
el presidente de Israel, Shimon Peres, a quien le dijo que su país no
quiere ningún trato con terroristas.
Bolivia tiene derecho a asumir posturas radicales en su política
exterior y de hecho lo ha estado haciendo todos estos años a través de
un furioso antiimperialismo que no ha pasado a mayores, ni siquiera en
Estados Unidos, donde ningún político y menos el jefe de la Casa
Blanca, tiene a Bolivia entre sus primeras cien o tal vez mil
prioridades. Sin embargo, incurrir en vínculos que rompen totalmente
la orientación de nuestros vecinos, no sólo nos va a llevar al
aislamiento total sino a consecuencias que podrían ser ruinosas para
todos.

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